Puta. Qué sé yo cuantos años tendría, diría que unos 16. Me lo soltó un chico, un par de años mayor, cuando intentó algo conmigo y le dije que no estaba interesada. Me acusó de haberle sonreído toda la tarde y de haber sido agradable con él, y obviamente, eso implica que estaba interesada en algo más. Tengo que decir que sus amigos se comportaron como lo hacen, por suerte, la mayoría de los hombres: reprochando su actitud. Años más tarde me lo encontraría de nuevo en un bar de postureo de Madrid, con americana, una copa de vino y un enorme complejo de superioridad. Dese luego, la educación no entiende de dinero, os lo puedo asegurar.
Puta. Me contaban la historia hace unos días. Una conocida había ligado con un par de chicos y había decidido irse con ellos a su casa. Ellos la llevaban en coche. Que digo yo que, antes de continuar con la historia, tendremos que dejar claro que cada una y cada uno hace con su cuerpo y con su vida lo que le da la gana, siempre y cuando sea decisión de uno mismo. Y, de camino a la casa, decidió cambiar de opinión. No sé qué la motivó a hacerlo y, no tengo problema en afirmar que para ellos debió de ser una decepción. Le robaron su dinero y la dejaron tirada en medio de un polígono mientras le gritaban “puta”.
Ante la tercera historia, las respuestas fueron que no se había hecho respetar. Y digo yo que esto no es cuestión de respeto, no tienes por qué hacerte respetar ante nadie. No tienes por qué hacer algo que te han impuesto sólo porque sea lo que se espere de ti, y mucho menos tienes por qué hacer algo que NO quieres porque te da miedo las reacciones si cambias de opinión. Eres dueña de tu vida, y eres dueña de tus actos, puedes cambiar de opinión cuando quieras, y mientras no hieras a nadie con ellos, puedes hacer lo que te dé la gana.
Y sí, todos tenemos que ser conscientes de los riesgos que corremos. Pero no hay que enseñar a las niñas a volver pronto a casa y acompañadas, a no vestir faldas cortas o a no maquillarse de forma provocativa. Hay que enseñar a los niños a tratarlas como lo que son: personas. Y a ellas a tratarse bien entre sí, nada de hacerse valer a costa de los demás.
Estos son algunos ejemplos de todas las historias que podría contarte una mujer. Estoy segura de que tú también tienes la tuya. Creo que sería complicado encontrar alguna mujer a la que alguna vez no le hayan llamado así. Y creo que también lo sería, encontrar a alguna persona (hombre o mujer) que nunca la hayan utilizado.
Si no te gusta que la utilicen contigo, o a las personas a las que quieres, ¿por qué la utilizas?Porque en la lucha de la igualdad, hombres y mujeres comparten responsabilidades y tareas pendientes. ¿La primera? Está claro: la educación.