“Cautela. Tómalo con cautela. Y calma. Respira, hija, respira, que te va a dar algo. Y pies de plomo. Anda como si llevaras pesas en los tobillos. Practica la cara de buen perder, y la de ganadora, y aplaude ladeando la cabeza. Y dientes, dientes, como la Pantoja…”
Eso estoy pensando ahora. Apurando el café, antes de irme a trabajar. Dos semanas. Quedan dos semanas.
Cuando lo pienso, sigo alucinando. Ya no lloriqueo como el primer día (y el segundo, y el tercero), ya no digo a cada segundo “qué fuerte, qué fuerte, qué fuerte…”, ya no ando por la calle levitando. Pero, vaya que sí, sigo alucinando. Y trabajo feliz. Y hablo feliz. Y respiro feliz.
La felicidad que da el saber que tu blog está entre los mejores. Porque no es que sea “mi blog”, es que es mi “yo”. Es mi “yo” multiplicado por mil. Es mi parte más vital, soñadora, romántica y sentimental condensada en entradas. Es mi confianza y mi esperanza. La esperanza en un futuro bonito, lleno de sorpresas y de magia. Porque aunque no ganara, ya he ganado. He ganado en alegría, en seguridad, en autoestima, en imaginación y en creatividad. He ganado oportunidades, muchas oportunidades. Y las que vendrán.
Esta aventura comenzó por accidente, como supongo que pasan las mejores cosas de la vida. Creció por amor. Por amor a la vida, al día a día, al café y al sur de mis pupilas. Creció mientras pensaba que no crecía, como pasa con los niños. Creció porque se me metió entre ceja y ceja que creciera. Y ya está. Este blog existe por narices. Por valor. Por accidente. “La chica de los jueves” fue un impulso. El impulso de una chica que siempre quiso maquillar la realidad y buscar de lo bueno lo mejor. El impulso de alguien que siempre trató de descifrar lo indescifrable y de amar lo imposible.
Ahora todo ha cambiado, pero sigue igual. La esencia sigue siendo la misma, pero tras el viernes pasado, algo ha cambiado. Siento que ha dejado de ser mi sueño para ser mi realidad. Porque aunque haya gente “anti-concursos” o que haga de menos la categoría “personal”, esto es un subidón, un auténtico subidón. Y sí, te llena de alegría y de fe. Fijaros si llena de fe, que ayer hasta entré en una Iglesia, sin saber porqué. Para dar las gracias, tal vez. Porque aunque ahora mismo alguien pueda pensar “pues vaya frivolidad”, yo digo…”bendita frivolidad, larga vida a la frivolidad!”
Y es que, como dirían Alejandro Sanz y Tejetintas, esto “no es que sea mi trabajo es que es mi idioma”. De hecho, no es mi trabajo, qué va. Mi trabajo, lo que me da de comer, es algo bien diferente. Pero esto es mi idioma, mi vida, mi forma de ver las cosas.
Así que gracias por haberme elegido de entre tantos para ser finalista. Por permitirme vivir esto, aunque no gane. Por dejarme ir a Madrid con mi hermana, cargadas de ilusión. Por dejarme ir a comprar modelito y poder decir “es que es para algo especial…”. Por obligarme a ponerme tacones, venga, también.
Y por regalarme el viernes pasado. Ese momento en la peluquería con las chicas de “Los bigudíes de rubíes”. Y la primera llamada. Y la segunda llamada. Sólo por ese momento, estoy segura de que habrá merecido la pena toda esta locura.
Gracias a todos vosotros por leer, de verdad.
Y a 20minutos.
Gracias.
M.
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