Sí estamos en esos días de verano, ya han pasado las tensiones, se han disipado los temores y la responsabilidad del invierno, aquellas reuniones acaloradas, los horarios vertiginosos, las autopistas entrelazadas, el GPS que no señala la dirección indicada, por fin llegaron esos días de verano.
Un banco de colores señorea su aniversario, un plié, un ballancé, los colores del arcoíris se han posado en él, allí es el lugar perfecto para fotografiar a la bailarina que desliza sus pies para sentirse ligera, en una plaza redonda delimitada por diez maceteros redondos repletos de pensamientos de colores y que permite a la bailarina saltar de uno a otro.
El banco arcoíris ya está conquistado, corramos a otro rincón del verano, siguiendo los pies de la bailarina, que esta vez se posan en otro arcoíris, unas maderas en forma de valla que le sirve de base para hacer equilibrios, un ballonné pas, un assemblé, un arrière, un battement, un bras, un brisé, recuerda las clases del maestro que le repetía durante todo el invierno. Algarabía, ruido, ella mantiene el equilibrio, allí se da cita la infancia es el paraíso de la arena para los niños. Ella se balancea en el columpio y regala un Battement, extender la pierna de diferentes formas a los asistentes al evento.
Calentamiento, la bailarina ha de mantener los músculos fuertes y es necesario ir deslizando sus zancadas hacia la calle Sant Isidre, todo asfaltado y limpio le permite correr de puntillas, girar, hacer piruetas y aterrizar en el crepúsculo de las viñas, al lado de una fuente de mármol blanco en la que corre el agua fría y cristalina. Un demi-plie, el lugar está siendo muy acogedor para descansar y tomarse un respiro, mira hacia arriba y el cielo se ha teñido de naranja, de un fuego similar a un volcán que convierte su faldilla rosa palo y su mallot rosa con medias y calentadores a juego en un color brillante que descansa viendo el paisaje porque sobre las piedras de las viñas no puede bailar.
Piedras que son saludos amables, correctos, ni muy efusivos ni inexistentes, simplemente amables, respetuosos, piedras que le hacen de colchón para flotar y volver a su hogar. Acompañada por la música de la iglesia de la Magdalena le marcan el compás para volver al lugar de inicio. Rosa si los almendros en flor que mudan el color de sus flores al final de la calle y que cada mañana al levantarse sus ojos se posan sobre ellos y recuerda que se convertirá en un cisne que bailará sobre los escenarios.
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Blanco acaba el día de verano, se ha marchado el sol y en su retina, recuerda esos almendros en flor que con esa pequeña flor blanca, ahora rosada la están mirando y le dicen bailarás, te vestirás como nosotros de una flor blanca, te aterciopelarán de rosa pálido y después emergerá tu fruto, acompañada de amables saludos y acunada por ese ding dong que te devuelve al eje y te alienta.
Baila no estás sola, estás en paz contemplando desde tu ventana esa flor que te regala paz. Otra vez blanco, bailarina, pero ahora has de volar y danzar de rosa porque la flor de los almendros se ha mudado en verde y el rosa está en tu faldilla, gira, vuela, danza porque el Pla es blanco, l’école, el ayuntamiento, sus arcoíris son la fuente de tus sueños y tu plataforma para brillar.
Blanco Pla, otra vez blanco hasta que la aurora tiña de rosa el nuevo día.