Nuestra tercera etapa en coche por Grecia continental se convertiría en una de las etapas más espectaculares de todo el viaje. Un día que disfrutamos a tope, a pesar de los muchos kilómetros en coche por las a veces inhóspitas carreteras griegas.
Salimos de Delphi bien temprano con una sensación hermosa en el cuerpo, como de haber sido purificados por nuestra visita al Oráculo de Delfos. 232km y 5 horas más tarde, después de experimentar lo poco afortunado que puede ser intentar tomar una carretera secundaria en Grecia para intentar no pagar los peajes, llegabamos a Kalambaca.
Nada más llegar, la tierra misma te lo dice todo, no hay necesidad de hacerse conjeturas. El lugar es simple y llanamente, ES-PEC-TA-CU-LAR.
Hicimos el checking en una de las opciones “budget” que nos recomendaba la guía, la pensión “hostal Meteora” que nos decepcionó un poco en principio, porque por el precio (45???) nos esperábamos una habitación con vistas a la pared de formaciones rocosas impresionantes que se alzaba detrás del edificio del hotel, pero que incluía un desayuno digno de Daenerys Targaryen que no nos pudimos ni acabar.
Otra cosa que nos moló de la pensión, es que el dueño nos habló de algunas rutillas que se podían hacer por los monasterios a pie, saltando de roca en roca como Goku en sus mejores tiempos. Y más o menos nos organizó lo que nos quedaba de día, y la verdad es que lo aprovechamos super bien gracias a él.
Kalambaka es una ciudad que solo por su espectacular enclave ya sería un destino atractivo, pero a la mano de la naturaleza hay que sumarle la mano del hombre. O la de Dios, o de sea quién sea que tuvo manos lo suficientemente diestras como para construir los famosos “monasterios suspendidos del cielo”, más conocidos como los Monasterios de Meteora.
Originalmente, entre los siglos XIV y XV los monasterios llegaron a ser 24 en total, aunque hoy sólamente hay seis en activo. Los monasterios igual no son tan espectaculares una vez que estás dentro de ellos, aunque es bastante impresionante ver como han adaptado las plantas de los edificios a las superficies que tenían en la roca, y pensar que algo así se hizo por ermitaños exiliados en el siglo XIV. Sin embargo, merece la pena subir al menos a algunos de ellos, pues las vistas del valle del Peneo y de los otros monasterios te cortan la respiración.
En algunos monasterios además hay capillas con frescos pintados que son dignas de ver. Nos llamó mucho la atención una que estaba cuajada de arriba a abajo de escenas de martirios, super explícitas. Al lado de esa capilla, la película de Holocausto Canibal, parece que la ha hecho Disney. (No hay fotos)
Sí queréis visitar los 6 monasterios, tenéis que planificaros bien pues, la mayoría cierra a las 5 de la tarde, algunos incluso a las 4pm. Además algunos de ellos no están abiertos al público ciertos días de la semana, y a veces los horarios cambian, así que lo mejor es informarse bien antes de ir. Nosotros, con ver uno o dos nos conformabamos (a parte de que vale 3??? entrar a cada uno de ellos). Así que para que no se nos subiera mucho el presupuesto, decidimos escoger dos de ellos, y finalmente fueron el Megalou Meteorou (o Gran Meteora) también llamado Monasterio de la Transfiguración y el Moni Varlaam o, de todos los Santos.
Hay que puntualizar, que las mujeres, aunque llevemos pantalón largo (como era mi caso) tenemos que ponernos un pareo a modo de falda para poder acceder al templo. Ahora que de la camiseta de tirantes con escote no me dijeron ni mu.
En los monasterios se puede ver pequeños exposiciones que muestra objetos típicos de la vida en estos parajes, así como enormes barriles de vino de ¡hasta 12000 litros! También los famosos ganchos con cestos colgantes que se usaban en un principio para acceder a los templos y para el transporte de mercancías.
La subida a los monasterios es pronunciada y hay que subir bastantes escaleras. Cuidado con la cabeza y los hombros si vais subiendo por la parte pegada a la roca que hay salientes cortantes y si os cruzáis de frente con alguien por la estrecha escalera es probable que os llevéis un buen rasguñón.
Pero como os comentaba antes, casi que disfrutamos más triscando por las rocas y viendo los monasterios desde el exterior que en el interior de los templos.
Hicimos una mini ruta por un sendero que sale desde justo enfrente de la entrada a Megalou Meteora. No es muy evidente, pero una vez que se encuentra el sendero está muy bien marcado y es fácil de seguir.
El sendero sube por la colina y la rodea llevándote a través de un bosque al otro lado del valle desde donde hay unas vistas increíbles.
En una de las grandes rocas del cielo había un monumento con su bandera griega al viento. Desde allí se podían observar monasterios todavía en pie, pero abandonados y olvidados. Incrustados en la roca viva y congelados en el tiempo.
Calculamos para poder ver el atardecer desde esa perspectiva privilegiada, pero nos dimos cuenta de que se nos haría de noche por el camino de vuelta, por lo que nos volvimos bajo los preciosos rallos de un sol dorado.
Y vimos el atardecer por la carretera que une los monasterios, desde una gran roca plana que congrega a mucha gente para despedir al sol por la buena orientación y las increíbles vistas que ofrece.
Y si el día había sido algo increíble, más increíble si cabe fue la cena que nos dimos en un restaurante de los que recomendaba la guía. Estaba además muy muy cerquita de nuestra pensión, nada más bajar la calle, pero fueron el queso feta asado, la musaka, y el pastitsio más deliciosos que hemos probado en nuestra vida. Si estais por la zona y os apetece comida tradicional griega increíblemente buena apuntad el nombre: Taverna To Paramithi.
Un día para recordar, ¿no os parece?
:)
Yo todavía me acuerdo de esa musakaaaa. ¡Me comía mil! :P
¡Hasta la próxima, Calderer@s!
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