Viana do Castelo es una ciudad del norte de Portugal emplazada en la desembocadura del río Lima. No es muy grande, por lo que es ideal para escaparse un día, un fin de semana o, incluso, hacer una parada en el camino si hacemos una ruta por este país.
Su casco antiguo, cuyo núcleo parte de la Praça da República, el monte de Santa Luzia, coronado por la basílica que lleva su mismo nombre y el largo paseo que sigue el recorrido del río Lima, hacen de Viana una ciudad especial, con un encanto que, en mi opinión, la convierten en una de las mas bonitas del norte del país vecino.
Pero vayamos por partes porque, aunque no sea muy grande, tiene mucho que ver y visitar, sobre todo si vamos con el tiempo justo y no queremos perder ni un minuto ;)
Nuestra primera parada, tras haber desayunado, fue el Buque Gil Eannes, un antiguo barco hospital restaurado al que no le falta detalle y con el que es fácil hacerse una idea de cómo era el día a día en esta embarcación. Allí pudimos ver desde los camarotes del capitán y los oficiales hasta el quirófano y la enfermería, pasando por la cocina, la sala de máquinas o la barbería, entre otros. El precio de la entrada es de 4 y, desde luego, es uno de los lugares que más nos gustó e impactó de Viana por lo original que es, ¡no en todas las ciudades te encuentras un barco museo!
Luego nos dirigimos al centro de Viana, que estaba engalanado debido a que ese mismo fin de semana (del 16 al 18 de junio) era la feria medieval, y llegamos a la Praça da República donde se encuentra el antiguo ayuntamiento y el Edificio de la Misericordia o "Casa das Varandas".
De ahí nos fuimos en dirección a la estación de tren y continuamos hasta llegar al elevador de Santa Luzia. Por lo que nos dijeron, ese mismo día volvían a reabrirlo tras un período de obras, lo cual nos hizo sentir muy afortunados porque era una de las peculiaridades de Viana do Castelo que más nos llamó la atención a la hora de decidir destino para planificar nuestra escapada.
Aunque también se puede subir en coche, o andando si estás en muy buena forma y tienes tiempo, nosotros teníamos ganas de probar el elevador, que está considerado como el más largo de Portugal. Cuesta 3 euros (ida y vuelta) y en 6 minutos te lleva a la basílica de Santa Luzia, una preciosa iglesia situada en lo alto de una colina.
Una vez en la basílica, previo pago de 1 subimos al cimborrio, desde donde se pueden disfrutar de las mejores vistas de Viana do Castelo, el mar y la desembocadura del río Lima. Y si no os lo creéis echadle un ojo a estas fotos y juzgad vosotros mismos ;)
A continuación, bajamos y comimos en las barracas de la feria medieval. Lo sé, deberíamos de haber ido a un restaurante tradicional, pero el calor y el hambre apremiaban y cualquier sitio nos parecía bueno para hacer una paradita y comer algo rápido antes de seguir con la visita.
Por la tarde, disfrutamos del casco antiguo de Viana, volvimos a la Praça da República y de ahí nos perdimos por las callejuelas de la ciudad, ojeando los puestos de artesanía y descubriendo entre medias los puntos de interés señalados en el mapa que nos habían ofrecido en la oficina de turismo por la mañana. Algunos nos conformamos con verlos desde fuera y en otros decidimos entrar a verlos, como la Sé de Viana, también conocida como la Iglesia Matriz y cuyo pórtico es afín a los de Galicia, siendo muy similar al de la iglesia de San Martín de Noia.
Como nos veíamos con tiempo nos desplazamos al Museo Municipal o de las Artes Decorativas, un antiguo palacete de lo que lo más destacable es su fachada. Está situado a 5 minutos del centro andando y su interior alberga, entre otras cosas, valiosas piezas de cerámica portuguesa azul. Si no disponéis de mucho tiempo o no os interesa la loza portuguesa podéis saltaros este museo.
Tras esta visita regresamos, una vez más, a la Praça da República y viendo que todavía estaba abierto el Museo del Traje (su horario de cierre es a las 18:00 horas) decidimos entrar, ¡con tan buena suerte que la entrada era gratuita por ser fin de semana!
En este museo hay 4 plantas de exposición de trajes típicos de Viana y otros puntos de la geografía portuguesa, así como telares y otras herramientas que muestran cómo se confeccionaban las prendas antiguamente. Debido a que este museo es la antigua sede del banco de Portugal, también se puede ver su caja fuerte, en la que actualmente hay una exposición de joyas de oro tradicionales. A mi chico, Sergio, no le gustó demasiado este museo, sin embargo, yo disfruté como una enana viendo los tejidos que se utilizaban antiguamente, cómo variaban los trajes y colores dependiendo de la ocasión para la que se utilizaran y las piezas de orfebrería típicas de esta ciudad que, valga la redundancia, son auténticas joyas.
Una vez fuera del museo, a eso de las 18:00 horas, vimos en la calle contigua una gran fila de gente que acababa en el interior de una pastelería. Con lo golosos que somos no pudimos evitar preguntar por qué hacían cola y una señora, muy amable, nos explicó que en esa pastelería se hacían las mejores bolas de berlim de todo Viana.
¿No sabéis lo que son las bolas de berlim? Pues son ni más ni menos que unos bollos riquísimos, rellenos de crema y recubiertos de azúcar y canela. La pastelería en cuestión es la Confeitaria Manuel Natário y, precisamente, de su nombre deriva la otra forma de denominar a las bolas de berlim, bolas do natário. Como dato curioso, os comento que las colas se forman todos los días a partir de las 16:00 horas y es que, a esa hora comienzan a hacerlos y los clientes aprovechan para comerlos calentitos. La verdad es que son una gozada, tanto que se me hace la boca agua al escribir estas líneas... Y, por si vosotros también queréis probarlas, os dejo la dirección: R. Manuel Espregueira, 37, ¡os aseguro que están exquisitas!
Para finalizar el día dimos un paseo por el la Alameda 5 de Outubro y llegamos hasta el puente construido por Eiffel. Un precioso viaducto que atraviesa el río Lima y por el que pasa tanto el tren (por la parte inferior) como los vehículos y peatones (por la superior).
Al día siguiente todavía contábamos con algo de tiempo libre antes de regresar a casa, así que aprovechamos para visitar el Museo del Chocolate (Rua do Gontim), situado en una antigua fábrica de chocolate ahora reconvertida en hotel y museo. Lo cierto es que es un museo pensado más para niños que para adultos, pero como ya os comentaba antes... ¡A dulceros no hay quien nos gane! La entrada, por ser domingo nos salió más barata de lo habitual, sobre unos 6 euros. Una vez dentro hay varias salas interactivas en las que puedes ver las diferentes etapas que vivió el cacao desde su descubrimiento hasta nuestros días, así como el proceso de fabricación del chocolate. Como premio, al final de la visita te regalan una chocolatina que nos comimos ipso facto ;)
Antes de emprender el camino a casa, todavía teníamos una visita pendiente. Habíamos visto en el mapa de Viana que en la montaña de Santa Luzía también había una ciudad prerromana, considerada como uno de los castros más conocidos del Norte de Portugal ¡y allí nos fuimos! Guardamos nuestras maletas en el coche, conectamos el GPS y pusimos rumbo a dicho lugar. La entrada cuesta en torno a 2-3 y la verdad es que si os gusta la historia merece la pena visitarlo. Las vistas son impresionantes y su conservación, aun estando al aire libre, es bastante buena. El recorrido lo haces sobre una pasarela que te mete por el medio del castro que tiene una gran extensión.
Si tienes tiempo no te puedes perder...
A poco más de 30 minutos en coche por la costa, en dirección a Galicia, podéis a hacer una parada en el municipio de Caminha. Aunque no es muy grande, sí que tiene elementos que lo hacen especial, como su muralla o la Torre del Reloj.
Muy cerca de allí, está la playa de A Foz do Minho, que esconde un secreto maravilloso, y es que desde allí, en un pequeño embarcadero, puedes contratar una barca que te lleva a una isla en la que lo único que hay es una fortaleza. Se trata de El Forte de A Ínsua. Para nosotros fue una gran experiencia el poder estar durante unas horas en un paraje absolutamente vacío (tan sólo había 3 turistas), disfrutando de la naturaleza y bordeando esta fortaleza (no está abierta al público) que, por lo que nos contó el patrón de la embarcación, es un lugar casi único en el mundo. Según su palabras las fortalezas emplazadas en islas no abundan y ésta, concretamente, además de servir para frenar los ataques de piratas y como fuerte militar, alberga en su interior un pequeño convento en el que se dice que sucedían milagros.
¡Nos sentimos como verdaderos piratas en la isla del tesoro! Aunque en este caso el tesoro fue única y exclusivamente disfrutar de la belleza de lo desconocido.
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