Continuamos viajando por Grecia y aunque ha llegado el momento de abandonar las islas, la aventura no acaba aquí. Cual Ulises regresando a su tierra (aunque con una ruta bien distinta) navegamos por el Egeo durante horas y horas de ferry hasta alcanzar el puerto de El Pireo, en Atenas.
El ferry de vuelta al continente nos costó 34,5â?¬ por persona. Salimos a las 9:30 de la mañana del puerto de Naxos y tras una parada para recoger pasajeros en Paros, llegamos sobre las 15:00 de la tarde al Pireo que nos esperaba con una buena dosis de caos y sordidez para cambiarnos el chip de golpe tras los idílicos días navegando por las islas.
El viaje desde Naxos había sido movidito. El mar estaba algo picado y nuestros billetes de clase baja solo nos permitían estar en la cubierta del barco. 5 horas y media de ganas de vomitar por el zarandeo del barco, frío por el viento que mordía, y humo por el viaje de estudios de adolescentes franceses que nos rodeaban y que fueron todo el viaje fumando como si no hubiera un mañana.
Poner el pie en tierra no es que mejorara mucho las nauseas, pero por lo menos nos alejó del inhalar humo constantemente con lo cual fue una mejora.
Ahora, empezaba la misión imposible: cargados con las mochilas, un poco desorientados y cansados, encontrar un sitio donde alquilar un coche en El Pireo. Dimos varias vueltas caminando a trompicones entre el caos portuario hasta que decidimos separarnos para ser más efectivos. Los puntos de información turísticos cerrados, y hasta donde nos alcanzaban los ojos, no veíamos ningún cartel de empresas de alquileres de coches.
Fue entonces cuando se me acercó el primer “yuyu”. Un señor de unos 50 años, que me preguntó en 3 idiomas que donde quería ir, hasta que en inglés me entendió que quería alquilar un coche. El hombre echó a correr por mitad de una avenida de 8 carriles al grito de “Quickly! Quickly!”, pretendiendo que con las dos mochilas que llevaba una en la espalda y otra delante pudiera correr y sortear los coches como él lo hacía. Pero mi compañero de aventuras que justamente vio la situación si que se lanzó al tráfico y con una agilidad digna de Ajax logró cruzar la avenida a la misma velocidad que el trapichero.
Efectivamente, nos llevó hasta lo que en un principio parecía una casa de cambio, que era en realidad una agencia de viajes disfrazada. Nos dimos cuenta entonces de que es que los carteles de “se alquila coche” están dentro de estas pequeñas tiendecitas, y fue cuando se nos abrió la luz, pues habíamos empezado a desesperarnos, y a pensar que estábamos atrapados en Atenas por lo menos hasta el día siguiente.
El ambiente dentro de la “agencia” de viajes era de los más sórdido, pero efectivamente hicieron unas cuantas llamadas y nos hicieron una propuesta, solo que no tendrían el coche listo hasta las 8 de la tarde. Nos parecían bien el precio y las condiciones, pero no la hora de salida, pues queríamos hacer aún muchos kilómetros. Les dijimos que íbamos a buscar más y si no encontrábamos un coche más temprano, volveríamos en breve.
A todo esto el “yuyu” nos pidió que le diéramos algo para una cerveza por habernos llevado hasta allí. Le dimos 2â?¬ porque en realidad nos hizo todo el apaño, y nos enseñó a identificar las “agencias”.
Finalmente encontramos una agencia que nos conseguía un coche con Bazaar Rent a Car para las 17:00 de la tarde. Inmediatamente lo aceptamos, y aunque al final no estuvo listo hasta las 18:00 en realidad fueron super amables, y hasta nos dieron unos mapas, (bastante cutres, pero que nos sirvieron para todo el resto del viaje).
La verdad es que nos fue genial, así que realmente os los recomendaría como agencia para alquilar un coche en Atenas. Nos dejaron devolver el coche en Atenas ciudad a la vuelta sin cobrarnos diferencia, y hasta nos llevaron a la sucursal del centro en Syngrou Avenue para que viésemos cómo se llegaba.
¡Ya teníamos el coche!
Aunque se nos hacía de noche y no teníamos ni reserva en Nafplio donde habíamos pensado pasar la tarde-noche (que ya iba a ser más bien la noche). Así que metimos la quinta marcha y nos dispusimos a enfrentarnos a las peculiaridades de la conducción en Grecia. Como por ejemplo, que si vas a ir respetando la señalización, tienes que circular por el arcén, porque los coches se te echan encima para adelantarte, tanto en el mismo sentido como en el contrario. Y otra cosa, si no quieres ir por carreteras por las que prácticamente solo puedes circular en tractor, o en jeep y que no tienen indicaciones…paga los peajes.
De Atenas a Nafplio hay unos 150km. Algo más de 2 horas si pagas los peajes y más de 3 si no. Como se nos hacía tarde decidimos pagar los peajes, aunque pensábamos que iba a ser una excepción en el viaje, pero acabó convirtiéndose en la tónica, por las malas experiencias cuando no lo hicimos.
La ciudad de Napflio se encuentre a la entrada del Peloponeso, y su nombre proviene de Nauplio, hijo según la mitología de Poseidón y Amimone. En el siglo XIV fue vendida a Venecia, y de ahí su romántica arquitectura veneciana.
Es una ciudad preciosa, de la que apenas tenemos fotos pues llegamos muy tarde por la noche y nos fuimos temprano por la mañana. La mayor parte del casco antiguo está en una pequeña península que se adentra en el golfo y en lo alto del cual está también el castillo de Palamidi.
Es un gustazo pasear por sus antiguas calles repletas de restaurantes y cafeterías, así como por el paseo marítimo desde donde se puede contemplar el castillo de Bourtzi, una fortificación en medio del agua que construyeron los venecianos para proteger la ciudad de los ataques de los turcos.
Castillo de Bourtzi, Nafplio
Solo pasamos unas pocas horas de esta ciudad, pero las disfrutamos muchísimo. Fue nuestra primera parada antes de explorar uno de los grandes yacimientos arqueológicos del Peloponeso, que nos esperaba al día siguiente: la antigua ciudad de Micenas.
Pero eso será en el próximo capítulo.
¡Hasta pronto, Calderer@s!
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