Cuando el sol brilla en lo alto y el calor aprieta, uno de los sueños del paseante es encontrar un lugar fresco y umbrío en el que descansar unos momentos. A veces encontramos la sombra de un gran árbol, pero otras veces tenemos la suerte de resguardarnos del verano en un auténtico templo de la belleza. Es el caso del protagonista de la foto de esta semana de Gretur Viajes, el Monasterio de Cozia, en Rumanía. Llegamos a este templo del siglo XIV paseando desde el balneario cercano en el que estamos alojados en nuestro viaje por Rumanía, el Calimanesti Caciulata, un fantástico establecimiento tan antiguo que hasta el mismísimo Napoleón III intentó templar los genes de su famoso antepasado bañándose en sus frías aguas.
El mismo paseo hasta el Monasterio de Cozia es en sí mismo un auténtico regalo para los ecoturistas ya que seguimos despacio el curso del río Olt , perdiéndonos en el aire limpio de la naturaleza rumana, admirando el paraje repleto de nogales y en un silencio tan profundo que casi lo podríamos paladear. Según avanzo recuerdo que hace años escribimos en el blog de Gretur Viajes un artículo sobre el Monasterio de Cozia, ese conjunto monástico llamado en castellano “Trinidad“. Recuerdo bien el trabajo de documentación que hicimos para escribir los textos y los datos tan curiosos con los que nos encontramos como que el Monasterio de Coiza se construyó en un entorno idílico pero con fines militares o que el monarca que lo hizo levantar lo bautizó con un nombre que la historia cambió de un plumazo: Nacet. Nacet significa “nuez” y fue el nombre que eligió el príncipe de Valaquia Mircea I, también llamado Mircea El Viejo, para honrar el humilde fruto de esos nogales milenarios vecinos del fabuloso edificio.
Dejo atrás los recuerdos para adentrarme en el presente, en el momento en que dejo atrás la luz deslumbrante del estío y espero en el umbral del Monasterio a que mis ojos se acostumbren a su refrescante penumbra. Mientras aguardo, admiro los frescos que aún se mantienen sobre el dintel de la puerta, unas pinturas maravillosas pero eclipsadas por los increíbles frescos que sé que encontraré en las capillas interiores. Avanzo despacio, pero sin entretenerme ya que lo primero que quiero volver a visitar es mi fresco favorito, la representación pictórica que hemos elegido para protagonizar la foto de la semana de Gretur, un prolijo retrato del responsable de la construcción del templo, el príncipe Mircea junto con Mircea II y el resto de sus descendientes. Una pintura emotiva, plagada de detalles históricos ya casi perdidos pero que trasmite un extraño halo de paz y tranquilidad, un fresco diferente para adornar un supuesto sitio creado para la guerra.