El tiempo pasa volando, y ya pasaron tres meses desde que os empecé a contar mis aventuras al otro lado del charco. La verdad es que por semana entre estudiar inglés, nuevayorquear y cumplir con los quehaceres diaros: ¡los días se me hacen bien cortos y no sé como me las apaño pero no doy a basto! Sé que llevo una buena temporada sin actualizar y nuevamente os doy las gracias por la tremenda paciencia y el enorme interés que siempre me mostráis. Como ya os anticipé por Instagram, se puede decir que sufrí una pequeña crisis inspiracional. Pero dejando de una vez por todas mi apatía atrás, empiezo a contaros -pero ya- lo que fue de mí en estas semanas en las que: ¡no he dejado de aprovechar cada momento vivido en esta increíble ciudad! ¡Donde va a parar!
El otoño ha llegado poco a poco a la ciudad, y las hojas de los árboles han mutado a un color amarillo mostaza que no me puede gustar más. Hemos tenido semanas en las que hemos bajado en picado de temperaturas primaverales a los cero grados. Y sin duda, este frío ha ayudado a fomentar aún más: ¡este espíritu prenavideño que a los americanos les parece encantar! Las pistas de patinaje sobre hielo están desde hace semanas abiertas, ya he visto algún que otro árbol de Navidad gigante y las Christmas lights ya cuelgan en cantidades industriales por farolas y escaparates. Si algo he aprendido, es que en las calles de Nueva York: ¡cualquier cosa aparentemente normal, te puede llegar a alucinar! Como por ejemplo, encontrar el famoso salón de la serie *Stranger Things* en pleno paseo dominguero y encima cuando no puedes ser más fan.
Sí, sí, todo esto del frío y del ambiente prenavideño parece muy bonito. Pero en mi caso e independientemente de dónde esté: ¡me parece de lo más manipulativo! Porque me entra una morriña tremenda y haga lo que haga es imposible deshacerme de ella. El Pepe ha querido poner solución al tema y así como si nada, ha encontrado cerca de casa un restaurante español buenísimo. Se llama La Boquería, y os confieso que ya he ido tantas veces que me queda poco por probar. Y la verdad: ¡no parece que esto vaya a cambiar! Otro descubrimiento que os hará sentiros como en casa, es la La Churrería. Un local pequeñín situado en pleno corazón de Manhattan, donde además de hablar español: ¡se puede tomar un chocolate con churros genial!
Y hablando de dulce. Resulta que tenía una Magnolia Backery a la vuelta de la esquina. La descubrí gracias a mi cuñada que vino de visita con mi mini sobrino. Ambos son bien pillines, y desde el primer momento tuvieron bien claro donde me querían llevar a merendar. Y que os voy a decir: ¡no me pude negar! Se trata de una pastelería como de película, famosa por tener los mejores cupcakes de la ciudad. Pero como veréis en la foto: ¡las tartas no pintan tampoco nada mal!
También he tenido la gran suerte de vivir dos festivos americanos bien internacionalizados: Halloween y Thanksgiving. En el primero, disfruté un montón inspirándome en la decoración a base de calabazas que los americanos ponían a las puertas de sus casas. En el segundo, flipé con el desfile de Macy´s y me tragué enterito el concurso The National Dog Show. Incluso preparamos la comida siguiendo la tradición y guisamos el pavo con un montón de guarnición al más puro estilo americano.
Otra cosa que he hecho pero bien, ha sido disfrutar a tope del Black Friday. La verdad es que he alucinado con los grandes descuentos y la importancia que aquí le dan a tal evento. También me he suscrito a la cajita americana de belleza ipsy. Supongo que a estas alturas ya sabréis como va, pero por si acaso: se trata de un neceser mensual que cuesta 10$ y en el que te envian cinco productos de cósmetica de primeras marcas y personalizados. Merece mucho la pena, así que si tenéis oportunidad: ¡no dudéis en haceros con ella!
Lo dicho: ¡estoy de vuelta!
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