La luna, esa eterna compañera de la humanidad, es la que marca el inicio y el final de unos días especialmente intensos para el cristianismo, la Semana Santa. 7 días de procesiones, rezos, penitencias, reflexión, meditación y, finalmente, alegría desbordante que se celebra en muchos rincones del mundo entre los meses de marzo y abril de cada año.
Miro la fotografía elegida por Gretur Viajes para ilustrar este pequeño artículo y no quiero pensar en Cristos agonizantes o en penitentes rasgándose las vestiduras y, de paso, su propia piel. Tampoco quiero que broten recuerdos de esas largas horas de rodillas orando en capillas frías o de los falsos profetas que amenazaban con el fuego eterno a quien probara un pedacito de carne los días de prohibición. Me gusta recordar cómo me sentía en la infancia admirando las bellas tallas de los pasos procesionarios, el olor del jersey recién estrenado el Domingo de Ramos, la mano amable que me tendía ese enorme papón con el rostro encapuchado? Quiero recordar cómo se me ponía el vello de punta cuando arrancaban los cornetines, las trompetas y los tambores de la banda de música de las cofradías, la digna solemnidad de la procesión del Viernes de Dolores o ese brillo especial que inundaba los ojos de los creyentes cuando resucitaba un año más su líder y guía espiritual.
Me quedo con lo mejor de la Semana Santa, con la sensación de que se trata de unos días especiales en las que todos, tanto los fieles cristianos como los amantes de la historia y la cultura, disfrutaremos de la fiesta del triunfo de la vida sobre la muerte. Una conmemoración que un año más unirá los corazones de aquellos de nosotros que brindaríamos de corazón por algo muy simple y a la vez muy complicado: la ansiada paz mundial.
Imagen:
“It’s the Holy Week! (3443051082)” by Andrew A. Shenouda from Riyadh, Saudi Arabia - It’s the Holy Week!. Licensed under CC BY 2.0 via Wikimedia Commons.