Como ya me he cansado de tanto arcoiris y unicornio, hoy rajaré. Sí.
Odio la gente que habla sin mirar a los ojos y que escucha sin abrir bien los oídos. Odio los guisantes y los anuncios de detergentes. Odio los consejos no aplicables a la vida real y a quienes los dan. Odio que la gente hable en tercera persona cuando quiere hacerlo en primera. Odio los músculos ficticios y los cerebros de cartón. Odio el arroz vomitivo que les dan a los guiris haciéndoles creer que es Paella. Odio el café de máquina, pero reconozco que es el que más me despierta. Odio a los pijos que van de alternativos y a los alternativos que desprecian a los pijos. Odio que en Octubre ya hayan turrones en los supermercados y en Marzo piscinas de plástico en las propagandas de El Corte Inglés. Odio depilarme las cejas y perder las parejas de los calcetines. Odio darme cuenta de las erratas en los post y sentir que voy mal vestida. Odio los chicles tropicales y el sabor del Frenadol.
Odio que ahora todas digan que sus películas favoritas son “The Holiday” y “El diario de Noah”. Odio que los hipsters no reconozcan que, como yo, desayunan viendo capítulos viejos de “Los Serrano” en FDF. Antonio Resines es uno de mis ídolos (y el vuestro también), ahí queda eso. Además, sigo pensando que esta escena marcó un antes y un después.
Odio las fincas de los sesenta y las patatas fritas de McDonalds. Odio las mochilas con ruedas y las gargantillas. Odio los bolsos de imitación: el eterno querer y no poder. Odio los tachones si no son en mi escritorio. Odio las luces de hospital y las velas en grandes cantidades (creo que hay que saber distinguir el punto que diferencia lo romántico de lo incendiario). Odio el peloteo de los blogs, las confianzas excesivas y el puro y duro Spam. Odio los “favores”. Odio la gente que quiere parecer más graciosa de lo que es y las bloggers que no contestan a e-mails. Odio la compraventa de público y los selfies cuando no son en grupo. Odio el noble arte de copiar y el exceso de información. Odio las fotos con un “yummie” al lado (esto ya lo he dicho alguna vez).
Odio que a los de nuestra generación se nos tilde de vagos y poco idealistas, por decirlo de alguna manera. Odio la fiebre de “La felicidad se lleva dentro” (aunque tengo una bolsa de tela donde pone exactamente eso). Hace unos años estuvo genial, pero ya no, en serio. El lunes lo comentaba con un amigo. Yo fui la primera pro-positivismo, lo reconozco, pero hay que saber avanzar. Odio Twitter, sigo sin verle la gracia. Odio lo diferente que se ha convertido en “típico”. Odio que nadie reconozca que creció escuchando a Dani Martín y los suyos. Yo al menos, aprendí un poco mejor lo que era estar enamorada con “Una foto en blanco y negro”. No sé vosotros.
Odio que parezca que todas hayamos empezado a crecer con “Sexo en Nueva York” y con “Anatomía de Grey”. Lo que yo veía realmente era “Dawson Crece”, y lloraba a moco tendido en casi todos los capítulos. “Sexo en Nueva York” lo hacían por aquel entonces en A3 no recuerdo qué día, pero sí que era tarde, sobre las 23:00 o más, y yo estaba convencida de que era porno, así que prefería no arriesgarme cambiando el canal por si me pillaban de pleno.
Odio que se lleven tanto los zapatos masculinos y que encima me gusten. Odio que Benefit sea tan caro. Odio los Peep Toes y las Vans. Odio los tatuajes tribales y los piercings en la lengua. Odio ser bajita cuando voy a conciertos. Odio la moda de dar las noticias de pie que tienen ahora en los telediarios. Odio que nada más compren algo, las clientas pregunten si se puede devolver: comprar algo pensando que lo vas a devolver es como empezar a salir con un chico que sabes que vas a dejar.
Odio que nos acusen de no leer cuando si fueran más baratos compraría un libro al día. Odio que el autor se lleve una miseria de beneficio con lo mucho que cuesta escribir algo que valga realmente la pena. Es injusto y desalentador. Odio que cualquiera que junta palabras y les echa ambientador se considere escritor/a. Requiere años de práctica y experiencias que sepan traspasar. Lo que tiene un escritor de verdad, se tiene o no se tiene. La mayoría de los que andamos por aquí tal vez no lleguemos nunca a serlo, así que más nos valdría una buena cura de humildad y no creernos alguien por recibir buenos comentarios (comentarios que en muchas ocasiones tan solo se dejan por la necesidad de feedback).
Odio la palabra “cuqui”, pasando por el “cari” y “querida”.
Odio la porcelana y los ectoplastas.
Odio odiar, pero ya véis, soy humana.
Y como he dicho al principio, ya está bien: Postureo, el justo.
Gracias por la inspiración, ya sabes.
La chica de los jueves.
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