Hoy en día decidir a qué festival de música acudir parece algo tan crucial como elegir pareja, escoger una carrera o ponerle un nombre a tu mascota. Al existir una oferta tan amplia (pero, por desgracia, bastante similar en contenidos), los organizadores de dichos festivales se comportan como gigantescos relaciones públicas en una noche de fiesta, entregando flyers y descuentos para convencer a los transeúntes de ser la mejor oferta, esperando que luego estos pueblen las redes sociales de fotografías, vídeos y testimonios con sus experiencias. Experiencias generalmente positivas, pues estamos en verano, y ya saben lo que dicen del verano:
"when the legend becomes fact, print the legend"
El Sonic Blast parece encontrarse en una posición privilegiada en la que poder abstraerse de la euforia festivalera, pero a la vez hacer las cosas con criterio y originalidad. Situado al norte de la costa portuguesa, en la pequeña localidad de Moledo Do Minho, esta cita musical ha congregado en su última edición a lo mejor de las casas del stoner rock y la psicodelia. Estos géneros, habitualmente fuera del entorno comercial (excepto por bandas como Queens of the Stone Age) pero con un público muy definido, ayudan a que este tipo de convocatorias tengan una acogida templada pero potente.
El plan es seductor: dos escenarios, el primero con piscina incluida para los conciertos de la tarde y el segundo en un recinto de mayor tamaño para las citas nocturnas. Precios populares tanto en comida como bebida y un pueblo acogedor que, aunque rural, desprende cierto aire exclusivo gracias a sus numerosos e impolutos chalés y a la atractiva imagen de sus habitantes. El agua de su enorme playa está fría como el hielo debido a la gélida mezcla del océano atlántico y la desembocadura del río Miño, pero con buen tiempo es un mal menor. La zona se encuentra rodeada por varios montes, y las cuestas hacen que ciertos viajes se hagan más pesados que otros, especialmente desde la zona de camping hasta el recinto de conciertos y desde este hasta la after party oficial, situada en lo alto de un agotador trayecto.
El cantante de Mr Miyagi, en lo alto del escenario de la piscina
Pero hablemos de música. Para los menos aficionados al género, tanto sonido de bajo y largas combinaciones de guitarras distorsionadas podrían parecer, a la larga, faltas en sustancia, además de hacernos más complejo el poder captar matices entre un tema y otro, o incluso entre una banda y otra. Algo así ocurrió con los portugueses Black Bombaim durante la primera jornada, cuyos integrantes no lograron dar un concierto meramente trascendente y podrían haber sido fácilmente reemplazados por los ovetenses Acid Mess, los cuales si supieron entretener al público en la piscina y dejarnos con ganas de saber que nos hubiesen ofrecido de haber tocado más minutos y en otro ambiente. Tras ellos, también en el escenario de la piscina, cerraron Jibóia, dúo portugués con una propuesta muy original. El peso de la noche corrió a cargo de los barceloneses Prisma Circus y los californianos The Bellrays (muy interesante y disfrutable la mezcla de soul y rock pesado de este grupo): ambos, correctos en lo suyo, hicieron más cómoda la espera hasta la cabeza de cartel, los japoneses Church of Misery. Sus miembros, abanderados del doom metal (similar al stoner pero más pesado y nacido como un subgénero del heavy), derrochaban carisma, se entregaron al público y su música, pausada y dada a largas contemplaciones resultó sin embargo enormemente placentera. Tal vez con quince minutos menos hubiesen producido el mismo resultado, pero a estas alturas el pecado de la excesiva duración en los conciertos era más un requisito asumido que un auténtico problema.
Prisma Circus
El segundo día solo mejoró lo esperado. Tras una tarde correcta pero sin grandes sorpresas, lo jugoso vino en el escenario principal. A las ocho tocarían los gallegos Guerrera, y tras ellos la cosa no haría más que mejorar. Si Guerrera supieron resultar dedicados y agradecidos, The Blues Pills añadieron a lo que parecía inmejorable un toque extra de talento. La cantante, Elin Larsson, es uno de esos raros especímenes del mundo del rock, cuyo talento como cantante podría comparar con el de Janis Joplin sin sentirme incómodo. Para cerrar el Sonic Blast 2014 los veteranos The Atomic Bitchwax comenzaron con la presión añadida de necesitar resultar especiales para una multitud con los oídos algo colapsados con tanta intensidad musical. Pero para ello tenían el bajo de Chris Kosnik y muchas ganas de pasárselo bien con temas como Hope You Die.
Blues Pills
Técnicamente no le encuentro pegas al despliegue encontrado en Moledo. Supieron cubrir un presupuesto que se notaba reducido, y aunque alguna prueba de sonido se demorase más de lo querido, una vez que las luces se encendían las bandas se rodeaban al instante de la atmósfera requerida.
En definitiva, una gran edición de un festival donde poder salir de lo que habitualmente escuchamos, donde la gente no saca fotos con su iphone en primeras filas y donde disfrutar una vez más de esos dos extraños amantes que se juntan cada año: la música y el verano.