Según va pasando el tiempo en este gran viaje me doy cuenta que en una misma persona somos varias diferentes, con motivaciones y pensamientos cambiantes, dependiendo del mundo y situaciones que nos rodean. En esta ocasión os presento a una de esas personas que viven en mi, ella es:
Una persona bastante normal, nunca llama la atención y siempre está en su mundo. Hay gente a partes iguales que la quiere y que no la soporta, no porque sea mala o algo así, es su silencio el que provoca en ocasiones incomodidad. A Daniela o Dani, como le gusta que la llamen, las interacciones sociales no se le dan muy bien a veces incluso le cuesta mirarte a los ojos. Si consigues ser cercano a ella probablemente desearás que se calle porque te contará de todo. A veces me pregunto si en verdad es tímida o simplemente le da miedo equivocarse al añadir más personas a su vida.
Actualmente Dani ha iniciado una nueva vida, la niña que veía antes, que andaba perdida sin saber qué hacer, a la cual todo se le hacia un mundo decidió dejarlo todo y viajar.
Hace solo un par de años me decía que le gustaría hacer algo, no sabía qué exactamente, pero se sentía sin rumbo. Pensó en ir a Inglaterra a aprender inglés o volver a estudiar turismo. Esto te lo decía todo con la boca pequeña porque era la idea más sensata, pero en el fondo no era lo que quería. No le apetecía seguir siendo sensata.
Entonces llegó una personita muy importante para ella y le sugirió dar la vuelta al mundo. Para Dani fue la idea más descabellada pero con más sentido que había oído nunca. Esa era la señal que andaba buscando para marcar su nuevo rumbo.
Desde ese momento se volcó por entero a ese nuevo proyecto y comenzó con pequeños cambios que se siguen produciendo actualmente. Dejó de despilfarrar el dinero ahorrando gran parte para el viaje, volvió a animarse a dibujar, comenzó a escribir y dejó aquel trabajo en el que se había forjado la persona que era en ese momento.
El día que partió de su casa cargada con un montón de dudas, nervios e ilusiones, y una mochila tan grande como ella, lloró dejando atrás a la pequeña Daniela, deseando descubrir todo lo que estaba por venir.
Su primera parada fue Estados Unidos, más concretamente California. Estuvo un mes y medio creo, no me contó mucho solo que lo vivió como unas vacaciones. Vio innumerables paisajes e hizo muchas fotografías. Pero sabía que tenía que ponerse las pilas porque viajar al ritmo que ella quería requería gastar menos y encontrar alguna manera de ganar dinero.
A USA le siguió Canadá, un soplo de aire fresco que borró de un plumazo la sensación de recreo que sentía hasta el momento. Dani se encontró con una gran lista de deberes que tenía que realizar, no solo para seguir viajando sino para poder trabajar. Necesitaba un coche propio, un número de seguridad social, cuenta bancaria, un hogar (tienda de campaña) y claramente un trabajo. Menos mal que tiene unos compañeros de viaje maravillosos, porque si tuviera que haber conseguido todo eso ella sola hubiera tardado el doble en hacerse con ello.
Fue en Vancouver donde obtuvo algo muy simple pero que no todo el mundo tiene: paciencia. Teniendo en cuenta que solía ponerse de los nervios cuando no conseguía lo que quería en 10 min, es un cambio bastante interesante. Para ella este viaje no solo le serviría para conocer nuevos lugares sino, también para aprender cosas nuevas que hasta entonces nunca se había planteado.
Lo último que se de ella es que se dirige al norte, hacia Alaska y hemos perdido la comunicación, es difícil que en mitad de parques naturales y montañas tenga wifi. Pero antes de eso hablamos de sus días trabajando.
Os advierto que a mí me dejó muy loca cuando me dijo que iba a recoger o empacar cerezas, dormiría en una tienda de campaña en la misma finca, donde compartiría baño y cocina con el resto de trabajadores (unas 70 personas). Una tía que ha trabajado siempre en oficina o en tiendas de ropa, que apenas habla español y menos inglés de repente metida en eso, no me lo creía. Palabras textuales de ella: De las mejores experiencias de mi vida.
Trabajaba viendo que cerezas eran buenas y cuáles no, un trabajo aburridísimo, menos mal que se ponía música porque si no se hubiera dejado allí la vida. Pero lo que le gustó no fue saber de entre 300 cerezas cuales son las más deliciosas, si no todo lo que aprendió sobre sí misma, se vio en situaciones que para ella son complicadas e intentó llevarlas lo mejor que pudo.
El trabajo era fácil, lo difícil era después estar rodeada de tanta gente. Al principio le costó muchísimo, las demás personas hablaban con ella pero Dani apenas interactuaba. Después de cada jornada se iba a su tienda, a la que ella llamaba su habitación y se sentía fatal consigo misma por no relacionarse. En esos ratos sola se ponía a leer, a pensar lo que hacía mal,… Pero fue lo primero (Leer) lo que le abrió los ojos, el libro los Vagabundos del Dharma, le hizo ver que debía aprovechar el momento, quererse más y ser libre, dejar las ataduras de una vez.
Primero hizo algo que hasta ese momento ni se había planteado: meditar.
Dani me dijo que lo ha añadido a su día a día y que esos momentos sola con sus pensamientos son de los mejores de cada jornada. Volvió a coger la rutina de escribir, algo que en Estados Unidos había dejado bastante de lado y empezó a garabatear todo lo que veía.
Pero lo extraordinario fue que comenzó a interactuar con otras personas, no es que empezará a charlar con la gente sin parar, pero lo suficiente para dejar de sentirse mal, según me dijo lo está haciendo a paso lento, pero se siente súper bien al empezar con este nuevo reto. Tiene claro que el problema no es que no quiera relacionarse con el resto del mundo, es que se bloquea cuando quiere hablar con alguien que le interesa. Gracias a ello ha conocido a gente encantadora que de otra forma se hubiera perdido.
Ya no tengo mas que contaros de Daniela, ella sigue su camino en ese viaje sin retorno. Tal vez, ahora mismo esté como yo escribiendo sobre su historia frente al ordenador, pensando en todo lo que le queda aún por descubrir.
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