Muchas veces es difícil creer en milagros, podrías pasar toda una vida sin ver uno, pero existen. Lo sé, lo tengo a mi lado todos los días y lo estará siempre.
Hace unos días escuchaba una historia, de boca de una persona amiga, sobre uno de esos milagros que pasan solo cuando las personas de verdad lo necesitan. Una luz de esperanza, un toque de bondad que hace detener tu corazón, mirar a tu alrededor y preguntarte ¿Por qué a mí?
Era una tarde común, de un día cualquiera y la Tierra mostró su furia. Todo empezó tan rápido como terminó. La tierra tembló (*).
Las personas lloraban y rogaban por sus vidas. Muchas de ellas se fueron ese día, dejando atrás familias y amigos con un nudo en la garganta. Que difícil tener todo y en dos minutos no tener nada. ¿Qué hacer? ¿A dónde ir?
El olor, a muerte y desconsuelo, llenaba tus pulmones con sollozos de personas enterradas en lo que un día fue su hogar.
Una larga, muy larga noche.
¿Dónde estaba Dios cuando esto pasó? ¿Por qué tanto dolor? Ese día todo parecía perdido, ruinas por donde uno pudiera ver y una ciudad devastada en la desgracia.
Personas con hambre y frío, sin una gota de agua y ni un techo donde refugiarse ¿Dónde estaba Dios?
Pero los milagros existen en cada uno de nosotros. La persona que me contó esta historia, me dijo que sólo se pudo ver una luz blanca de donde se oía una voz gritando "¡¡¡Hey, tú!!!" Y dejaba caer en las manos de los damnificados una botella de agua o una frazada, tal vez ropa o algo de comida. Algo que dijera: No estás solo. Estoy contigo.
Muchas personas fueron bendecidas por ese milagro, tocadas por ese ángel compasivo. Pero fue solo una persona quien pudo verlo cara a cara.
El hombre estaba sentado en una esquina. Sin techo, sin comida, sin dinero, sin trabajo. Tenía la mirada del que va a cometer una locura para darle de comer algo a los suyos. Pero el ángel lo vio, lo reconoció y le dijo: -Roberto, soy yo ¿te acuerdas de mí? -el hombre no respondió, solo miraba al vacío- Roberto, ¿Estás bien? Mira, te traje esto. Es para ti. -pero el hombre solo se puso de pie y dijo "Gracias, gracias." con la mirada perdida y el rostro desencajado.
Me contó entonces que El ángel regresó por donde vino y no pudo más con el dolor, un llanto silencioso cubrió su rostro de impotencia y desesperación. Era todo y no quedaba más por dar. Era hora de regresar.
Años más tarde, éste hombre contó sobre este hecho a la persona que ahora me la contaba a mí. Le contó que recordó ese día durante todos estos años porque para él fue un Milagro de verdad. Le dijo que ese día no tenían que comer ni él ni su familia y que no sabía que iba a hacer. Le dijo que solo esperaba un Milagro. Ese milagro que muchos esperan cuando ya no tienen más fuerzas para luchar, esa mano que te ayuda a levantar, esa voz que dice: estoy aquí para ayudarte.
Muchas personas lo llaman Karma, otros lo llaman suerte y algunos, simples coincidencias. Resultó que el ángel del que hablaba Roberto se trataba de mi mamá. Mi milagro. Mi ángel.
Feliz día de la Madre a todos esos "Milagros" y en especial al mío. Feliz día Mamá
Sebastián Polanco Mendoza
Ica - Perú
Nota *: El 15 de agosto de 2007 un terremoto de 7.9 grados en escala de Richter, sacudió violentamente la costa sur de Perú, dejando miles de muertos y desaparecidos.