Es el deseo absurdo pero muy humano de exagerar la historia de nuestra vida para verla reflejada como algo heroico, bello o martirizado.Siri Hudsvet
11 de la mañana aeropuerto de Los Ángeles, California. El 2 de mayo de 2016 no fue un cumpleaños cualquiera.
Lloramos a moco tendido, pero ya el llanto nos iba dando una pista de todo. Era más complejo, tenía una mezcla de alegría, de triunfo, de ignorancia y de sensación de nostalgia.
Todo lo que habíamos pasado antes fue un recuerdo de que las cosas grandes e importantes nunca son fáciles. Dejar el trabajo, el piso, hacer los preparativos, todo fue difícil, todo se extendió y dio la lata hasta el último momento.
Nos lanzábamos a la nada. Y no porque no tuviéramos planes ni expectativas, uno no puede evitar crear imágenes mentales de futuro en la cabeza, somos humanos: Dejemos de intentar ser superhéroes.
Nos lanzábamos a la nada porque los tres tenemos (por encima de todo) una cosa en común: La falta absoluta de capacidad de pensar en algo que esté a más de un mes de distancia. Como dirían en mi país: “Como vaya viniendo vamos viendo”
No miramos con antelación los trabajos, no sabíamos nada del mercado automovilístico y no teníamos ni idea de la geografía canadiense. Solo teníamos muchas ganas de todo y una energía muy parecida a la fé que nos hacía creer que todo saldría bien. Esto no es ninguna virtud, no es ningún mérito solo es el reflejo de nuestra incapacidad de planificación.
Este año no fue lo que esperabamos porque era imposible que nada nos preparara para la improvisación. Para el momento en tu vida en el que si tienes una idea, vas a por ella sin más, todo ese montón de excusas que tenemos día tras día se evaporaron como el agua del desierto en Nevada hace cientos de años.
Nada nos podía haber preparado para las montañas, los ríos, las ciudades, los cañones, los lagos transparentes y helados. Los animales.
Entonces si les tenemos que contar como ha sido este 2016 solo les podemos decir una cosa con certeza: este viaje ha sido como enamorarse. Ha sido como encontrar el gran amor de tu vida.
La cuestión en que en los viajes como en el amor, nada es perfecto.
Primero llego el flechazo, esa sensación de libertad y de respirar muy profundo el aire que regalabas. Nos creímos dueños del mundo y disfrutamos de tomar todos los caminos que quisimos, era el comienzo y todo fue válido así que nos regalamos el placer de conocernos por primera vez como nunca nos había pasado antes con ningún otro viaje.
Fuiste un joven inmaduro y rebelde lleno de paisajes que nunca olvidaremos porque son paisajes de otros tiempos. Sabíamos que estábamos viviendo por encima de nuestras posibilidades, pero estábamos borrachos de amor, embriagados con la sensación de libertad y necesitábamos saber que si mañana todo se acababa, habría valido la pena. Y así fue.
Cruzamos la primera frontera y estábamos desesperados porque todo siguiera igual, queríamos llegar muy rápido al caribe, queríamos vivir todo esto bajo el sol de verdad. La adrenalina se disparaba a cada minuto y estábamos enganchados a esa sensación, fue aquí cuando tuvimos la primera discusión.
Te empeñaste en Canadá y en que nos quedáramos aquí y nosotros a regañadientes alargamos mentalmente la estancia un mes más. Queríamos marcar nuestro territorio, que estuviéramos enamorados no significaba que ahora el que tomaría las decisiones serías tú, no significaba que había que cambiar.
Llegó el miedo de que quizás ya no tuviéramos el control. En verdad nunca lo tuvimos.
Entonces el pacto. Sacrificaremos nuestra necesidad de urgencia por un país loco llamado Alaska y aprovecharíamos el tiempo de verano para viajar, sabiendo que en invierno teníamos que permanecer aquí. Nos prometiste que Alaska nos removería por dentro y eso fue suficiente para lanzarnos a la aventura.
Lo que vino después fue la magia absoluta, empezamos a estar juntos la 24 horas del día y todo fue tan intenso, tan único. Había días que caminábamos de la mano tranquilos compartiendo las pequeñas cosas, una puesta de sol, un lago maravilloso.
Pero había otros días, en cambio, en que te despertabas de tan mal humor, que el viento mandaba y nosotros a regañadientes acatamos sus ordenes. Allí entendimos que también tenías un lado oscuro, que no todo iba a ser la pradera y la felicidad.
Hubo días incluso qué nos gritamos mutuamente, recuerdo perfectamente la frase: me quiero ir de aquí, dicha por cada uno de nosotros bajo la lluvia.
Lloré lágrimas de impotencia en un rincón perdido del Denalí.
La cuestión es que tú, mucho más experimentado y con una sabiduría particular supiste como no desesperarnos. Nos regalaste 24 horas de sol sin parar y no creas que no sabemos que es una ironía absoluta.
Nos empezamos a conocer de verdad, a no tener vergüenza de bañarnos en los ríos, nos acostumbrarnos a dormir juntos con el sonido del crepitar del fuego y el bamboleo de las olas.
Sabíamos que esto era AMOR.
Luego vino la parte difícil. La rutina.
Todo había sido tan nuevo, tan cambiante que cuando entendimos que teníamos que parar no sabíamos si nuestra mente podría resistirlo. ¿Seríamos igual de felices sin todo el movimiento? Lograríamos por fin aprender a mirar al futuro con un plan que nos ayude a que la vida se nos haga más fácil.
Lo que no sabíamos es que una vez que esta relación amorosa comenzó, nada iba a ser como antes. Nada (incluso la rutina) iba a tener el mismo sabor, el mismo sonido.
Las montañas rocosas nos sorprendieron en su abundancia y nos brindaron un lugar al que llamar “Hogar” justo en el momento en que más lo necesitábamos. Nada nos podía haber preparado para los -32 grados, pero tampoco para el despropósito de belleza que es vivir aquí en invierno.
Yo no creía en el destino, pero ahora no puedo negar que visto desde fuera todo pareciera correctamente orquestado para que pasara así, el viaje con su amor profundo hacia nosotros nos ha ido guiando.
Solo ha hecho falta aprender a escuchar.
Entonces queridos lectorxs, así fue como en el 2016 conocimos el amor.
Porque puede ser que esa persona de la que uno se enamora no sea el más alto, ni el más guapo, pero es aquel/aquella que nos hace temblar de emoción. Que nos hace sentirnos queridos.
Y eso ha sido el viaje para nosotros, el compañero no perfecto de vida, que también se tira pedos por las mañanas y deja la tapa del váter levantada. Es el que a veces cuando se levanta de mal humor nos deja confundidos y mareados y el que ha puesto como condición que tenemos que estar lejos de todo lo queremos para seguir con él.
Pero también el viaje nos despierta cada mañana y nos dice: puedes hacerlo. Y nos vuelve a despertar otra vez y nos vuelve a repetir: eres todo lo que necesitas ser, puedes hacerlo.
Cuando amas algo o alguien eso no te convierte automáticamente en un ser perfecto, pero si te crea la necesidad de ser la mejor versión de ti mismo cada día. Hay días en los que se fracasa estrepitosamente y descubrimos entonces todos los baches internos y las rendijas por donde se nos escapa la luz.
Pero hay otros días sin embargo en los que brillamos con luz propia como nunca antes habíamos podido hacer, porque este amor es profundo, es creativo y está lleno de motivación.
¿Que nos traerá el 2017?
Quédense por aquí cerca para averiguarlo
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