Según nuestro trato hoy íbamos a estar todo el día paseando por la ciudad para disfrutarla y descubrir lo poco que nos queda. Esta vez no había que madrugar así que nos levantamos tranquilamente, desayunamos y salimos a pasear por el centro de la ciudad. Por la mañana vimos la Capilla Real, la tumba de los Reyes Católicos, la colección de pinturas de la reina Isabel, algunas reliquias antiguas... su precio es de 4 € y a mi me gustó bastante, pero Mario y mis amigos no opinan lo mismo. Cierto es que se quedaba un poco corta, como que le falta chicha, pero todo lo que hay dentro para mí es bastante interesante... qué mal gusto tienen mi novio y mis amigos!
Al salir de la capilla nos encontramos con mis padres y sus amigos ¡qué casualidad! ellos vinieron a Granada también el mismo fin de semana pero sí, fue bastante casualidad eh? nosotros salíamos de la capilla y ellos iban a entrar justo en ese momento. Nos paseamos por los alrededores de la catedral, las callecitas y plazas hasta llegar a Bib-Rambla, donde había un mercadillo navideño y mucho, mucho ambiente. Todas las tiendas, bares y cafeterías estaban decoradas de Navidad y las calles llenas de gente. Era sábado y hacía un día buenísimo así que era todo perfecto.
A la hora de comer entramos al Mercado de San Agustín, que no teníamos ni idea de dónde estaba; solo sabíamos que estaba. Es como una Boquería de Barcelona o un mercado de San Miguel de Madrid, pero con el espíritu granaíno de las tapas. Cada puesto de comida vendía tapitas para comer y por los pasillos habían mesas y taburetes para sentarte a comer así que nos tomamos un aperitivo en un puestecito japonés y adivinad lo que comimos: shusi!!! que bueeeeeno, cada vez me gusta más. De ahí nos fuimos a otro donde hacían comida para llevar y por 125 € yo me comí un plato de migas ¡mmmmm! Mario uno de papas a lo pobre, macarrones... vamos que por dinero no será, más barato imposible.
Tapas por el mercado de San Agustín y nuestro aperitivo de sushi
Después de comer nos fuimos al apartamento a dejar unas cosas y de camino por el Albaicín Mario y yo nos encontramos a un chico con este guacamayo azul. Nos quedamos un rato mirándolo aunque no pudimos resistirnos a pedirle al chico si lo podíamos tocar y al final nos trajimos esta foto de recuerdo. Me encantan los pajarracos!!
De allí nos fuimos al Paseo de los Tristes. Por la tarde es la mejor hora para estar allí, a los pies de la Alhambra, al lado del río Darro y disfrutando de su mejor ambiente. Un paseo por el carrer del Darro, bordeando el río, escuchando el sonido del agua y admirando las antiguas casas y puentes es una de las mejores cosas que se me ocurren para un fin de semana por la tarde. Nada como un paseo al sol (en invierno claro, en verano es un suicidio). Y como buenos valientes que somos, decidimos subir al mirador de San Nicolás desde allí y como era de imaginar, nos perdimos. Pero oye, sábado por la tarde, solecillo, buena temperatura, vacaciones, perderse por el Albaicín desde luego fue todo un placer. Finalmente llegamos al mirador y estaba abarrotado de gente. Normal, no somos los únicos que pensamos que era el plan perfecto. Aun así, aunque tuvimos que hacer cola para sentarnos y mirar la Alhambra desde allí, se agradece. Se me hizo un nudo en la garganta y no por pillar sitio, sino del momento tan perfecto y las vistas tan maravillosas que teníamos allí. El día estaba siendo perfecto.
Carrer del Darro
Paseo de los Tristes
Mirador de San Nicolás
Después de una buena dosis de vistas a la Alhambra y Granada bajamos por el Albaicín para terminar la tarde en una de las teterías de la calle Caldererería, Kasbah es nuestra favorita. Tal vez tengan aspecto de caras o demasiado turísticas, pero en comparación a lo que yo estoy acostumbrada, aquellas teterías son demasiado baratas y encima son súper chulas, así que no os echéis atrás por su aspecto árabe tan bien logrado. Realmente no son nada caras (una tetera 3 €) y el ambiente es súper íntimo y acogedor. Es de lo mejorcico para pasar la tarde de relax ¿y si encima tienes vistas a la calle? ni te cuento. Tomar un té calentito mientras ves a la gente de arriba abajo por el Albaicín...
Calle Calderería Nueva
Tetería Kasbah
Como era tan máximo estuvimos allí hasta bien tarde y después nos fuimos a hacer el mismo recorrido que hicimos por la mañana pero de noche. Ahora estaban tooooodas las luces de Navidad, las calles abarrotadas de gente, coros cantando villancicos, olor a castañas asadas y el mercadillo navideño a tope. Pasear por todo el centro comercial, más que un placer es un reto. Si tienes paciencia es hasta divertido; a mi todo eso me encanta!. A la hora de cenar nos fuimos a nuestro recién descubierto bar de tapas del mundo. Allí nos pedimos varias rondas porque no nos apetecía hacer la ruta de las tapas y después nos fuimos a tomarnos nuestro codiciado batido al Bohemia Jazz. Yo me tomé un batido, pero el resto empezaron a calentar motores con sus gintonics porque después ¡por fin salimos de marcha! hicimos una mini ruta de cubateo por Pedro Antonio y la Gran Vía. Mario y yo aguantamos hasta bastante tarde porque teníamos muuuuchas ganas recorrer los locales que tanto nos gustaban cuando vivía allí. A las 4 y media nos volvimos al apartamento haciendo una parada en uno de los chawarmas de la calle Elvira que no cierran nunca. Nos sentamos en una placita del Albaicín a despedirnos de Granada con chawarmas y falafeles y cerramos parte de nuestro viaje perfecto; tan perfecto que ésta vez no pude aguantar las lágrimas de emoción, de lo enamorada que estoy de Granada (lo se, soy tontísima!). Al día siguiente nos volvíamos a casa y yo ya estaba pensando en cuándo volver... 3 días saben a muy poco :(
Mercadillo navideño en la plaza Bib Rambla
Salteado thai y pollo al curry en nuestra última noche de tapeo
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