El pasado 24 de marzo, precisamente el mismo día que Robbie Williams iniciaba su gira Let me entertain your tour en Madrid, Zayn Malik, uno de los miembros de la boy-band One Direction, abandonaba a sus amigos para iniciar su carrera en solitario. La mayoría asociaba esta decisión a la que otros antes que él tuvieron que tomar: desde Beyoncé dejando a las Destiny"s Child pasando por Justin Timberlake y su salida de los Backstreet Boys hasta lo igualmente ocurrido entre Take That y el propio Robbie.
Y es que Robbie Williams no se entiende de forma aislada. Es una de esas celebridades cuya trayectoria depende más de lo que han dicho de él y como ha sabido manejarlo que de lo que él haya podido decir de si mismo. La mayoría de sus canciones, de hecho, hablan de eso, de su relación con el mundo, con la fama, con la autenticidad musical. Ha sido centro de infinidad de polémicas (ambigüedad sexual, drogas, peleas) que le han ido puliendo, otorgándole poco a poco las riendas de su propio futuro. Ahora mismo no está exento de problemas, pero a pesar de algunos tan notables como dificultades económicas y enemistades por doquier se atreve a sacar un último disco en cuya portada nos enseña el culo a todos, especialmente a su antigua banda, con la que coincidía en fecha de lanzamiento. El mismo Robbie de siempre, pero saltando al agua solito.
Otro elemento que define a Robbie Williams en su trayectoria musical son sus influencias y sus gustos. En el rock, de todo. Tiene elementos de George Michael, la pasión y la entrega de Freddy Mercury (reforzando esa sexualidad ambigua que mencionábamos antes) y una puesta en escena digna de Michael Jackson. Tiene, además, el gusto por la personalización de sus conciertos que caracteriza a Springsteen (ambos interactúan con el público y se muestran sinceros y ajenos a guiones) o la tendencia al maquillaje y las poses glam de los KISS. Por si fuera poco, es un reconocido admirador de Frank Sinatra o Dean Martin, y su gusto por lo clásico se ha dejado ver en numerosas ocasiones, llenando discos de versiones de himnos del swing y el pop de los cincuenta.
Es esta faceta "homenajeadora" la que parece predominar la gira en la que Williams se encuentra inmerso. Por lo que pudimos ver en Madrid y se sigue viendo en ciudades como Barcelona o París, ha preferido renunciar a algunos de sus más demandados temas como Hot Fudge o Strong a cambio de emblemas musicales tales como Bohemian Rhapsody, I love rock and roll o Minnie the moocher. El público que vaya o haya ido, pues, buscando al Robbie Williams de Take That o a un músico empeñado en repasar sus grandes éxitos con mimo, se sentirá algo decepcionado. Aquel que sepa de su personalidad ecléctica, arrogante y ambiciosa y haya ido prevenido, entenderá el concierto como una experiencia inabarcable.
Robbie Williams no tiene la voz de Mercury. No tiene el aguante de Springsteen, el magnetismo de Jackson ni, por supuesto, la elegancia de Sinatra. Su pasado sensiblero le impide llegar a ser tan rockero como Young o Simmons, y tal vez lo único que le separe de Michael es haber aguantado mejor (mucho mejor) el paso del tiempo.
Pero Robbie Williams ocupa un espacio humilde, que ninguno de los anteriores se ha preocupado mucho en ocupar, en el panorama musical actual y en la historia de la música moderna. Es el incansable artista empeñado en demostrarnos ser el mismo chaval que cantaba con cara de chiste Back for good y a la vez otra persona mejor, capaz de sentarse con los más grandes. Es una dualidad en si mismo. Es humilde y arrogante. Como dice en Come undone:
So need your love, so fuck you all
Es ese hombre que nos pregunta al entrar en nuestra ciudad si nos sigue cayendo bien, pero luego se acuesta con nuestras mujeres y revienta nuestras despensas. Y mientras nos sonría con esa cara de no haber roto un plato y siga siendo, sobre todo, tan divertido, tendremos que dejarle pasar y responderle que, por supuesto, he"s still our son. Faltaría más.
foto: Robbie Williams Spain