-No se me ocurre nada. Cero. En blanco. ¿A ti siempre te salen las palabras tan fácilmente?
-Nada de eso. Hay días que me pongo delante de la pantalla, y no sé bien si lo que escribo se entiende, porque ni siquiera sé si me entiendo a mi misma. Otros días creo que algo es bueno, pero luego resulta no serlo tanto…y otras veces, más me valdría no haber ni empezado.
-¿Entonces cómo puedo saber si algo vale la pena?
-Lo sabrás, hazme caso. Toma, lee esto, lo escribí hace un tiempo por algo que ya ni trato de recordar…tal vez te ayude.
Cogí con cuidado su diario. Me daba respeto, me sentía una intrusa, una ladrona apropiándome de unos sentimientos que no eran míos. Pero lo abrí, cuando ella se fue. Era como si me hubiera abierto el corazón de par en par en exclusiva, como una clase magistral de emociones hechas palabras. Era tan íntimo que dolía leer. Pero leí…
(…)
“Escribirás cuando el primer rayo de luz entre por la ventana, cuando este desgastado diario se ilumine con las sombras que un día hubo, cuando las arrugas te recuerden quién fuiste, quiénes fuisteis. Lo harás cuando destapes la cama y no veas nada más que las sábanas vacías. Lo harás cuando la nostalgia envuelva la casa, desde la cerradura hasta el balcón. Lo harás cuando quieras gritar o robarle horas al tiempo. Será entonces cuando escribas. Cuando una película te despierte lo que tenías dormido. Cuando una canción te levante las ganas de camino al trabajo. Cuando cruces torres de recuerdos y consigas cubrirlas con arena mojada o cuando tengas algo mejor que contar que tu propia melancolía.
Escribirás cuando leas en voz baja, cuando saques la cuchara del fondo del plato, cuando quites de una vez el freno de mano y dejes que suenen las ruedas sobre el asfalto. Lo harás cuando nadie más quede, cuando todos se vayan. Cuando recojas los trastos que sobren y veas el polvo correr por el pasillo. Cuando barras las notas del suelo con caricias del pasado o cuando repases las huellas que otros dejaron bajo tus uñas.
Escribirás cuando quieras escribirle, cuando quieras hablarle, cuando quieras llamarle. Escribirás cuando quieras meter dentro de una caja su perfil. Y su sonrisa. Escribirás cuando no haya nada mejor que hacer que pensar en sus cejas despeinadas. Escribirás cuando los trenes no lleguen lo suficientemente lejos, cuando las manos no alcancen más allá de las teclas. Escribirás porque no habrá más remedio que borrar. Y volver a empezar, volver a enfrentarte a una nueva hoja.
Y si no es porque duele o porque quema de felicidad, no escribas. Porque esto no entiende de medias tintas, esto no acepta escalas de grises. Esto es blanco o negro, como él me decía que entendía yo el amor.
Tal vez tenía razón”.
Cuando terminé de leer sentí que lo que había intuido desde el principio era cierto: todas las canciones hablaban de él.
“Pon unas reglas, sigue una norma fija. Llévate bien con los buscadores y publica lo más seguido que puedas. Contenido, queremos contenido…”
Presión. Precisión. Rapidez. Brevedad. Emoción. Visitas. 3, 2, 1…Publicar.
Escribir por escribir. Hace un tiempo me negué a hacerlo, aunque no siempre he sido fiel a ello. Escribir no es tan complejo. A todos nos enseñan en el colegio. Desde la A hasta la Zeta. A escribir se aprende escribiendo, leí curiosamente en un libro para aprender a escribir. Qué cosas, pensé (¡devolvedme mi dinero, malditos farsantes!).
Pero si de primeras es tan sencillo escribir (ya que es algo que se aprende únicamente aplicando el gerundio)…¿por qué nos da tanto miedo la hoja en blanco?
A veces creo que vemos la hoja en blanco como una metáfora de nuestra vida. Cuando eres pequeño te dicen lo que has de escribir, lo que tienes que reproducir de forma exacta. Cuando eres adulto la cosa cambia. De ti dependen las palabras y su uso, de ti depende el orden y el sentido que les des. Si las juntas mal, no es culpa de quien te mandó copiarlas sino tuya. Es lo que pasa con la libertad, que puedes hacer lo que quieras, claro.
La hoja en blanco. La vida resulta que no es más que una libreta donde no tienen cabida las palabras al azar. Resulta que acaba siendo una linea discontinua de rimas y diptongos llena de dobles sentidos. Resulta que tal vez sea el eterno borrador que nunca llegas a pasar a limpio.
“Escribe algo diferente, no escribas lo que todo el mundo ha escrito ya, nadie quiere leer nada que ya haya leído mil veces…”
¿Cuántas veces se ha dicho eso? Miles. Y por un lado no les quito razón, pero por otra sí. Y mucha.
¿Dejaríais de leer un texto de amor simplemente porque es el tema más repetido desde que el mundo es mundo? ¿Dejaríais de leer reflexiones interesantes sobre la vida o la muerte y otros milagros sólo porque mil millones ya lo han hecho antes? Yo no. No puedo. Y leo mil veces sobre las mismas cosas contadas de manera diferente. Quizás ahí radique la clave: contar lo mismo haciendo que lo importante no sea el qué sino el cómo.
Hoy volvía a casa de ver una película con mis amigas. Una película de esas que te dejan sonrisa estúpida y te hacen ver la vida un poco más bonita. Iba andando, pensando, mezclando temas a mil por hora. Y he empezado a pensar en todas las hojas en blanco que se me ponen por delante día a día. Algunas son más fáciles de escribir que otras, la verdad. Llevaba días de luchas internas sobre el blanco y el negro, sobre las formas y los temas. Y sin darme cuenta, he abierto un archivo nuevo en OneNote y he empezado a escribir, sin más.
Y ha salido esto. Con más acierto o con menos. Mejor o peor que otros, pero mío.
Porque no hay peor escrito que aquel que no sale del corazón, y el corazón no entiende de buscadores ni de público, ni de SEO.
“Tú y yo no entendíamos de hojas en blanco. Algunas veces me daba prisa en poner un folio nuevo cuando el que teníamos delante ya estaba lleno de párrafos sin sentido. Lo ponía cada noche sobre el escritorio, esperando que por la mañana reescribiéramos las peores estrofas de nuestra canción particular. Una línea nueva. Un nuevo comienzo. Pero todo acababa siendo un nuevo sinsentido, palabras con lápiz negro sobre un fondo blanco. Nuestro eterno blanco y negro…”
Fdo. La chica de los jueves.
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