BARCELONA DÍA 3: EL GRAN DÍA DE LOS DISGUSTOS



Aunque este día empezaba intenso como el anterior, en teoría acabaría genial porque hoy nos íbamos a dormir a casa de mi tía en Cabrils, el pueblo donde ella vive a 20 minutos de Barcelona en tren. Pero el día fue variando inesperadamente. Madrugamos para terminar de cerrar la maleta y dejarla en alguna consigna. No nos dio ninguna pena dejar el hostal; al menos yo no llegué a sentirme en ningún momento como en casa. Dejamos las maletas en un parking-consigna que había justo debajo del hostal. Solución cutre pero muy económica: 1 € por maleta yupii! y tomamos el metro a toda prisa porque teníamos una cita con la Sagrada Familia a las 10 de la mañana.
A primera hora de la mañana rodeados de decenas de grupos guiados y cientos de turistas, allí estábamos a los pies de aquellas puntiagudas agujas de la Sagrada Familia. La fachada de la Pasión es la parte nueva y aquí es donde se sacan las entradas, pero si las has sacado por adelantado como nosotros para ahorrarte las colas, tienes que dirigirte directamente a la fachada del Nacimiento, la parte más antigua y para mí, la más bonita. Haces unas cuantas fotos desde fuera y hacia dentro.


Mi madre me dijo que nada más entrar nos sorprendería su interior y acertó de lleno. Gaudí diseñó un bosque de árboles y troncos enormes que jugaban con los colores de la luz solar que dejan pasar las vidrieras. Ninguna otra basílica se parece en lo más mínimo a la Sagrada Familia y eso es lo que la hace tan especial. Mucha gente se conforma con verla desde el exterior. Si es por falta de tiempo no me cabreo, pero si es porque vale 15 € os aseguro que merece la pena pagarlos; si tenéis oportunidad no lo dejéis pasar.
Además nosotros pagamos 4 € más por subir a las torres del Nacimiento. Pensaba que si no los pagabas no se podía subir y resultó que los 4 € eran para subir en ascensor. Al menos Mario y yo nos ahorramos la reventada de subir aquellas torres por la estrechísima y agobiante escalera de caracol.
También entramos al museo de la Sagrada Familia. Podréis ver fotos antiguas de cuando comenzó a construirse, bocetos, maquetas y os enteraréis de alguna que otra cosa interesante. Lo que más me gustó fue la reconstrucción de la basílica a pequeña escala que hacen en directo los restauradores.

Interior de la Sagrada Familia


Vistas desde las torres del Nacimiento

Pasamos la mañana allí dentro. Después vimos una pequeña exposición de camisetas del Barça y antes de comer también quisimos ver el Hospital Sant Pau; uno de los hospitales más bonitos del mundo, así que pusimos rumbo por la Avenida Gaudí hasta la entrada del hospital, pero no nos decidimos a entrar. Es una avenida llena de terrazas de bares y con un ambiente muy tranquilo. Me recordaba a un pueblo, o a mi barrio donde viví en Granada. Nos conformamos con verlo por fuera e hicimos marcha atrás hasta el McDonals justo enfrente de la Sagrada Familia. Otra vez terminamos en el McDonals... (es lo que tiene tener un presupuesto de algunos euros) comer en el McDonals por obligación no tiene ningún encanto. Después nos fuimos a un parque con césped que había detrás de la basílica y nos echamos un rato a descansar. A partir de aquí el día fue en declive...
No sabíamos la hora exacta a la que nos íbamos a ir a Cabrils, al pueblo de mi tía. Pensamos en darnos un último paseo por el Barrio Gótico que tanto nos gustó y después coger el tren hacia allí. Pero al entrar en la boca de metro empezaron los problemas.


Hospital de Sant Pau

- Andrea, no encuentro la T10... - (La T10 es la tarjeta de metro de 10 viajes)
- ¿Cómo que no la llevas? mírate bien...
- Que no la llevo... iba en el paquete de tabaco.


Preguntadle a Mario por qué Dios metió la T10 en su paquete de tabaco... aunque el problema no fue ese. Mario no había tirado el paquete de tabaco a la basura como yo pensaba, sino que lo tenía recién comprado. El problema era que no nos quedaba NADA de dinero. Entonces... ¿y el paquete de tabaco? este marrón fue de los buenos.
Nos fuimos en busca del paquete de tabaco al McDonals, al parque, por la calle, pero nada. El paquete de tabaco no apareció y no llevábamos un duro encima para el metro. Miento, nos quedaba el dinero justo para coger el tren e ir a casa de mi tía a Cabrils, pero nos era imposible volver andando desde la Sagrada Familia a Urgell, donde teníamos las maletas, y de allí a la estación de tren. Era imposible que nos diese tiempo. Así que ideamos un plan: que la madre de Mario nos ingresase unos 50 € en el banco para salir del hoyo. Mario se fue a un cajero automático y yo me quedé con mis piernas cansadas sentada en el suelo del metro, justo al lado de los tornos, viendo como una señora bien arreglada, una pandilla de jóvenes o un señor con bigote... ¡joder, cuanta gente se cuela en el metro!
Mario llegó sin noticias nuevas; su madre no había podido ingresar el dinero todavía y como no sabíamos por cuanto tiempo tendríamos que estar allí esperando, pusimos en práctica lo aprendido el primer día con mi prima y su novio: colarnos. Donde fueres haz lo que vieres.
Tampoco nos sentimos demasiado mal con la ilegalidad porque no estábamos haciendo nada que no hubiésemos pagado con la T10 jijiji. Llegamos a la parada de Urgell, donde nos esperaban las maletas en nuestro parking-consigna. Las recogimos y volvimos al cajero automático ¡por fin estaban los 50 €! así que bajamos al metro de nuevo para comprar una nueva T10, pero nuestra mala suerte continua, la máquina del metro no acepta billetes de 50 ¡arrrgg! buscamos algún encargado de metro pero no había nadie y la ventanilla estaba cerrada para variar. Mario subió al exterior de nuevo en busca de alguna cafetería. Pero nadie nos daba cambio porque ese billete estaba estropeado ¿WHAT? ¡pero si estaba recién sacado del banco! nadie se fiaba de que ese billete valiera, increíble. Teníamos 50 € que nadie quería y seguíamos sin poder coger el metro. Imaginad el cabreo que llevábamos encima.
Nos fuimos andando a la misma Plaça Catalunya cargados de maletas. A paso ligero se tardan casi 10 minutos, pero con maletas... puff que camino más eterno. Yo estaba en fase depresiva y Mario quería tabaco así que llegamos a un trato: si Mario conseguía comprar tabaco con el billete que nadie quería, a cambio volveríamos en busca del donde hacían los batidos de fruta naturales muajajaja.
Y no pareció haber problema, menos mal. En el estanco quisieron nuestro dinero! casi lloro :D Así que buscamos una nueva consigna. Esperamos que en la estación de tren debajo de la Plaça Catalunya, al ser una estación de tren inmensa y tal, tuviese consigna... pues no. Pero tuvimos suerte y un policía nos indicó un lugar escondido justo en una de las callejuelas de Plaça Catalunya en dirección al Barrio Gótico, una consigna, y así podríamos ir en busca de mi codiciado batido de frutas. Ese tío de la consigna quería cobrarnos 8 € por cada maleta ¿estamos tontos? así que ni lo pensamos. Nos fuimos de allí pero entonces el chico vino detrás y nos llamó ofreciéndonos guardar las 2 maletas por 5 € ¿¿??¿??... y no entendimos nada pero nos pareció fantástico! así que allí se quedaron las maletas.

Porta de lAngel

¡Menos mal que el viaje me dio una segunda oportunidad para buscar mi batido de frutas! íbamos por el Barrio Gótico, sin perdernos, con dinero y sin maletas: perfecto. Entonces me llevé un chasco mucho peor que cualquiera de los que llevábamos a lo largo de la tarde... el local donde hacían batidos de fruta ahora vende ZAPATOS!!
(...)
Solo quería llorar y llorar... por fin convencí a Mario para volverlo a buscar... y resulta que ya no habían batidos de frutas ¿no os dan ganas de llorar? por suerte avanzamos una calle más y había otro local que hacía los mismos batidos. El hombre nos aconsejó las mejores combinaciones de frutas y nos pedimos medio litro de batido de mango, melocotón y fresa por 5 €. ¡Que cosa más rica! hasta Mario reconoció que buscar ese batido mereció la pena. Tranquilamente nos sentamos en una callejuela debajo de una catedral a tomarnos esa suculenta combinación de sabores directamente traídos del paraíso mientras escuchábamos a los músicos callejeros. Todos los problemas habían desaparecido y estábamos casi en nirvana. Viva Barcelona...
Al terminar de tomarnos aquello, fuimos a recoger nuestras maletas y bajamos a la estación de tren de la Plaça Catalunya. Esa estación es puro caos. Tuvimos que preguntar más de 5 veces dónde teníamos que sacar los tickets para Cabrils, cuál era la vía donde teníamos que esperar (¿podrían haber hasta 10 vías sin indicar?) y cuál era el tren que debíamos tomar, pues pasaba uno cada 2 minutos para diferentes destinos. Al final tomamos el tren correcto: Mataró - Calella.

Ya íbamos en el tren, no podía pasarnos nada malo. Que soy fácil de sorprender ya lo sabéis; las vías del tren van pegadas a la playa y es un lujo ir viendo el mar por todo el recorrido. No como aquí en Murcia y Alicante que solo atraviesas secano y desierto!. Cabrils es un pueblo muy pequeñito situado en pleno bosque de pinos en una colina con vistas al mar. El paisaje es precioooso. Mi tía nos estaba esperando en la estación para llevarnos a su casa y su casa es perfecta así que no había desgracia que temer. Mi tía es súper hospitalaria y su casa es como un hotel de 5* estrellas. Era como dirigirnos a la ciudad de vacaciones.
Llegamos a su casa y nos instalamos. ¿Os he dicho que la casa es chulísima? teníamos el bajo entero para nosotros con baño propio, un gran sofá cama y un jardín privado. Pero lo que quedaba de tarde preferimos pasarlo en la piscina mientras mi tía se quedó preparando una súper cena de bienvenida.

Piscina en casa de mi tía

Nuestro jardín

Estábamos en el paraíso: baño y al césped a dormir a esperar que se hiciese de noche para irnos a cenar cosas ricas ricas sin tener que preocuparnos por el dinero. En uno de los momentos baño en la piscina, Mario me animó para tirarme de cabeza al agua. Me lancé, y sin saber por qué, fui con los ojos cerrados en dirección suelo. Me estampé contra el suelo y me partí un diente... ¿que no podía ir a tarde peor? ... empezó a salirme sangre del labio y definitivamente me quedé sin media paleta. Imaginad el susto que le di a mi tía... o el que nos llevamos Mario y yo. No sabía si la había perdido para siempre, o se me infectaría... un agobio. Terminé el día triste, pensando que cuando volviese a casa, el dentista me haría mucho daño o de lo contrario me quedaría sin diente para siempre... qué ducha mas depresiva me di...
Menos mal que a la hora de cenar me animé un poco. Mi tía preparó el balcón del salón para cenar porque sabe que a mis padres y a mi nos encanta cenar allí. Se ve la montaña y el mar, y por la noche es de película. La cena la recuerdo como uno de los mejores momentos del viaje a pesar de que me faltaba medio diente. Cenamos con mi tía y Agustín. La carne de la hamburguesa que cenamos estaba súper buena, pero también la crema de puerros y las tostaditas de mermelada de cebolla y manzana con queso. Además luego nos tomamos varios cubatas de ron que preparó Agustín. Estaba todo tan bueno...
Nos quedamos hasta bien tarde allí hablando porque se estaba fenomenal, pero Mario y yo tuvimos que irnos a dormir porque al día siguiente queríamos volver a Barcelona para ver lo que nos faltaba. Pero aun podíamos tener más mala suerte...
Por cierto, que sepáis que recuperé mi media paleta jijiji esa misma semana fui al dentista y me hizo el arreglo, menos mal!
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Etiquetas: BARCELONA

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