Que esta vez fue de verdad, porque las veces pasadas siempre dejábamos un asunto pendiente para volver a retomar lo nuestro. Pero hoy nos encargamos de cerrar todas esas puertas que muchas veces dejábamos entreabiertas con la excusa de tener que regresar a cerrarlas.
Hoy pusimos un punto final a todo ese libro que escribimos durante días, meses y años. Después de releer cada capítulo buscando en qué nos habíamos equivocado para que en el siguiente no cometiéramos el mismo error, por fin decidimos dejar de escribir historias. Cada vez las contábamos peor, porque nos aferrábamos a un cuento de hadas que todo el mundo juzgaba pero que solo tú y yo sabíamos. Que no dejábamos que nadie tomara una pluma para que nos ayudara a cambiar el rumbo de nuestro libro, simplemente éramos egoístas, y no queríamos que lo que era nuestro fuera de alguien más.
Tal vez ya estábamos cansados de volver a reconstruir todo aquello que estaba roto desde hace tiempo.
O simplemente necesitábamos un respiro, de esos que tomas cuando terminas de hacer ejercicio, con toda profundidad, sin pensar en nada más para recobrar el aliento. Tal vez solo necesitábamos tiempo, tal vez solo un instante o tal vez una vida entera. Tal vez esto era justo lo que pedíamos para dejar de autodestruirnos luchando por algo que estuvo muerto desde hace meses pero que ninguno de los dos quería dejarlo ir.
No sé si fue la mejor manera de decir adiós pero debo reconocer que pudo haber sido peor. Todo se terminó tan rápido y sin esperarlo pero si hubiera sido más largo, el dolor nos habría devastado. Simplemente, en una noche fría de invierno, nos despedimos prometiendo que en algún momento la vida nos volvería a poner en el mismo camino.
Pero la mejor parte de todo es, como decía mi abuela, donde una puerta se cierra, otra se abre y tal vez aún no he llegado a abrir la correcta. Por lo pronto, sé que ambos logramos cerrar esa puerta que tenía nuestros nombres escritos. Por eso, después de una larga historia y un corto final, es momento de seguir adelante.
Fdo. F