Sinopsis: Ruth siente un vínculo especial, esotérico, con Marafariña. Su propio corazón, su latido, es inherente al propio pulso de una Marafariña que la ha acompañado siempre, en cualquier faceta de su vida. Apenas ha necesitado nada más para sobreponerse a su compleja situación personal: toda su existencia está sometida a unas poderosas y restrictivas creencias impuestas por sus padres, a raíz del fallecimiento de su hermano mayor. Enfrascada en una vorágine de obligaciones, siguiendo el camino estipulado sin replantearse ninguna de sus pautas, sobrevive enfriando sus sentimientos y anulado sus deseos o su curiosidad.
Sin embargo, la llegada de Olga a la solitaria aldea parece desbarajustar el equilibro y la paz de Marafariña y de la propia Ruth, como si repentinamente, la inmutabilidad de la Naturaleza del lugar y de la muchacha se resquebrajasen como las otoñales hojas secas. A partir de entonces, el virginal bosque de emociones en el que vivía Ruth, se ve surcado por millones de nuevos caminos, nuevas posibilidades y nuevos sentimientos, que le provocan un doloroso, a la par que hermoso, despertar personal.
Reseña:
Sorprendentemente, el clima fue favorable la primera vez que paseé por Marafariña. Temía que cayera uno de esos chaparrones gallegos tan comunes, pero tuve suerte y pude admirar la belleza de su paisaje. Y sobre todo, ser testigo silente de todo lo que iba a acontecer allí, desde mi privilegiada ubicación.
Porque conocí a Ruth, una joven que ansia libertad pero vive en una jaula construida por sus padres, fervientes miembros de los Testigos de Jehová. Junto a ella, asistí a las reuniones de esta religión y pude conocer sus costumbres, sus creencias y sobre todo, a algunos de sus miembros. Como por ejemplo, Jaime, el novio de Ruth, ambicioso y posesivo con ella. Mi privilegio etéreo en esta historia se tornó en tortura al no poder increparle, apartarle de ella a empujones en según qué momentos. Sé que ella me lo hubiera agradecido.
Pero también encontré algunas personas que aportaban estabilidad a Ruth. Mario, por ejemplo. Su amigo, paciente y leal. O a Elisa, que fue ganándose mi atención a pasos agigantados.
Y luego... luego está Olga. Cuando apareció en Marafariña al principio me mostré recelosa, pues sabía que iba a romper la paz de Ruth. ¿Sería eso un cambio positivo o negativo? La observé con atención; era una muchacha rota, afectada por la muerte reciente de su madre y la ausencia de un padre que ahoga las penas en una botella. Algo que no se lograba compensar ni con la presencia de su tía, una mujer que también sufre su propio infierno, pero lo deja todo para ayudar a salvar los restos de este naufragio emocional.
Cuando estas dos chicas se conocieron, si hubieras prestado atención como hice yo, te aseguro que escucharías el sonido de algo quebrándose; probablemente era el pequeño crujido del corazón de Ruth, dividiéndose ante lo que estaba experimentando por otra mujer; pero también podía ser el de la coraza de Olga, cuarteándose ligeramente ante la bondad que mostró la gallega con ella.
Si os siguiera contando lo que acontece a partir de ese encuentro os rompería el misterio que envuelve esta historia, pero podéis creerme si os digo que mereció la pena cada segundo que pasé en Marafariña. A pesar de que no todos los días fueron soleados, de que a veces hubieron tormentas que llegaron a calar mi corazón y asomaron tímidas gotas de lluvia a través de mis ojos. A pesar del dolor, del miedo y de la tristeza que viví a través de las dos protagonistas también viví el amor, la felicidad y me hicieron partícipes de sus anhelos y más ocultos deseos.
Pero lo más doloroso fue el viaje de vuelta a la realidad. Porque ya no estaba Olga, con sus cigarrillos y sus libros, oculta tras una sudadera que le quedaba ancha. Tampoco estaba Ruth, mirando una foto oculta entre las páginas de sus libros religiosos, con su cabeza llena de sueños que no imaginaba que iban a ser tan difíciles de llevar a buen puerto. Y sobre todo, ya no estaba Marafariña, ni siquiera para refugiarme en el banco de su iglesia abandonada.
Marafariña es más que una novela; encierra entre sus páginas un pedazo de alma de Miriam, la autora. Porque como ella misma nos cuenta en su web (que por cierto, os recomiendo totalmente) se trata de una "ficción autobiográfica". Así que como podéis imaginar, no fue un camino fácil de recorrer para ella el hecho de escribir esta historia, tan dura como imprescindible.
Solo puedo acabar expresando mi deseo de volver a reunirme con ellas.