El escritor británico Lawrence Durrell, bien conocido por sus libros de poesía y viajes - la combinación perfecta - decía que con cada amanecer, Corfú renacía como un “ardiente cristal“. Y es que esta Isla Jónica donde naufragó Ulises en su viaje hacia Ítaca es una de esas perlas de la naturaleza tan hermosas que más que reales, parecen imaginadas. Esta semana la foto seleccionada por el blog de Gretur Viajes tiene agua, mucha agua para intentar mitigar ese calor ardiente que nos está regalando este año el mes de julio. La foto está tomada en la Playa de Loggas Perouládes, una franja estrechísima de arena dorada que roba un pedacito de espacio a los inmensos acantilados que la miran desde lo alto. Esta calita es, sin duda, la protagonista de los sueños de muchas de las personas que sufren el calor del verano pegados al trabajo y el asfalto de sus ciudades. Está muy cerca de la capital de la Isla de Corfú, la antiquísima Korkyra, aunque lo rugoso del camino, la sombra implacable de los acantilados y esa banda sonora del mar intentando escalar los riscos hacen que la excursión parezca tan larga como emocionante.
Llegamos a Loggas en la hora del crepúsculo, justo en el momento en que el que el sol se despide un día más por el horizonte prendiendo las últimas horas con una luz de fuego frío. Esta es la hora mágica que atrae a la pequeña cala a decenas de turistas de piel enrojecida y sonrisa de vacaciones, viajeros que han pasado el día visitando, como nosotros, los encantadores pueblos blancos de la isla, la curiosa Catedral Ortodoxa de Panagía Spiliótissa, su gemela y rival en la fe, la católica Catedral de San Jacobo o el imprescindible Museo Bizantino. Estos turistas han llenado las horas de su día bebiendo por los ojos una de las culturas míticas del ser humano, joyas nacidas del saber ancestral de hombres y mujeres un tanto olvidados en el materialista mundo del siglo XXI; pero ahora el día casi ha terminado, es tiempo de relajarse, de disfrutar con la belleza de uno de los atardeceres más bellos del mundo, el de la mítica Isla de Corfú.
El atardecer en Loggas dura muy poco, apenas el tiempo de inspirar tres o cuatro veces ese aire salino del agua azul. La vista se pierde en las gotitas de agua que, como si supieran que son mil veces fotografiadas, lucen sus mejores galas alargando sus cuerpos redondos hacia el fascinado visitante. Ya ha anochecido en Loggas, pero nos llevamos el mejor recuerdo a casa: una de las mil fotos del verano que mitigarán nuestra tristeza cuando terminen las vacaciones en la Isla del cristal ardiente.
Imagen:
Xristoforos aka Shooting Dog