Hasta que ha pasado lo que ha dado pie a este nuevo post: los comentarios en la redacción del reportaje. Comentarios como “En algunos casos sólo hay costillas que enseñar” (ha habido también algún comentario más bastante desafortunado, pero no me voy a molestar ni en buscarlo para escucharlo de nuevo), he de reconocer que me han fastidiado. ¿Por qué? No son mis costillas, claro, con lo que no es nada personal por lo que tomármelo a la tremenda. Pero me molesta que las mollitas (o lorzas) ni se nombren por temor a herir sensibilidades (es más, se alaben en algunos casos), y las chicas que están flacas sean poco más o menos que una especie que merezca la extinción.
¿La sensibilidad de los sacos de huesos no cuenta, no?
Desde aquí os lo digo: no temáis. Las huesudas no mordemos, no contagiamos enfermedades y en muchos casos no elegimos estar flacas, somos así por constitución. Y por más bocadillos que comamos, dulces, platazos de arroz al horno, tartas, tortillas, y un sinfín de carros enteros de la compra, no logramos engordar un gramo. Y os puedo asegurar que muchas veces es muy a nuestro pesar. Así que cuando nos dicen cosas como “qué flaca estás”, “qué mala cara haces” o “uy, ¿has vuelto a adelgazar?”, no nos gusta mucho que digamos, más bien todo lo contrario. A nadie le gusta que juzguen su físico, ya seas una 46 o una 36, porque todos tenemos inseguridades y complejos, y bastante tenemos ya con las tonterías que nos meten en la cabeza las pasarelas y las grandes marcas, como para echarnos
Mujer real.
¿Y quién me tiene que decir a mí lo que es una mujer real?
Para mí, una mujer real no es aquella que critica a otra de su género o que la hace sentir de menos, sino aquella que lucha contra estereotipos, la que te empuja a ser mejor, la que trata de sentirse bien consigo misma sin herir los sentimientos de nadie, sea gorda o flaca, sea fea o guapa. Una mujer real jamás llamaría saco de huesos a una 34 ni foca marina a una 52, porque una mujer con lo que hay que tener, defiende a otra mujer, jamás la hunde.
Para mí, una mujer real mide a las demás por sus virtudes y no por sus defectos. Nunca humilla, nunca dice cosas como “¿Y esto te lo pones tú? Si parece de Zara Kids…”, ni mucho menos te manda a Punto Roma a por un buen vestido-carpa de circo, llamándote gorda entre dientes. (Desde aquí aprovecho para decir que me parecen una manada de imbéciles acomplejados todos los que se meten, por ejemplo, con Tania Llasera por haber engordado, o con Heidi Klum, por haber adelgazado).
Para mí, una mujer real, es una chica que cada mañana coge su quitaojeras y le pone una sonrisa al madrugón que se acaba de pegar, con toda su buena voluntad, con todas sus ganas de verse bien y de gustarse a sí misma y al resto de población mundial. Que tapa michelines o huesos, pero que tapa algo que le parece feo, sólo porque así se siente mejor. Y esa chica, que puedes ser tú, o que puedo ser yo, creo que como poco se merece respeto.
Sí, respeto.
Porque, no os equivoquéis, una mujer real no es una superwoman. A veces no puede con todo. A veces, está hasta las narices del trabajo, del novio o el marido, de los niños, de las facturas, de todos los rollos que tiene la vida. A veces, en el peor de los casos, puede encontrarse mal física o mentalmente. A veces, puede estar de bajón sin más. No todo es fiesta. Que aquí parece que tengamos que ser la maldita chica All Bran, que se come unos cereales y baila el twist con unas bragas rojas en el salón. Y no.
Que se han pensado que somos las de la falda lápiz y el tacón de aguja, con un maletín de piel negro y una camisa blanca abrochada hasta donde asoma el canalillo. Profesional pero sexy. Guapa pero lista. Se han pensado que aunque nos quejemos, siempre tragamos con todo lo que nos ponen por delante, así que, qué más da. Porque claro, ya nos hemos acostumbrado a eso de cobrar menos, estar más
Qué hartura.
¿Encima de todo esto que la sociedad ya nos complica, vamos a ponernos ENCIMA a librar la lucha de las tallas?
Porque quién dicta lo real y lo irreal. Quién tiene las agallas de dictar aquí las normas.
Yo soy una XS. No me transparento (de momento). Me mantengo en pie. Como. No hago régimen. Siempre he querido estar más rellenita. Siempre me ha fastidiado cuando me han dicho que estaba más flaca, cuando deseaba lo opuesto. Pero ahora, por suerte, me siento bien conmigo misma.
Pero hay gente que no. Y me crispa escuchar comentarios despectivos sobre una mujer, sea quien sea y esté como esté, en las noticias. Me parece insultante. Machista. Estúpido.
Así que espero que aunque no arregle el mundo, quien lea este post, sea quien sea, esboce una sonrisa de rebeldía. Y que midamos algo más las palabras y los comportamientos. Porque nadie es de piedra. Nadie es tan duro. Ni siquiera los sacos de huesos.
Para todas las chicas, mujeres, señoras reales que lean este post.
Va por todas nosotras.
Y que le den por saco al mundo.
M.
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