Y no, no vengo a traeros una receta especial para San Valentín, porque pienso que el amor es algo especial sea el día que sea, y que hay que celebrarlo en cualquier momento, y no en aras del consumismo que nos dictan desde todos los medios.
Pero sí que vengo a hablaros de sentimientos. Del de la amistad concretamente. Y a relataros como 13 años después de ver a mi amiga por última vez, cuando nos despedimos en la puerta del edificio que había sido nuestra morada común durante casi un año de convivencia, nos reencontramos esta vez en su ciudad natal, Ioannina, la cual incluimos en la ruta solo y exclusivamente por ir a ver a María, mi querida amiga griega.
No pondré fotos personales para respetar la privacidad de una persona que solamente utiliza las redes sociales para poder seguir la pista a sus muchos amigos internacionales, pero que apenas publica nada de su vida privada.
Pero sí os puedo contar cómo nos acogió en su casa y nos preparó un delicioso almuerzo tradicional griego casero. Y aunque sólo fuera durante unas pocas horas, retomamos aquella conexión que ya surgió hace 13 años cuando nos conocimos en Edimburgo. Cuando aún compartíamos las tardes de tés entre mis ensayos para la carrera y sus capítulos de la tesina, soñábamos con que algún día visitaríamos las islas griegas, y pasaríamos una semana viajando juntas. Al final no fue así exactamente, pues como ya sabéis veníamos de visitar las islas, y ella además no estaba en condiciones de viajar, pues estaba apunto de dar a luz a su segundo hijo. Pero me dio una increíble satisfacción personal, poder cumplir de alguna manera aquella promesa de hace más de una década, de que algún día la visitaría en Grecia.
Con muy poca intención turística, y más bien para que sirviera de decorado a nuestra conversación, dimos un paseo cortito por el casco antiguo de Ioannina, y la verdad es que nos pareció un sitio muy agradable para vivir, aunque ellos mismo nos explicaban que si te alejas un poco del centro histórico todo son edificios grises y feos, y que la ciudad está un poco apagada en los últimos años.
Ioannina se encuentra a apenas 40km de Monodendri, en las montañas de Zagori donde habíamos dormido la noche anterior. Lo más destacado de su centro histórico es la ciudadela de Its Kale donde se encuentran la tumba de Ali Pasha y la Mezquita de La Victoria (Fetiye Cami) que datan de la época de ocupación otomana.
Ruinas del palacio de Ali Pasha
Fetiye Cami
Otra de los rasgos característicos de Ioannina es el lago Pamvotis un pequeño lago natural que alimentan varios ríos y que tiene en su centro la única isla lacustre habitada de grecia. Se pueden hacer excursiones en barco por el lago, aunque se recomienda no nadar pues las aguas están bastante contaminadas por los vertidos descontrolados.
Nuestros anfitriones tenían un compromiso familiar esa misma tarde, así que después de un apacible freddo cappuccino nos despedimos con los ojos llenos de recuerdos del pasado y de buenos deseos para el futuro.
Teníamos intención de aprovechar la tarde para visitar las cuevas de Perama a tan solo 4 km de Ioannina, pero apenas quedaban 2 horas para que cerraran y finalmente decidimos emprender la primera etapa del viaje de regreso y dormir en Trikala donde llegamos ya de noche.
El camino normal entre Ioannina y Atenas es por el puente del río Antirio, que une Grecia central con el Peloponeso, pero el peaje es bastante caro, y nos avisaron de que estaba todo muy mal con las obras. Así que finalmente decidimos desandar el camino ya hecho (más vale carretera mala conocida que ¿buena? por conocer) y volver vía Trikala-Lamia-Tebas-Atenas.
Esto nos llevó a cruzar por el paso de las Termópilas que fue nuestra parada destacada de la siguiente jornada y nuestro último descanso en el viaje antes de regresar a la metrópolis de Atenas. Pero eso Calderer@s ¡será en el próximo post viajero!
¡Hasta pronto!
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