Y así me encuentro yo. Afirmando rotundamente que no he perdido un año de mi vida.
Está claro que me he perdido viajes, nuevos países – el confinamiento comenzó a 4 días de coger un vuelo a Costa Rica -, he perdido visitas con amigos, he perdido bodas, siento lejos lejísimos a mis amigos…
Pero me quedo con todo lo que he ganado. He descubierto mi barrio, en cada estación del año y con todas las climatologías posibles; he aprendido a valorar un hogar, la luz en el hogar; he aprendido a poner en perspectiva los problemas que realmente no son problemas; a valorar el lavavajillas que no tengo…
Siempre he valorado y apreciado las cosas pequeñas y cotidianas de la vida. Pues bien, aquello tan cotidiano ha dejado de serlo. El tomar un café con una amiga, una cerveza en la terraza… Pequeños gestos que en Alemania no podemos hacer desde hace 5 meses.
Esta reflexión sin sentido quiere reafirmar que no he perdido un año. Que a pesar de todo, me considero afortunada, muy afortunada.
Espero que, haciendo la vista atrás como muchos estos días, podáis afirmar también que no habéis perdido un año. ¡Ánimo!