“¾ ¿No sabes nada de Fantasía? Es el mundo de la fantasía humana. Toda parte de él, toda criatura representa los sueños y las esperanzas de la humanidad. Por lo tanto, no tiene límites.
¾ ¿Entonces por qué se está muriendo?
¾ Porque la gente ha empezado a perder esperanza y al olvidarse de sus sueños. ¡La Nada se hace cada día más poderosa!"
La historia interminable - Michael Ende
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Su mirada cansada flanqueada por los surcos de los años contradecía su buen ánimo para conversar. Desde hacía varios años don Víctor se dedicaba a recorrer las calles de la capital en un auto blanco haciendo taxi. Entre otras cosas me contó que estaba en contra del marmoteo común de las personas de su edad y que uno debe mantenerse en actividad si quiere tener una vida digna. Esto dio pie a un sin número de historias que convirtieron el auto en una nave que surcaba las galaxias de recuerdos entrañables de su infancia. Fue inevitable hacer un parangón odioso entre su época y la mía, cayendo en la cuenta de que, actualmente, muchos valores han quedado relegados a su significado dentro de un diccionario y al olvido.
Entonces me habló de una historia que le contó su abuelo, de cuando éste era joven.
“En aquellos tiempos la educación era estricta y religiosa. Pedir permiso para salir con los amigos obligaba a uno a respetar la hora de regreso. No podía ser de otra forma: “Lo que decía el padre, se hacía”, rebelarse era una falta grave.
Una noche, estando con mis amigos, perdí la noción del tiempo. Nunca había llegado tarde, pero era joven y mis intereses eran propios de la edad. Al darme cuenta y sin un minuto que perder me despedí para emprender el camino de regreso.
Traté de cortar camino yendo por el callejón “La Aguada”, donde, repentinamente y salido de la nada, un perrito de color negro se me acercó y caminó junto a mí. Era apenas un cachorrito por lo que no le presté mucha atención. «Ya se irá», pensé. Así que continué a paso apurado, distraído, ideando una excusa convincente para explicarle a mi padre el porqué de mi tardanza.”
Don Víctor, al ver mi rostro por el espejo retrovisor, me advirtió que seguramente no creería la historia que me estaba contando, pero insistió en que ésta era real porque no sólo le había ocurrido a su abuelo, sino que, hubo muchos casos que relataron un acontecimiento similar.
“A menos de un par de cuadras para llegar a mi casa, me di con la sorpresa de que el cachorrito había aumentado de tamaño constantemente. Desde luego, esto me asustó. Apuré el paso aún más, porque no me atreví a largar al perro que había alcanzado un tamaño enorme. El perro, como adivinando mis intenciones, me cerró el paso y me comenzó a ladrar de forma amenazadora. Quise evadirlo, pero me fue inútil. El perro parecía estar empecinado en no dejarme avanzar y yo comencé a retroceder.
En mi desesperación, pretendí hacerle un amague para burlarlo y poder escapar, pero me tropecé y me caí al piso. Comencé a manotear para ver si encontraba alguna piedra o algo para lanzarle. Me encontré una varilla de caña carrizo. No dudé en tomarla y al ponerme de pie con la intención de defenderme, me horroricé al notar que el animal había crecido más. Ahora tenía la altura de un niño de diez años.
El animal se paró frente a mí. Parecía que trataba de decirme algo, pero estaba aterrado, solo quería salir de allí y llegar a casa. Quería abrazar a mis padres y afrontar el castigo... el que fuera. Cualquier cosa era mejor que lo que en ese entonces me estaba ocurriendo.
Entonces, recordé las enseñanzas. Recordé que, si hacía el signo, el mal se desvanecería. Así que caminé hacia una de las paredes sin darle la espalda al perro y cuando sentí la pared, me puse derecho y extendí los brazos a ambos lados.
Fue increíble. El perro se sacudió y dio un par de pasos hacia atrás.”
En ese instante la nave se convirtió, nuevamente, en el auto blanco. Don Víctor me indicó que habíamos llegado. Fue como haber escapado en contra de mi voluntad de un mundo que apenas puedo vislumbrar. Un mundo donde la realidad convivía con lo que ahora llamamos fantasía. Desde luego el cielo estaba matizado con otros colores y las estrellas no se ocultaban tras el resplandor de las luces de neón.
Don Víctor me abrió la puerta y cuando salí me dijo que la historia no había acabado. Así que presté atención y prosiguió con el relato de su abuelo:
“Antes de que el perro desapareciera, éste habló y me dijo entre gruñidos: Agradece que Dios está de tu lado, luego se convirtió en humo y dejó un olor como a azufre. Desde ese entonces nunca llegué tarde a casa ya que el mal adopta muchas formas y se disfraza para llevarnos con él.”
*
"Las historias son como las aves, deben estar libres para que lleven su canto a donde vayan. De igual modo, para que no muera una historia, no te quedes con ella, compártela."