Ese día partimos de Colombres con la sensación de abandonar un lugar donde bien podíamos disfrutar de una pequeña eternidad. Pero el Camino de Santiago manda, y cada jornada es puro movimiento y magia, por encima de todo está ese gusanillo de aventura que te susurra al oído: camina, explora y adéntrate en el Camino una vez más. Esta vez nos esperaba el Camino Costero de Santiago.
Nada más salir de la neblina mañanera y de los frondosos bosques que nos bloqueaban la vista, descubrimos la senda costera que mordía una y otra vez la torturada costa. El impacto sobre nuestros ojos fue un fogonazo de un azul intenso. El mar nos invitaba a explorar aquellas lindes y descubrir sus secretos mejor guardados. Acantilados, sendas imposibles, prados al borde de precipicios, cortados, torrenteras, playas subterráneas, manadas de caballos indómitos, grutas, cuevas y aldeas de ensueño se sucedían en un camino irreal para estos tiempos tintados de grises. ¿Se puede pedir más ventura? En mi opinión, prefiero aceptar lo que el camino me ofrece en vez de exigir un estipendio por mi osadía de conquistarlo.
Por citar nombres propios sobre este tramo inolvidable, aún mantengo el recuerdo del sabor al queso de Vidiago que nos ofrecieron dos buenas señoras a nuestro paso sobre la acogedora aldea de Pendueles, y que acabamos paladeando bajo el puente de la playa fluvial del río Purón. Bien alimentados y ya descalzos, nos atrevimos a mojar nuestros pies en un agua tan cristalina como helada, resucitando el cuerpo y el alma dormida por el sopor de la sabrosa comida.
Cueva del Cobijeru en Pendueles, Llanes
Absortos en placeres tan mundanos aún nos quedaba la subida al Mirador de Andrín, que siendo tan avanzado el cansancio en las piernas y a la vez el día, nos supuso un esfuerzo muy meritorio apenas recompensado por las fabulosas vistas de su atalaya. Reconfortado el ánimo por la visión y la brisa del Cantábrico que enjugaba nuestras últimas gotas de sudor mezcladas con el polvo del camino, nos pusimos a bordear un inmenso campo de golf que nos distanciaba una y otra vez del final de etapa, Llanes.
Vistas de Llanes desde el mirador de Andrín
Desde nuestra privilegiada atalaya, los Cubos de la Memoria parecían moverse como una serpiente multicolor zambulléndose en el mar. Unos cientos de metros más abajo el Cantábrico nos parecía inabarcable. Muy cansados, derretidos por el sol y confusos con la desmesurada distancia que recorrimos aquel día, la villa de Llanes se nos antojaba un paraíso demasiado lejano. Y sin embargo llegamos sin reconocer por dónde nos vinieron las fuerzas, ¿o acaso alguien que hubiera hecho el Camino de Santiago duda de su oportuna magia?
De Colombres a Llanes. (Camino Costero de Santiago)
Fotografía de Woman To Santiago
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