¿Cómo puede ser que el tiempo haya pasado tan rápido? ¿Cómo me las arreglé para haber acumulado tanto? Llegué a Nueva York con un par de maletas y regresé a Berlín: ¡con cuatro gigantescas y miles de kilos de equipaje de mano! ¡Lo sé, lo sé! Durante estos meses, he sido carne de cañón del más puro consumismo norteamericano. De ahí que preparar el equipaje haya sido de lo más horripilante, y haya perdido tardes y tardes haciendo del interior de las maletas: ¡un tetris interminable! Pero al final, a base de cuadrar una y otra vez: ¡lo logré y las cerré! Pero el drama del equipaje continuó porque resulta que en el aeropuerto, pagué un montón dólares debido al sobrepeso. Y esto no se quedó aquí, porque para más inri y después de un viaje agotador: ¡en la cinta de recogida berlinesa el equipaje nunca apareció! Parece ser que se quedó por el camino. Por suerte, nos llegó a casa unas horas más tarde mientras nos estábamos tomando un café y sorprendiéndonos después de tanto tiempo: ¡por sentir de nuevo el piso berlinés como nuestro!
Tener que pasar el invierno en Nueva York, me daba un poquito de miedo. Pero para los que estéis pensando en hacerlo, os animo a ello porque si te abrigas bien: ¡lo superarás con éxito y apenas pensarás en ello! Durante este tiempo, tuvimos alguna que otra tormenta de nieve y soportamos temperaturas bajo cero descomunales (ni siquiera aptas para alemanes). Hasta nos tuvimos que comprar botas especiales porque en la calle nos caímos un montón de veces al suelo, debido al hielo. Y es que salir a nuevayorquear con ese tiempo, era sin lugar a dudas: ¡un deporte de riesgo! Pero en realidad, daba igual. Hice bien de caso al consejo que una desconocida neoyorquina me dió, y lo de andar *a lo pingüino* en esas situaciones de nevisca: ¡funcionó! No pude aprovechar más: ¡lo que mi calle 59th me ofrecía a la vuelta de la esquina! Las vistas a un telesférico alucinante, cafeterías adorables, museos y restaurantes, tiendas monísimas, los paseos en bici a través del Central Park y como no: ¡las tardes en nuestros bares favoritos donde: ¡ya dábamos el pego como auténtic@s neoyorquin@s! (Foto *The Blue Box Cafe*)
Aún no me puedo creer que en una ciudad como Nueva York, se pueda hacer tanta vida de barrio: ¡nos movíamos a pie hasta para ir al trabajo! Echaba de menos esa sensación de tener todo tan cómodo y tan a mano. Lo que nos ha hecho replantearnos alguna que otra cosa y tomar decisiones drásticas que a partir de ahora van a traer cambios y más cambios. De esta aventura aprendí demasiado pero sobre todo me reafirmé aún más, en algún que otro detalle que a veces olvidamos. Sé puede ser muy feliz viviendo con apenas dos maletas de pertenencias, no existe el país perfecto y a menudo, las propias experiencias superan a las que nos cuentan. Pero sobre todo que el día a día siempre acaba siendo el mismo, independientemente de que se tengan unas vistas mejores o se viva en el quinto pino.
Estamos echando mucho de menos nuestro Manhattan particular. Vivir un tiempo en un -tercer- país tan diferente, te hace que *a la vuelta a la realidad* tus emociones te den un vuelco. Por una parte, siento mucha morriña neoyorquina. Pero por otra, vuelvo con muchas ganas de coger las riendas de nuestra vida berlinesa, darle un buen meneo y de paso: ¡ponerla exactamente dónde yo quiero!
¿Qué os ha parecido esta aventura neoyorquina? ¿Es Nueva York la ciudad de vuestros sueños? ¡Espero vuestros comentarios!
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