Arena y sal, polvo y pavés son los dos binomios más repetidos por donde tus botas aterrizan continuamente.
Ambos definen perfectamente la esencia de una ruta que no defraudará a nadie, con el ánimo de costear un océano de gratas sorpresas para el peregrino más marinero.
Siempre la tentación de abandonar la senda para tocar el mar, aparece como un leitmotiv irrenunciable.
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Y no es costoso en tiempo ni distancia, pues la costa aparece a tiro de piedra en la inmensa mayoría del recorrido. Sólo tienes que girar la cabeza hacia tu izquierda para sentir la brisa y el olor a mar bravo.
Arena y sal, el océano más abierto como compañero
La metáfora del océano como compañero es perfectamente entendible en el Camino Portugués por la Costa.
Un acompañante que cambia de humor con el tiempo. A veces triste y gris, otras desasosegado y variable, aunque las más calmo y cristalino; brillante diría yo.
Al final ese brillo te acompaña durante toda la travesía. Imposible no mirarte ante un espejo y ver reflejado lo mejor de ti.
Lógicamente esto no es exclusivo del Camino por la Costa, pero…, ¡qué queréis que os diga! La mar me sienta muy bien, sobre todo al cuerpo y alma.
Tu piel sabe salada, los ojos permanecen vidriosos por el viento, y tus pies se regalan con un baño de agua fría más un secado en arenas templadas.
Date un tiempo para ello, merece la pena una larga y merecida pausa en semejantes escenarios. Piensa en ello para calcular tus horarios de etapas, como siempre sin prisa para llegar, y toda la calma del mundo con el recorrido.
Luego está la perspectiva. Aunque el Camino Portugués es un recorrido fundamentalmente llano, es verdad que existen toboganes con cierta altura que salvar.
Lejos de ser un problema, es una oportunidad para ver el camino con el ojo de una gaviota inmóvil en el aire, sostenida sólo por la brisa marina.
Así de ligera te sientes desde arriba, a pesar de los kilos de mochila y los muchos kilómetros en las piernas. Todo suma sobre los dos lados de una balanza que casi siempre está en perfecto equilibrio y armonía.
Camino de Santiago Portugués por la Costa desde Oporto, polvo y pavés
El polvo en el camino es una constante en casi todos los recorridos con meta en Santiago o el Cabo de Finisterre. Hasta aquí nada nuevo sobre el horizonte.
Efectivamente existen veredas, pistas y sendas bien trazadas, mejor cuidadas, incluso a veces hasta con un excesivo mimo que es más que bienvenido.
En adicción a estas sendas, coexisten larguísimos tramos de pavés sobre vías locales y aceras por donde el camino transita.
Este bucólico mosaico de piedras alineadas es muy agradable a la vista, distinto si me apuras rememorando los tramos españoles, aunque tiene una pega muy evidente para quien lo ha pisado con avidez.
Mucho tiempo caminando sobre pavés, hace que tus pies acaben doloridos del rudo masajeo realizado por las aristas de los bloques de piedra que lo conforman.
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Aquí los principios son buenos, pero si el pavés se prolonga, y no dudéis que es así en Portugal, los finales se convierten en una liberación para tus plantas.
Con todo y ello, es asumible si no prolongas en exceso las distancias por etapa, que en este recorrido son razonables para disfrutar con el justo sacrificio de los viajeros a pie.
Mimando el Camino Portugués
Al contrario de lo que pudiera pensarse, el Camino de Santiago Portugués por la Costa se encuentra adecuadamente señalizado. Pocas veces nos encontramos con la tesitura de volver hacia atrás para reencontrar la senda de las flechas amarillas.
Sin embargo, lo que me hizo cambiar mi mirada sobre este particular camino, fue la acogida que numerosos pueblos hacen al camino en sí mismo.
Me quedé con la sensación en múltiples ocasiones de que el Camino de Santiago es patrimonio vivo para los portugueses, sobre todo en las zonas más rurales.
La sabiduría emprendedora de estas gentes no dejó de asombrarme y, porqué no decirlo, generó en mí cierta envidia sana.
Para muestra, la aldea de Castelo do Neiva por donde el Camino cruza en su trazado hacia el norte de Portugal.
Iglesia de Santiago de Castelo do Neiva
Cada vecino cuida su pedacito de camino como si fuera parte de su jardín. El resultado es un pequeño oasis donde la imaginería del Camino de Santiago se muestra con múltiples sensibilidades.
En conciencia, en pocos sitios de España me he sentido tan peregrino como entre las calles de esta pequeña aldea portuguesa.
Una entrevista al señor Camino Portugués
P. Dicen de usted que es un gran desconocido
R. Quizá esto también forme parte de mi encanto. La aún escasa afluencia de peregrinos por mis arterias conserva mi aire intacto de aventura.
P. Y sin embargo posee una dilatada historia…
R. Desde el sigo XII si no me falla la memoria, que ya son muchos años a mi espalda. Peregrinos venidos de ultramar desembarcaban en los puertos de Lisboa y Oporto con el objetivo de peregrinar a Santiago de Compostela.
P. Se dice también en algunos mentideros que tiene el sobrenombre de Camino Monacal
R. Quizá el monasterio de Oia tenga mucho que ver con ello. Antiguo albergue medieval de peregrinos, donde se hospedó el mismísimo arzobispo de Canterbury en su peregrinación a Santiago por la costa atlántica.
P. ¿Está contento con su señalización?
R. Más en Portugal que en España. Aún queda mucho trabajo por hacer sobre todo a partir del embarcadero del Miño en A Guarda.
P. ¿Cuál es el ojito derecho de todo su recorrido?
R. Muchos ojos creo tener. Pero si tuviera que escoger uno sería una terracita con vistas al monasterio de Oia.
P. Bueno, más bien me refería a su etapa favorita…
R. Me quedaría con la etapa que parte de Viana do Castelo y finaliza en Caminha. No hay mejor principio ni final, sin desmerecer el recorrido que tiene como faro el monte sagrado de Santa Tegra.
P. Y hablando de etapas para finalizar, ¿puede nombrarlas junto a una breve frase que mejor las defina?
R. Déjeme explayarme con el siguiente epígrafe y comenzando desde la bella ciudad de Oporto.
Etapas del Camino de Santiago Portugués por la Costa
1. Oporto – Labruge: 24 Kms
Un paseo fluvial hasta el mismísimo Océano Atlántico.
Vistas de Oporto
2. Labruge – Povoa de Varzim: 15 Kms
Patrimonio histórico y senda costera a partes iguales.
3. Povoa de Varzim – Esposende: 18 Kms
Pasarelas de madera junto a un mar muy vivo combinado con el más duro pavés.
4. Esposende – Viana do Castelo: 24 Kms
Parques naturales costeros y parroquias con encanto.
Plaza de Viana do Castelo
5. Viana do Castelo – Caminha: 25 Kms.
Etapa hipnótica con el mítico monte de Santa Tegra como faro icónico.
6. Caminha – Mougás: 22 Kms
Entramos en la costa española más salvaje, que ya nunca abandonaremos hasta enlazar con el Camino Portugués “oficial”.
Vistas del Monasterio de Oia
7. Mougás – Sabarís: 15 Kms
Pueblos marineros con aires turísticos que en temporada baja guardan aún mayor encanto.
Callejuela de Baiona
8. Sabarís – Vigo: 19 Kms
Sólo para pereginos urbanitas. El casco antiguo de Vigo bien merece ese paseo.
Puente de A Ramallosa
9. Vigo – Redondela: 15 Kms
Enlazamos con el otro Camino Portugués que viene de Tui y Valença do Miño.
Vistas del puente de Vigo desde el Camino de Santiago Portugués por la Costa
Aún quedarían cuatro etapas más por el Camino Portugués más popular hasta Santiago:
10. Redondela – Pontevedra: 19,6 Kms
Ponte Sampaio
11. Pontevedra – Caldas de Reis: 21,1 Kms
12. Caldas de Reis – Padrón: 18,6 Kms
Casa museo de Rosalía de Castro en Padrón
13. Padrón – Santiago de Compostela: 23,7 Kms
Doce más una etapas para llegar a Santiago de Compostela andando.
Una aventura al alcance de todo el mundo que no deberías dilatar más si quieres disfrutar de su frescura y naturaleza.
¡Bom Caminho Peregrino!
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