Venus de Milo en el Louvre
La Venus de Milo es una de las estatuas clásicas más famosas de la historia, conocida en todo el mundo y descubierta en 1820. Si bien podremos pensar que su autor es Milo, estamos equivocados, Milo es la isla en la que se encontró (o también llamada Melos, del griego), situada en el mar Egeo. En dicha isla, un campesino llamado Yorgos Kendrotas la encontró semienterrada, cerca de esta también descubrió un fragmento de antebrazo, y una mano con una manzana. El campesino transportó lo que pudo de la escultura a su establo y la guareció ahí durante un tiempo. A partir de este punto, la historia es un tanto ambigua y desconcertante. Las versiones nacen por doquier, habiendo versiones oficiales, extraoficiales, más verosímiles o menos, la verdad es que esto dice mucho del valor tan inmenso de esta escultura, que ha despertado la admiración de todo el que la ve desde el primer día que se descubrió.
Torso de la Venus
Oficialmente, se considera que el descubridor contactó con un clérigo ortodoxo residente en Grecia, el cuál ante la delicada situación de aquellos tiempos (los acontecimientos se dieron durante la última etapa de la independencia de Grecia del imperio otomano), decidió llevar a cabo la operación con ayuda del oficial naval francés Jules Dumont D"Urville, quién supo reconocer en un primer instante el valor de la obra. Ante los imprevistos que empezaron a surgir, Dumont pidió el apoyo del embajador francés en Constantinopla, quienes lograron comprar la estatua de una forma aún no esclarecida del todo.
Otras versiones advierten que fueron los franceses quien se entrometieron en la compra con otros postores, y que en un "secuestro" de la estatua, los turcos intervinieron justo en el momento en que embarcaban. Tras una batalla entre ambos bandos y zarandeo de la estatua, ésta se cayó a la orilla de la playa y se cayeron los brazos, hecho del que no se percató Dumont hasta haber zarpado y dejado atrás la isla.
Fuera como fuese, extraoficialmente se cree que la compra de la Venus de Milo fue ilegal por varias causas, entre ellas porque se considera que la isla de Milos estaba bajo el yugo Otomano, también se apunta a que ésta fue enterrada por los turcos, y nadie sabía dónde se encontraba (a excepción de unos pocos), etc., conclusión: aún hoy en día se sigue discutiendo si la Venus de Milo debería ser devuelta a Turquía o no.
LA VENUS DE MILO
Periodo
La Venus de Milo finalmente se ha determinado que pertenece al período helenístico (se cree que se creó entre los años 130 ? 100 a. C.), aunque se ha dudado de esto, creyéndose que puede pertenecer al siglo IV a. C. (época clásica) debido a algunas de las características que se dan en la escultura. En primer lugar, el cabello presenta una ordenación que nos recuerda a Praxíteles, así como el trabajo de los pliegues de la túnica (Fidias), que hacen pensar que la obra puede ser de una época anterior al Helenismo, aunque el naturalismo de la obra, la expresión serena del rostro y la sinuosa curvatura corporal, así como el dinamismo, hacen pensar que es más cercana al período helenístico. Se asocia esta obra con otra escultura de la diosa griega que se atribuye a Lisipo, la Afrodita de Capua, ya que se sabe casi con toda seguridad que se inspiró en dicha escultura.
Autoría
Realmente no se sabe nada a ciencia cierta sobre el autor debido a que se encontraron varias inscripciones con diferentes nombres en varios pedestales, aunque finalmente se atribuyó a Alejandro de Antioquía, por la relación de la inscripción con la escultura. Aun así, las especulaciones no han cesado, llegando incluso a atribuirse al propio Scopas, pero finalmente se descartó al no darse las características en la obra que diferencian al autor.
ANÁLISIS DE LA VENUS DE MILO
La escultura en sí es de bulto redondo, y representa a la diosa Afrodita (griega) o Venus (romana), la diosa de la belleza y el amor. Semidesnuda cubierta con una túnica desde la cintura hasta los pies, como ya hemos dicho antes, no tiene brazos, aunque se cree que con una mano sujetaba la túnica y la otra una manzana (símbolo de la isla de Milo), la del juicio de Paris.
Aunque se pensó que la escultura perteneciera al período clásico, dadas las características de esta obra, podremos comprobar que no es así. En primer lugar, la influencia de Praxíteles es palpable tanto en la ordenación del pelo (trabajado al trépano), como en la curvatura del cuerpo, formando esa famosa curva praxiteliana del maestro griego, además del trabajo de los pliegues de la túnica nos recuerdan de sobremanera a la técnica de paños mojados que empleaba Fidias, pero no por ello podemos hablar de una escultura del periodo clásico. Es interesante el contraste de la serenidad de la obra con los exagerados pliegues y el movimiento de la túnica (y a su vez crean un efecto de claroscuro), que dan esa sensación tosca en comparación con la suavidad del cuerpo de la diosa.
Tanto esta escultura, como las demás del periodo helenístico, rompen con la escultura clásica. En primer lugar, a diferencia de muchas esculturas clásicas, la Venus de Milo ofrece múltiples puntos de vista, está trabaja en su totalidad para ser admirada desde cualquier punto. Ya no quedan vestigios del período
arcaico y muchos menos de la escultura egipcia, que de alguna manera influyó en la escultura arcaica. Es decir, ya no se observa esa frontalidad tan marcada durante el periodo egipcio y la época arcaica en Grecia y esto se consigue con la disposición de la escultura.
La Venus tiene el pie izquierdo adelantado, lo que refuerza la orientación de la parte inferior del cuerpo hacia su derecha, mientras que en un elegante giro de cintura el torso se vuelve hacia la izquierda, culminando el movimiento en la cabeza de la diosa, que mira totalmente hacia la izquierda, serena y tranquila con la mirada perdida y absorta en la eternidad (característica clásica). Esta curvatura del cuerpo, que propicia el contrapposto característico del arte griego (impulsado por Policleto de Argos), junto con la elegancia en ese cambio de orientación del que hablamos, es lo que dotan de esa curva praxiteliana tan característica de Praxíteles. Además, el uso de esta característica dota a su vez de una mayor profundidad y un dinamismo impulsado por el desequilibrio que otorga el contrapposto a la escultura. Es todo este movimiento helicoidal lo que refleja la clara diferencia con la escultura clásica.
Espalda de la Venus de Milo
Como podemos ver, el realismo de la obra, gracias al movimiento del que está dotada, contrasta con la escultura clásica, por esto que en un simple análisis podemos vislumbrar su procedencia helenística. El cuerpo está esculpido con gran perfección, buscando el ideal de belleza de la época gracias al realismo físico. Los pechos son resaltados reflejando la importancia de estos ya que simbolizan la fertilidad y el amor, atributos de la diosa Afrodita. El trabajo y el hincapié en dotar de este realismo y belleza a la obra refleja la importancia que se daba a la representación de la diosa en la escultura griega.
La obra en sí conjuga varios elementos clásico durante el helenismo, o dicho de otra forma, es una escultura helenística en la que el autor emplea varías técnicas que recuerdan al periodo clásico, siendo un perfecto ejemplo de la conjugación de estilos e influencias que se dieron durante el periodo helenístico.
La obra está esculpida en mármol y en varios bloques, cuyas uniones entre si no son visibles. La escultura mide alrededor de 211 centímetros, siendo un tamaño algo superior al real. Actualmente la encontramos en el Museo del Louvre.