Sebastián vestía austero, siempre combinaba dos colores, azul marino y gris, sus vestimentas siempre alternaba estas dos gamas de colores, azules marinos y claros polos en tonos azulados, o grises y blancos, ese era su estilo, sus santo y seña. Colores que delimitaban su armario y marcaban su personalidad. Él era el verdadero artífice del éxito de su jefa, o mas bien de su idolatrada compositora e intérprete. Mientras ella hacía sus ejercicios de espalda, con la entrenadora personal que la acompañaba, él organizaba la agenda, conciertos, firmas, y ensayos.
El marketing era fundamental, se debía fabricar una imagen, un nombre y ese era el de ella, Aranza, ese era su nombre acuñado desde el momento que emitía la primera nota, el Opus 35 debía sonar en París la cuna para todo músico. Él sabía que en París podría encontrar el reconocimiento querido o perderla a ella definitivamente, porque Paris albergaba un amor silenciado durante años, una pasión que brotaba cada nota que vibraba y era en París donde residía.
La primera pasión y la última, París ciudad de pasión o ciudad de desencuentro. La perdería definitivamente para la música y se entregaría a ese sentimiento que arrastra todo lo que posee.