A las puertas de la clásica noche de los enamorados - San Valentín - no podíamos dejar de hablar de una diosa griega que en nuestra sociedad occidental se ha adoptado como símbolo del amor eterno: la bella Afrodita.
Afrodita era para los antiguos griegos la deidad mitológica que simbolizaba la belleza carnal, la lujuria sexual y, también, la reproducción. Por todo ello se la ha representado en numerosas ocasiones como una atractiva mujer, de suaves líneas redondeadas, pechos turgentes, larga melena y pose sugerente. En las más antiguas representaciones de esta diosa, los artistas la mostraban vestida con lujosas vestimentas y portando una corona como símbolo de nobleza, pero las pinturas y esculturas creadas desde el siglo VI antes de Cristo en adelante, ya se la muestra parcial o totalmente desnuda, mostrando sus atributos carnales sin ningún tipo de pudor.
El nombre en castellano “Afrodita” procede de un término griego que podríamos traducir como “espuma” y es que, según la mitología griega, es de la espuma del mar de donde surge esta bella deidad capaz de enamorar a cualquier hombre simplemente con su mirada. Pero ¿por qué Afrodita nace del mar? Según cuenta la leyenda, el culpable fue el primer Titán conocido: Cronos. Cronos fue el primogénito fruto de la unión de dos dioses: Gea (tierra) y Urano (cielo). Crono deseaba destronar a su padre Urano del Reino de los Cielos, le retó a un combate mortal y, tras vencerlo, tomó su guadaña mítica y, ni corto ni perezoso, le cortó los genitales y los arrojó al mar. Esos genitales divinos no fueron el almuerzo de ningún pez hambriento; estuvieron navegando muy cerca de la superficie del mar, rozando con las olas y creando a su alrededor una bella espuma blanca de la que, tras largo tiempo, surgió una mujer ya adulta y bellísima: Afrodita, la hija del cielo.
Esta relación entre Afrodita y el mar ha provocado que en numerosas representaciones pictóricas de la diosa la observemos acompañada de animales marinos como almejas o delfines y, también, adornada con preciosos collares o diademas confeccionados con perlas.
Afrodita nunca fue niña, siempre fue una mujer voluptuosa que tentaba con sus encantos a dioses y humanos. Por ese motivo otro dios, en este caso Zeus, decidió casarla con Hefesto, la deidad que representaba el fuego y la forja de metales. Hefesto, al contrario de Afrodita, es representado como un dios cojo, desaliñado, con la piel enrojecida y los cabellos revueltos. Esta fealdad del marido impuesto, unido a su carácter coqueto, provocó que Afrodita fuera completamente incapaz de mantener sus votos matrimoniales. Así, comenzaron sus aventuras extramatrimoniales con otros dioses que, seguramente, recordaremos todos: Ares, el dios de la guerra (unión de la que nacería Eros) y el eternamente bello Adonis.
Obras dedicadas a Afrodita:
La sensual Afrodita ha servido de inspiración a cientos de artistas a lo largo de la historia. Algunas de sus representaciones más importantes serían las siguientes:
Afrodita de Cnido
Una de las esculturas más antiguas de la diosa es la “Afrodita de Cnido”, obra de un escultor griego llamado Praxíteles. A esta obra se la conoce también con el nombre de “Venus de Cnido” y es una de las representaciones de Afrodita más antiguas del mundo ya que se calcula que se terminó en torno al año 360 antes de Cristo.
Esta obra de arte muestra a una sensual Afrodita justo antes de tomar un baño, en el momento en que deposita suavemente su túnica sobre una hídria, una gran ánfora de agua utilizada por los griegos en sus abluciones matutinas.
Venus de Milo
La “Venus de Milo” es, quizá, la escultura de Afrodita más famosa del mundo. Fue descubierta a principios del siglo XIX en una pequeña isla del mar Egeo llamada Melos o Milo. De autoría desconocida actualmente se puede disfrutar en el museo de El Louvre, en París, Francia.
El nacimiento de Venus
Si tuviéramos que elegir solo una pintura que representara a la sensual Afrodita sería, sin duda, “la Venus” de Sandro Botticelli. El gran maestro italiano quiso honrar a la diosa plasmando su nacimiento sobre un gran lienzo de 172 cm de ancho por casi 28 de alto. Actualmente esta obra emblemática del siglo XV se puede disfrutar en la conocida Galería de los Uffizi en Florencia, Italia.
Imagen:
Por Miguel Hermoso Cuesta (Trabajo propio) [CC BY-SA 4.0], undefined