Ella. Sincera, honesta, leal. Romántica, perfeccionista, profesional. Ella me lleva años de ventaja en el mundo de las letras (ahora veréis la mejor prueba de ello): es periodista, y escribe sobre moda y celebrities en su día a día, pero cuando más me gusta, es cuando escribe textos como el siguiente.
Delicadeza, encanto, amor.
Pensaba poner más fotos entre medias de su texto, pero es tan magnífico que no le hace falta mucho adorno, solamente os invito a darle al play a “Green Eyes” de Coldplay, que hace las veces de perfecto acompañamiento.
Que lo disfruten.
Nunca me gustó la aventura, esa es la verdad. Ni las montañas rusas, ni los viajes improvisados, ni las citas precipitadas. Ninguna emoción que igualase o superase el coche a 200 por hora y sin frenos que siempre han sido mi estómago y mi corazón. Quizá por eso hubo un tiempo en el que, que no pasara nada, lo era todo para mí. Si no se acababa, pues seguía siendo.
Hoy me pregunto de qué narices servía eso.
Eran tiempos de estancamiento e inutilidad. Entonces me gustaba el cine francés. Bueno, fingía que la belleza de los diálogos y planos de algunos títulos compensaban el tedio que sin duda me causaban. Pero entonces mi vida era precisamente así: inmóvil, estanca y, sí, también bella en algunas partes. Es lo que tienen los desiertos: cualquier atisbo de vida, hasta la flor más minúscula, parece valer el doble. Por eso hay quien ve belleza en el dolor, luz en las sombras, valor en el miedo.
Básicamente, para mí un contrapicado tuyo lo era todo. Y daba igual que nuestro argumento se hubiese marchitado hacía siglos. Daba igual que ya nadie siguiera nuestra historia. Que todos ¿menos nosotros? se hubiesen cansado de oírla. Seguía habiendo belleza en algunos planos, en algunas frases y en casi todos los silencios. Por eso tardó en llegar el cartel de fin. Por eso cuando lo pusimos, seguíamos sin saber sin nos había gustado la película.
No sé muy bien por qué sigo soñando que cuento abrazos en mitad de la noche en una cama compartida. Que busco y no encuentro. Que miro y no veo nada más que un horizonte incierto, tan incierto que, paradójicamente, me aburre hasta en sueños.
En realidad, puede que sí lo sepa. Que siempre lo haya sabido. Que no me gusta el cine francés, que algo en mí prefiere las persecuciones, y los finales cerrados y, por qué no, los tópicos. Porque no hay nada más tópico que la felicidad. Que un “The End” puesto a tiempo. Que tener las cosas claras. Que darle al play y esperar que esta vez el principio sea eterno.
Tejetintas, Nuria Soriano, mi mejor amiga.
GRACIAS por cederme “Que el principio sea eterno” para “La chica de los jueves”.
Imágenes extraídas de Pinterest
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