He tenido la gran suerte de conocer todas las islas baleares. Y si tuviese que elegir una, que sería difícil, me quedaría con Mallorca. Es la isla más completa y la de los contrastes. Si sabes hacer una buena ruta y con ella huir de los sitios imposibles de gente, te atrapará para siempre.
Mallorca también podría llenar un blog entero como otros tantos lugares que os he ido mostrando, pero vamos a cerrar esta crónica que sabe a verano en la zona que a mí más me gusta de toda la isla, y diría de todas: La espectacular sierra de la Tramuntana que es patrimonio mundial de la UNESCO. Sus montañas, sus caídas al mar, los bancales de piedras, los impresionantes pueblos, las calas… Me quedo con todo porque es auténtico y te das cuenta que la isla no es sólo vida de tumbona de playa.
Y el acierto para alojarse en esta zona de novela del romanticismo es la preciosa finca Muleta de Ca S’Hereu que se sitúa en lo alto de la bahía de Sóller. “Lo bueno de llegar por la noche es que mañana con la luz del día lo veréis todo” nos advertía Montserrat, que amablemente nos dio la bienvenida. Y no sólo eso, sino que a pesar de llegar de noche por un imprevisto del alquiler del coche y aunque la cocina ya estaba cerrada, ella improvisó en una mesa en el jardín una rica cena de picoteo mallorquín. Y este tipo de gestos no se suelen ver en muchos sitios… Las fotografías de la finca hablan por sí solas.
Muleta de Ca S’Hereu es una soberbia casa payesa del S. XVII que tiene una enorme finca muy característica de la zona. Está a 5 minutos en coche por un sinuoso camino y a 20 andando del puerto de Sóller que es como de postal. Son sólo ocho habitaciones y dos apartamentos que gestionan con mucho mimo Francisca y su hija Rosa. Las vistas no las podemos olvidar.
Como tampoco olvidamos sus desayunos, sencillos pero de calidad y con un zumo recién hecho de naranjas de la finca.
La finca reúne la auténtica vida payesa y tiene muchos rincones especiales y sobre todo, tranquilos. “Durante los pasados siglos mi familia se dedicó a la elaboración del aceite” nos contaba amablemente Francisca al enseñarnos los rincones de su casa.
La capilla era preciosa y no le faltaba detalle. Siempre tenía la puerta abierta y yo agradecida me asomaba por ella.
Desde esta finca Muleta de Ca S’Hereu se pueden hacer muchos planes, variados y tan bonitos que seguro que recordaremos para siempre. Desde ahí mismo parten diferentes senderos que están muy bien señalizados y son sencillos. Nos cruzamos con muy poca gente, a pesar de ser agosto, y el silencio era la máxima del lugar.
Hicimos dos senderos: Uno fácil de 50 minutos que llega hasta el alto de la punta de la bahía de Sóller y que baja hasta el puerto. Allí recomiendo, en la bahía, hacer una parada gastro en la terraza del hotel Espléndido, que me recuerda siempre a mi amiga Teresa. El nombre del hotel ya lo dice todo. Y cerca está la tienda de regalos y decoración Cas Siquier, en el paseo marítimo. “Tenemos cosas especiales porque mi mujer tiene muy buen gusto” nos contaba orgulloso y amable. su dueño. En Terra Endins está lo mejor de lo mejor de la zona para los gourmets. Me lo hubiese llevado todo para la despensa de casa…
Y el segundo sendero es el que recomiendo encarecidamente, llegar desde la misma finca hasta Deiá. Son tres horas largas por un camino que es como de película, desde el que ves el mar, casas elegantes, enormes pinos, centenarios olivos, bancales de piedras… Nos parecía tan impresionante que Alfonso y yo hablamos poco durante el recorrido porque estábamos muy sorprendidos.
Muy brevemente diré que el pueblo Deiá es para regresar y regresar y regresar… Y qué mejor que como premio tras andar es comer en Ca’s Patro March, siempre hay que reservar. La ubicación, la calidad de los pescados y el ambiente son top.
El regreso desde Deiá a nuestro refugio payés, Muleta de Ca S’Hereu, lo hicimos en autobús. Ahí siempre te espera la piscina de la finca para terminar la tarde.
Otro pueblo para hacer mil fotos para Instagram es Fornalutx. Y cenar en la terraza de Ca N’Antuna los platos de la sierra de la Tramuntana. Dimos un paseo y Pepe, un señor amable, al vernos nos enseño su huerta que mima a diario. Y las casas eran tan bonitas… Sin duda es un lugar de cuento.
Y otra parada inolvidable para ir en coche es Valldemosa que atrapó al genial pianista Chopin. Cada verano organizan en la localidad un certamen de música y tuvimos la enorme suerte de asistir a un concierto de piano en un entorno único. De pequeña tocaba este instrumento y me acordé muchísimo de mi padre. Antes del concierto cenamos en Troya y nos encantó el toque internacional de su cocina y la amabilidad.
Despido esta crónica veraniega que no podremos olvidar nunca agradeciendo a las personas que hacen cada día Muleta de Ca S’Hereu por su cariño, amabilidad e interés por hacer que nuestra estancia fuese tan especial. Siempre digo que los lugares lo hacen las personas. Y dedico este post lleno de belleza a mi amiga Helena que desde su ejemplo, superación y fuerza sigue mis pequeños descubrimientos. Y yo la sigo a ella. Gracias por acompañarme.
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