El fin de semana pasado tuve la suerte de poder disfrutar de Salzburgo. Y la verdad, está ciudad austríaca como sacada de un cuento: ¡no me pudo impresionar más! Se trataba de un viaje familiar con el simple objetivo de pasar tiempo juntos. Así que os imaginaréis, que para nada llegué a recorrer la ciudad ni sus alrededores en su totalidad. Pero lo que ví, fue más que suficiente para considerar este lugar: ¡como uno de los más bonitos que visité jamás!
¡Salzburgo es una ciudad de lo más sensacional! Me impresionó un montón el contraste que por allí hay, entre lo moderno y lo tremendamente tradicional. Su casco antiguo de estilo barroco, es simplemente impresionante y en él no falta detalle. Hasta está rodeada de un paisaje montañoso espectacular: ¡los mismísimos Alpes! A todo esto, vamos a sumar su importancia cultural porque se trata de la ciudad natal del entrañable genio musical *Mozart*. De ahí que sea mundialmente famosa por sus festivales musicales y eventos culturales. Su amplio río *Salzach* cruza la ciudad, y sobre él abundan los puentes que te permiten cruzarlo tan ricamente de aquí para allá. El más bonito de todos es el llamado *Makartsteg*, que está lleno de candados que miles de personas allí dejaron. Por amor, curiosidad, suerte o simplemente dejar huella en la ciudad. ¿No os parece una preciosidad?
Pero si hay algo que me encantó, fueron los jardínes del *Palacio de Mirabelle* (Schloss Mirabell & Mirabelgarten). Llenos de esculturas de unicornios, fuentes y flores en las que predomina el color rojo. A este palacio de inspiración francesa-italiana, se puede acceder de manera gratuita. Y la verdad, merece muchísimo la pena hacerle una visita. Si no me creéis, preguntárselo a mis sobrinos caninos Frida & Pepe. Ellos si que disfrutaron pero bien de su paseo matutino. Esta vez rodeado de buenas vistas y esos prados tan verdes que al parecer huelen tan bien y donde les encantó entretenerse.
Pero si de verdad queréis alucinar, no os podéis perder las vistas desde lo alto de la fortaleza *Festung Hohensalzburg*. Subidos allí arriba, podréis disfrutar desde otra perspectiva de la ciudad de Salzburgo y sin perder detalle de cada rincón que probablemente ya hayáis visitado. Paseando por allí, os imaginaréis cómo debía de ser la vida mil años atrás. ¡No es de extrañar que sea el castillo mejor conservado de Europa Central!
De la gastronomía tradicional austríaca, ya ni hablamos porque: ¡soy una auténtica fan incondicional! Os recomiendo pasaros por estos dos restautantes: Goldene Kugel y Zum fidelen Affen. En el primero, podéis probar su Wiener Schnitzel y en el segudo sus Spinatknödel. No olvidéis dejar sitio para el postre, porque digamos que en eso: ¡los austríacos son bastante resabiados! Tampoco dejéis de visitar los mercados que diariamente hay por el casco antiguo de la ciudad. Tanto en el Grünmarkt como en el Schrannenmarkt, hay adorables puestecitos donde pódeis tomar algo o picar alguna que otra especialidad de la ciudad.
Y para terminar, pasaros por la calle *Getreidegasse*. Se trata de una zona peatonal en el corazón del casco antiguo de la ciudad. En ella además de abundar estupendas tiendas dignas de un shopping-maratón, también está la casa natal de Mozart (foto 3). Ya sean modernas, internacionales o hasta las tiendas más tradicionales, todas tienen su cartel de hierro forjado colgado: ¡y totalmente personalizado! ¡Ah! Y si al igual que yo, os encantan los adornos de Navidad: ¡Salzburgo es vuestra ciudad! Porque aquí es posible comprar decoración navideña cada día del año. Llueva, nieve o haga un calor de muerte, en Salzburgo siempre hay una opción para pasar un buen rato. Así que ya me diréis qué tal os va, si al final decidís visitarlo.
¿Qué os ha parecido? ¿Ya conocéis Salzburgo? ¡Espero vuestras respuestas en los comentarios!
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