Esta espléndida etapa, de Camino Portugués de la Costa, desde la medieval ciudad portuguesa de Viana do Castelo, representa el cumplimiento de un deseo formulado casi por casualidad dos años atrás.
Efectivamente fue la suerte la que nos conduzco a descubrir aquellos días una flecha amarilla en el pueblo costero de Moledo do Minho, junto al mar con el magnífico telón de fondo del icónico Monte de Santa Tecla. No conocíamos aún la alternativa del Camino de Santiago Portugués de la Costa, pero decidimos en aquel mismo instante retomar esa senda desde uno de sus orígenes: la intrincada ciudad de Oporto.
Vistas del Monte de Santa Tecla desde el Camino de Santiago
Desde que partimos de Viana aquella mañana, teníamos en la mente imágenes grabadas a fuego de aquellas playas interminables de arena blanca, vírgenes aún a la espera de nuestras huellas más profundas por el peso extra de las mochilas. Ascendimos para salir, como si la ciudad quisiera despedirnos con la mejor de sus vistas. Y así resultó, de nuevo nos sentimos privilegiados por el instante en que paramos y echamos la mirada hacia atrás. Al contrario que en el Camino de Santiago tradicional, no buscábamos el ocaso de sol hacia el oeste, sino el norte, hacia España, casi ya a la vista bajo su centinela Santa Tecla.
Tras bajar hacia la costa enseguida empezamos a reconocer lugares donde otrora paseábamos sin rumbo. Ahora las flechas amarillas colocadas con mimo nos guiaban hacia la última frontera del río Miño. Un camino de costa, arena y playas nos hizo ralentizar el paso casi sin querer, como no buscando abandonar estas tierras tan agradecidas a los sentidos. La brisa justa nos empujaba sin premura, la temperatura agradable en el casi ocaso del día invitaba a ver una puesta de sol inmaculada. El ocaso, sin embargo, nos fue esquivo por unas nubes bajas en la misma línea del horizonte, aunque el día nos compensó con un absorbente paseo por los empedrados de la ciudad medieval de Caminha do Minho.
De nuevo olvidamos el tiempo entre sus callejuelas. Los gritos lejanos de una boda que provenían de la iglesia Matriz Nuestra Señora de la Asunción que asomaba al mar, nos despertó y alertó de la inminente salida del ferry que nos llevaría a España en unos minutos. Nos dispusimos a embarcar buscando los acomodos del ala izquierda del barco. Desde allí pudimos observar como muere el Miño en el Océano Atlántico de la misma manera que el día. Mientras la brisa soplaba con muchísima fuerza despertándonos a un espectáculo único.
Iglesia Matriz de Nuestra Señora de la Asunción
El tiempo pasó volando durante la travesía y enseguida nos vimos en España sobre las faldas del mítico Monte de Santa Tecla. Nos quedaba rodearlo sin más dilación pues la luz del atardecer empezaba a desaparecer, y aunque amarillas las flechas del Camino son, caída la noche todos los gatos son también pardos. Con un pequeño chaparrón entre medias llegamos a la marinera población de La Guardia, y no con cierta dificultad, encontramos nuestro alojamiento entre el laberíntico sube y baja de sus callejuelas.
Aseados, resplandecientes –quizá la felicidad se emite también desde los poros de la piel– nos buscamos un lugar al mismísimo borde del mar donde acabar la jornada disfrutando de una cena sin parangón. Como siempre productos de la tierra en una taberna frecuentada por locales donde el turismo suele abstenerse. Buen sitio mejor ambiente, para rememorar una jornada que hoy trato de trasladarte mediante este breve post que espero rezume algo de la frescura de una etapa para enmarcar.
Desde Viana do Castelo a La Guardia. (Camino de Santiago Portugués de la Costa)
Fotos de Woman To Santiago
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