Tres veces visité París y todas ellas lo hice en coche, pues formaba parte de alguna parada estratégica de mis viajes de carretera entre Berlín y Asturias (y viceversa). Recuerdo la primera de ellas con mucha emoción. Fue en septiembre del año pasado y pude disfrutar de la torre Eiffel desde diferentes perspectivas. Pues, llegar a París en coche tiene algunas ventajas: te da flexibilidad y se puede llegar a lugares en los que apenas hay turistas. Moverse en coche por París, te permite ver mucho en poco tiempo y desde un punto de vista único. ¿Y tiene desventajas? ¡También! Ya que conducir por las calles de París podría definirse como una experiencia de riesgo. En París, los conductores no respetan ni el orden de llegada ni la prioridad de salida en los carriles. Así que intentar salir de un atasco o de una rotonda como la del Arco de Triunfo, puede ser toda una aventura. Sobre todo, si se consigue a la primera.
La segunda visita a París la hice durante el mes de julio de este verano. Fue rápida, pero disfrutona ya que solo paramos a almorzar durante la ida de nuestro viaje de carretera entre Berlín y Asturias. Dejamos el coche en el Parking Saint Germain Des Prés que busqué con anterioridad y donde no hace falta reservar. Y almorzamos justo encima en el Cafe Louise (155 Bd Saint-Germain) que aprovecho para recomendaros si buscáis un restaurante. Pues además de comer muy bien, lo haréis en una terraza con el mítico encanto parisino.
Visitar París dos veces en menos de un año (aunque fuera solo de paso), fue suficiente para que se situara entre mis ciudades europeas favoritas. Y si algo me quedaba claro, es que iba a volver con más tiempo. Y eso fue lo que hicimos a principios de septiembre mientras volvíamos de Asturias a Berlín en coche. Concretamente, paramos en París durante el segundo día de nuestro viaje de carretera y pasamos dos noches (desde la noche del viernes al domingo por la mañana). Aunque en realidad como llegamos tarde, solo disfrutamos un día y medio de París. Pero, creo que muy bien aprovechado.
El tema del alojamiento en París es un asunto complicado porque si se busca un hotel con encanto los precios son demasiado elevados. Lo que normalmente pagaríais por una habitación en otra capital europea se multiplicará por dos o tres. Por eso, hay dos opciones: alojarse en hoteles más baratos (y con encanto) en zonas en las que para todo hay que coger el metro o hacerlo en un hotel asequible y normal en alguna calle central. Nosotros optamos por la segunda opción y nos alojamos en el hotel K+K Hôtel Cayré Saint Germain des Prés en el Boulevar Raspail. Elegimos este porque hace esquina con el Boulevard Saint-Germain, una zona que nos gusta mucho y está muy cerca de las míticas atracciones parisinas.
Sin olvidar, este tema: ¿dónde dejar el coche en París? Ya que la mayoría de los hoteles en París no ofrecen aparcamientos privados, por lo que es casi imposible dar con uno que además de aceptable y central, disponga de parking. El nuestro no lo tenía, pero nos recomendaron uno privado en la calle Rue Bac de Montalembert. Lo encontraréis como Saemes Parking Bac Montalembert y tuvimos una buena experiencia dejando el coche en él. El único incoveniente fue el precio. Pues, dejar el coche en un parking central de París durante un día y medio nos costó 60 euros.
Y ahora, sí. Me voy a centrar en contaros lo que hice en París. Como por ejemplo, ir a desayunar dos mañanas a la cafetería NOIR (9 Rue de Luynes) porque queríamos evitar el desayuno del hotel que además de carísimo, no nos resultaba nada apetecible. También recorrí el Boulevard Saint-Germain unas cuantas veces, disfrutando de la arquitectura de sus edificios y los escaparates de las tiendas que son puro arte. Me encantó perderme por la librería LEcume des Pages (174 Bd Saint-Germain) de la que me llevé varias cosas de papelería y que además de inspiradora, abre hasta la medianoche.
Pero con lo que más disfruté, fue pasando la mañana del sábado en el Jardin des Tuileries lleno de flores, esculturas y fuentes. Y desde donde se puede disfrutar de unas buenas vistas a la famosa Place de la Concorde y la torre Eiffel. Compramos algo para almorzar en uno de los restaurantes que abundan por allí y lo comimos sentados en una de esas míticas sillas verdes parisinas. Se pueden mover para disfrutar de las mejores vistas. No sé si lo sabéis, pero su diseño procede del 1923 y es una de las mejores maneras de camuflarse entre los parisinos.
Desde ahí, aprovechamos para visitar el Louvre y ver sus obras más celébres como la Gioconda de Leonardo da Vinci o la Venus de Milo. Aunque reconozco que disfruté tanto (o más) observando las obras de arte como su famosa pirámide de cristal o su arquitectura interior (especialmente sus techos). Si queréis evitar colas, os recomiendo sacar las entradas online con antelación. Merece bastante la pena ahorrar la espera, pues necesitaréis como mínimo unas dos horas para recorrerlo (aunque sea por alto).
Algo que me sorprendió del museo Louvre es que la mayor parte de los visitantes se acumulaban en las salas con obras más representativas, estando otras (igual o más interesantes) completamente vacías. Como el caso de la planta donde se exponen algunas obras impresionistas de artistas franceses y donde había una ventana con unas vistas increíbles que pasaban totalmente desapercibidas (podéis verlas en la foto de arriba). Descubrir París a orillas del río Sena también es un buen plan, forma en la que disfruté por primera vez de estas vistas a la catedral de Notre Dame.
Uno de los mejores momentos de mi visita a París, fue cuando cenamos en el Café de Flore (172 Bd Saint-Germain). Todo un icono parisino donde siempre quise ir, pero no había podido porque suele haber cola de espera y nunca tenía suficiente tiempo para hacerla. Pero la última noche que pasamos en París, lo conseguí. ¿Quién sabe? Quizá porque los franceses no acostumbran a cenar a las ocho de la tarde... Por si os interesa, ofrece platos típicos de la gastronomía francesa y tiene muy buen ambiente. Fue una experiencia única que seguro repetiré.
La de cosas que me han quedado pendientes por hacer en París: ver la torre Eiffel iluminada al anochecer, disfrutar de la obra Decorations des Nymphéas de Monet en el Musée de l´Orangerie o recorrer Montmartre. Pero no pasa nada. Así, ya tengo una buena excusa para volver una cuarta vez. ¿No creéis?
¡Y hasta aquí ha llegado el post de hoy! Espero que os haya gustado e inspirado. ¿Conocéis París? ¿Qué es lo que más os ha gustado? ¡Espero vuestra respuesta en los comentarios! Y de paso, os mando un abrazo.
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