El ÁRBOL DEL LAUREL, APOLO Y DAFNE, MITOS Y LEYENDAS



Hola a tod@s!! hoy traigo aquí el mito de Apolo y Dafne espero que os guste.

Simbología: Apolo era el Dios de la música y de las artes. La lira de siete cuerdas era el instrumento particular de Apolo; la corona de laurel, tradicionalmente se colocaba en la cabeza de músicos y poetas.

Apolo, gran cazador, quiso matar a la temible serpiente Pitón que se escondía en el monte Párnaso.

Habiéndola herido con sus flechas, la siguió, moribunda, en su huída hacía el templo de Delfos. Allí acabó con ella mediante varios disparos de sus flechas.

Delfos era un lugar sagrado donde se pronunciaban los oráculos de la Madre Tierra. Hasta los dioses consultaban el oráculo y se sientieron ofendidos de que allí se hubiera cometido un asesinato. Querían que Apolo reparase de algún modo lo que había hecho, pero Apolo reclamó Delfos para sí. Se apoderó del oráculo y fundo unos juegos anuales que debían celebrarse en un gran anfiteatro, en la colina que había junto al templo.

Orgulloso Apolo de la victoria conseguida sobre la serpiente Pitón, se atrevió a burlarse del dios Eros por llevar arco y flechas siendo tan niño:

- ¿Qué haces, joven afeminado -le dijo-, con esas armas? Sólo mis hombros son dignos de llevarlas. Acabo de matar a la serpiente Pitón, cuyo enorme cuerpo cubría muchas yugadas de tierra. Confórmate con que tus flechas hieran a gente enamoradiza y no quieras competir conmigo.

Irritado, Eros se vengó disparándole una flecha, que le hizo enamorarse locamente de la ninfa Daphne, hija de la Tierra y del río Ladón o del río tesalio Peneo, mientras a ésta le disparó otra flecha que le hizo odiar el amor y especialmente el de Apolo.

El calor ha recluido en sus guaridas a las fieras, el río parece haber detenido el curso de sus aguas y ni siquiera rasgan el aire las alas de las mariposas. El sol deja caer a plomo sus rayos, penetra entre las ramas y sofoca en el bosque todo signo de actividad. Silencio. Dafne, con los ojos entornados, descansa sentada en la orilla, refrescando sus pies en la corriente del río Peneo. 

De pronto, se incorpora y gira hacia atrás la cabeza. Quizá la ha alertado un ruido, el roce de una hoja, o la sensación de una mirada ardiente sobre su nuca. A unos pasos de ella, un hombre en pie la mira. Al percibir el sobresalto de la muchacha, el hombre tiende hacia ella su mano y le dice: “no temas, soy Apolo y ardo de amor por ti.” 

Los pies de Dafne vuelan más veloces que el viento, se internan entre los árboles, saltan nudosas raíces, esquivan obstáculos. Si antes eran aliados de su belleza, ahora sus cabellos son un estorbo, pues se prenden en las ramas y le frenan la huída. Apolo no es menos veloz: a él no lo impulsa el miedo ni el rechazo, sino el deseo.
El descarnado e inmediato deseo de poseer a la joven espolea su cuerpo entero, le confiere energía y lo hace incansable. A Dafne se le agotan las fuerzas: sus piernas flaquean, la respiración se hace más fatigosa, sus movimientos se tornan torpes. Siente a sus espaldas el aliento del dios, las puntas de sus dedos que están a punto de aferrarla. 

La ninfa dedica su último esfuerzo a pedir auxilio a su padre, el río Peneo: “Padre” – dice – “si tienes algún poder divino, ayúdame. Haz que desaparezca este cuerpo mío, puesto que es lo único de mí que desea mi perseguidor”

"Apenas había concluido la súplica, cuando todos los miembros se le entorpecen: sus entrañas se cubren de una tierna corteza, los cabellos se convierten en hojas, los brazos en ramas, los pies, que eran antes tan ligeros, se transforman en retorcidas raíces, ocupa finalmente el rostro la altura y sólo queda en ella la belleza".

Este nuevo árbol es, no obstante, el objeto del amor de Apolo, y puesta su mano derecha en el tronco, advierte que aún palpita el corazón de su amada dentro de la nueva corteza, y abrazando las ramas como miembros de su cariño, besa aquél árbol que parece rechazar sus besos. Por último le dice:

- Pues veo que ya no puedes ser mi esposa, al menos serás un árbol consagrado a mi deidad. Mis cabellos, mi lira y aljaba se adornarán de laureles. Tú ceñirás las sienes de los alegres capitanes cuando el alborozo publique su triunfo y suban al capitolio con los despojos que hayan ganado a sus enemigos. Serás fidelísima guardia de las puertas de los emperadores, cubriendo con tus ramas la encina que está en medio, y así como mis cabellos se conservan en su estado juvenil, tus hojas permanecerán siempre verdes.

Existe otra versión del mito en la que Daphne es hija de Amiclas. Gran amante de la caza y de las montañas lejanas a las ciudades, es la preferida de Artemisa. Leucipo, hijo del rey de Élide, Enómao, estaba enamorada de ella, por lo que se vistió de mujer para poder acercársele. Así disfrazado se convirtió en su compañero inseparable, hasta que Apolo, celoso, inspiró a Daphne y sus compañeras el deseo de bañarse en una fuente.

Leucipo se negó pero sus ellas le obligaron a desnudarse, descubriendo así su engaño. Furiosas, se lanzaron sobre él, pero los dioses lo volvieron invisible. Entonces, Apolo se precipitó para atrapar a Daphne pero ella consiguió escapar y le rogó a Zeus que la convirtiera en laurel, que es el significado de Daphne en griego.



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