Mathieu Amalric (1965), actor francés protagonista de films como La escafandra y la mariposa, de Julian Schnabel, o la más reciente La venus de las pieles, de Roman Polanski, se pone por cuarta vez tras la cámara para ejercer la función de director. En esta ocasión, y apoyándose en la novela de Georges Simenon, Amalric firma La chambre bleue (La habitación azul), film en el que cumple también el papel de Julien, el personaje protagonista, quien se verá envuelto en una pesadilla a raíz del amor secreto que destila hacia su amante.
Con una brevísima duración de apenas 75 minutos, el film, rodado en cuatro tercios (4:3), hace uso de una planificación visual detallista y alejada de los parámetros clásicos de la composición, jugando un papel clave el uso de los colores, los encuadres y las posiciones de los objetos y personajes en el espacio. Al carecer del formato panorámico más habitual, Mathieu posiciona y mueve a sus personajes con estilo, utilizando el aire y los espacios vacíos de una manera poco habitual. Por su parte, y junto al ya nombrado factor fotográfico, es en la sintaxis donde Amalric demuestra su buen hacer, logrando un ritmo ágil pero preciso en los tiempos de su discurso.
No obstante, si bien esta dirección visual, acompañada de la potente fotografía, convierten a la película en un caramelo agradable al paladar puramente visual, acaban por desvirtuar ciertamente el resultado final, terminando la "forma" por arrastrar al "contenido" a un territorio poco favorable para éste. Es, por tanto, el aspecto más literario y puramente narrativo el que cojea, quedando el guión en un segundo plano y alzándose triunfante el discurso exclusivamente cinematográfico del director, quien tiene claras sus principales referencias como creador: "Según pasan los años, me doy cuenta de que me influyen ciertos filmes. Amo a Lubitsch, Saul Bellow, Isaac Bashevis Singer, y también el humor de mi abuela, una judía polaca de Cracovia que llegó a Francia en 1904 y cuya familia entera murió en los campos."
En una sola frase: Ágil y degustable, aunque ciertamente escasa.
Pelayo Sánchez