Iba meditabundo en el taxi rumbo a su casa, mientras miraba el paisaje, Alberto recordaba la cara de su amigo diciéndole "C´est la vie!", con su sonrisa bonachona y una mirada brillosa.
Alberto ya tenía casi 27 años, ingeniero con derecho a piso, le estaba yendo bien en el trabajo, se había comprado un carro bonito y hasta hace 3 meses había estado de enamorado con Valeria, una chica guapa, inteligente y también con un futuro interesante, pero en el derecho penal. Carlos, uno de sus mejores amigos, no había tenido tanta suerte, no pudo terminar sus estudios por problemas de salud, había pasado mucho tiempo deprimido y sin saber qué hacer con su vida, había logrado salir un poco adelante, pero ahora se le complicaba todo, la edad le ganaba y las puertas se parecían cada vez más a ventanas, además los problemas en la familia no tenían fin. Era muy inteligente, además de buen tipo, casi siempre daba una palabra amable a los demás, y no tanto por sobonería, sino por una suerte de regalar "buena vibra", sabía lo que era estar en el hoyo y siempre ayudaba a todos los que podía a salir de él, o por lo menos darles un pequeño rayo de esa esperanza que siempre buscó dentro y fuera de él.
Mientras iba en el taxi, Alberto recordaba como en el café él le había contado el drama de su vida a Carlos, de lo gritón que era su jefe, de cómo Valeria le había dicho que lo quería como amigo, de cómo sus papás le hacían la vida imposible porque salía hasta tarde, de cómo se le complicaba el tema de su maestría, de lo aburrido que estaba de salir siempre al mismo lado y con la misma gente... entre otros; y Carlos no sólo lo escuchaba atentamente, sino que le soltaba alguno que otro comentario gracioso (o medio gracioso) para que él por lo menos se sonriera un poco. En cambio Carlos le contó algo de sus problemas, pero no ahondó mucho en ellos, por temor de aburrirlo; Alberto sintió remordimiento porque sabía que Carlos era conciente de su situación, de que su futuro se visualizaba con pan duro en el cajón; de que iba a ser complicadísimo que salga de ese hoyo, que las chicas lo veían como un buen tipo, guapo, gracioso e inteligente, pero insolvente; de que mucha gente lo buscaba para contarles sus problemas y él siempre apoyaba a casi todos, pero muchos de ellos se interesaban poco o por poco tiempo por los problemas de él; de que se sentía solo muchas veces, y por el temor de aburrir a la gente no buscaba a nadie y que casi siempre terminaba automotivándose. Sintió remordimiento porque sabía que para mañana se olvidaría de él, había que trabajar y ver el tema de la maestría. Sintió remordimiento porque casi se dice a sí mismo "c´est la vie".
"señor, en la casa de rejas plomas al costado de los arbustos por favor", dijo Alberto al taxista. Justo antes de bajar recordó la última vez que viajó en taxi con su amigo, y le dijo al taxista lo mismo que Carlos le dijo al taxista aquella vez antes de bajar: "muchas gracias señor, suerte en todo", a lo que el taxista respondió entre sorprendido y agradecido: "gracias joven, igual para Ud.".
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En ese momento Carlos caminaba hacia su casa fumando un cigarrillo y pensando en una canción, antes de entrar suspiró y pensó: "no sabía que la primavera duraba un segundo, yo quería escribir la canción más hermosa del mundo"... ya estando en su casa volvió a suspirar, sonrió y se dijo: "es sólo unacuestión de actitud, Carlitos".
Luis Reyes Guerrero
Piura - Perú