Simplemente nos montamos en el coche y recorrimos los 320 kilometros que separan el costero (aunque montañoso) Litohoro hasta llegar a los recónditos pueblos de Zagori, una región conocida como Zagorohoria.
Se trata de 45 pueblos de montaña que preservan su identidad única a pesar del paso del tiempo. Esta comarca constituye una región con unas marcadas diferencias culturales con respecto del resto del país, que derivan de las influencias serbias y eslavas que esta zona ha recibido a lo largo del tiempo.
Pero no son solo estas joyitas rurales las que hacen esta zona dignas de visitar. Gran parte de la riqueza forestal de Grecia se encuentra al refugio de esta gran cadena de montañas, dando lugar a la creación de algunas de las reservas naturales más importantes del país como son los Parques Nacionales de Pindo y Vikos-Aoos.
Es aquí donde encontramos también el famoso cañón de Vikos, inscrito en el libro Guiness por ser el cañón más profundo del mundo.
“Vikos-gorge” by Onno Zweers
Al final, el destino nos llevó hasta el pueblo de Monodendri, un pueblecito al mismo borde del cañón perfecto para explorar la zona y que en esa época del año, al contrario de lo que pasa en las islas, está bastante tranquilo y, aunque hay movimiento algo turístico, queda lejos de la aglomeración.
Quizá fue por este motivo que encontramos una habitación en un precioso hotel rural por el increíble precio de 15??? cada uno, con desayuno incluido, en un lugar de ensueño. Parecía ser que los amabilísimos hermanos que regentan el Ladias Guest House estaban dispuestos a compensarnos por el mal día anterior.
Ladias Guest House
Fueron además muy amables explicándonos cómo podíamos aprovechar mejor el día que íbamos a pasar en Zagorohoria, de forma que nos diera tiempo a ver Monodendri, visitar algún otro pueblo, ver los puentes de piedra y visitar algún mirador para poder llevarnos en nuestras retinas un poco de la inmensidad del cañón de Vikos.
Comenzamos la ruta visitando el mirador de Oxia desde donde las vistas de la garganta de Vikos realmente te cortan la respiración.
Para llegar al mirador se pasa por el llamado bosque de piedra, en el que entre la vegetación se esconden formaciones rocosas sorprendentes.
La siguiente parada fue el primero de los puentes de piedra de Zagorohoria que visitamos: el puente de Arkouda.
Los puentes fueron construidos por mercaderes inmigrantes que recorrían los antiguos caminos de montaña en sus negocios, para sustituir los viejos puentes de madera que ponían en peligro sus mercancías y sus vidas.
Otros puentes que visitamos fueron el de Kokoris y el de Kalogeriko, con sus atractivos tres arcos.
puente de Arkouda
Puente de Kokoris
Puente de Kalogeriko
Al final de esta ruta puentil, se encontraba el recóndito pueblito de Negades, que tiene una iglesia-monasterio con importantes frescos, que lamentablemente no pudimos ver por estar cerrada. Tuvimos suerte, sin embargo de que el único bar del pueblo estaba abierto, y aunque no tuvieran freddo cappuccino, que era lo que realmente nos apetecía sí nos pusieron una “te de las montañas” (que no es té, sino una planta llamada Sideritis) y una cocacola. Toda la conversación fue en griego (en el poco que habíamos aprendido en el camino :) ) y fue parte del encanto de aquella visita.
De vuelta a Monodendri todavía tuvimos tiempo para dar un agradable paseo por el pueblo y sus calles de piedra que te transportan a otras épocas, y para echar un último vistazo al cañón desde la espalda del monasterio de Agia Paraskevi (a un corto paseo del centro del pueblo) antes de ir a cenar.
La cena fue el último “homenaje” que nos dimos en el viaje, por así decirlo, y la verdad es que por suerte esta vez sí acertamos. Comimos en una de las tabernas de la calle principal del pueblo (aunque no en la plaza principal). La taberna “Vikos Gorge” aunque tenga el nombre muy turístico, no nos decepcionó.
La comida, sin ser sublime, era más que aceptable y agradable; El vino Makedonikos, riquísimo y el ambiente muy agradable.
Pedimos queso feta al horno, unas chuletas de cordero de montaña a la brasa, y una musaka. Todo acompañado por el aire fresco de una noche de verano en la montaña que convirtió la velada en la guinda perfecta para lo que había sido un gran día explorando la zona de Zagorohoria.
¡Nos vamos acercando al final del viaje!
En la siguiente jornada visitaré a una amiga a la que no veía desde hacía 13 años. Compartiremos con ella todo el día y luego emprenderemos nuestro regreso a Atenas. ¡Queda poco ya!
¡Hasta la próxima, Calderer@s!
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