Amaneció un nuevo día en Budapest por suerte o por desgracia y es que ello significaba dejar el hotel, pues solo habíamos reservado para una noche. ¿Verdad que os ha pasado alguna vez que cuando duermes fuera de casa y te despiertas no sabes dónde estás? pues eso me pasó a mi. Abrí los ojos y me encontré en una habitación enorme, en una cama gigante, blanca y blandita como si fuese una nube, donde por más que estirase la pierna a penas rozaba a Mario.
Que lástima... a nuestra estancia le quedaban pocas horas. Me asomé por la ventana a ver las vistas para despedirme y empecé a prepararme de nuevo la maleta. Mientras, la marmota Mario seguía durmiendo plácidamente.
Vistas desde nuestra habitación
Bajar a desayunar en el restaurante de este hotel era una de las cosas más deseadas de este viaje. El desayuno se servía en el New York Café, como dije en el post anterior considerado el café más bonito del mundo, y siendo un hotel de 5* la verdad es que me decepcionó la poca variedad de comida que había, pero tomar un desayuno allí era una experiencia que no podíamos dejar escapar en nuestro viaje a Budapest.
Después nos dimos un paseo para despedirnos del hotel justo antes de dirigirnos a nuestro nuevo alojamiento: un pequeño apartamento situado en pleno barrio judío del casco antiguo. Era irónico cuando todo el personal del hotel nos ofrecía un taxi en la puerta para ir al aeropuerto. Pues no!! que dejásemos la estancia allí no significa que dejásemos la ciudad, y tampoco queríamos usar un taxi cuando podíamos coger el metro! pero mi etiqueta de Boscolo Hotels la dejé en el asa de la maleta para lucirla bien, eso sí jajajaja.
Abandonamos el hotel sobre las 11 de la mañana y fuimos al apartamento a esperar al dueño que nos abriese. Tuvimos bastante suerte porque estaba a escasos 5 minutos a pie del hotel, volvía a hacer sol y el frío de hoy no tenía nada que ver con el de ayer y el señor no tardó más de 10 minutos en llegar y abrirnos. Pero como el apartamento no estaba todavía listo no lo pudimos ver. Dejamos las maletas y nos fuimos a seguir descubriendo la ciudad, pero esta vez con menos frío.
Ahora sí que estábamos instalados de verdad. En este pequeño y coqueto apartamento íbamos a estar 3 noches así que ya no había prisa, excepto porque sabíamos que una de las visitas en español al Parlamento era a las 13:15 ¡el Parlamento! la joya de Budapest y ni nos habíamos acordado! nos dirigimos hasta allí y al llegar ni siquiera sabíamos por dónde se entraba. Finalmente preguntamos a unos guardias y por cuestión de segundos, sacamos los tickets y mientras pagábamos vimos como el grupo español se iba y nos cerraban la cinta de las visitas en la cara.
Paseando hacia el río
Nos encontramos con esta obra de arte en honor a los refugiados
Mercadillo navideño en Vigadó Utca
Bombones en el mercadillo
Tranvía en la orilla del Danubio
Mario con el Castillo de Buda
Tuvimos que esperar una hora más que tampoco se hizo pesada. Aprovechamos para ir a ver el Recuerdo de los Zapatos, un memorial a todas las víctimas judías que murieron en el Holocausto en la II Guerra Mundial. Los judíos eran asesinados y lanzados al río a excepción de sus zapatos, que entonces eran una prenda muy valiosa. Era un lugar triste pero tranquilo donde ocupamos finalmente la hora antes de entrar a la siguiente visita del Parlamento.
A la nuestra hora indicada entramos junto al grupo de españoles y comenzó nuestro visita. El Parlamento de Budapest es el 3º más grande del mundo por detrás del de Rumanía y Argentina y demuestra el gran poder económico que tuvo la ciudad en aquel siglo. Fue construido entre el 1884 y 1902 y si quieres saber más sobre el edificio, visitas y precios, pronto escribiré un post para ello.
La visita no duró ni una hora, pero desde que comenzó no dejamos de ver salas preciosas que dejaban la boca abierta. Además estuvo bien que no se extendiese mucho la visita porque anochecía pronto y no queríamos perder demasiado tiempo.
Al salir, poco antes de las 15 h, nos dirigimos a comer a una pizzería que teníamos localizada cerquita del Parlamento. Un local de italianos muy discreto pero acogedor, donde nos trataron de maravilla, la pizza, el café y el tiramisú estaba delicioso y fue muy barato. No había quien nos moviese de allí pues cuando terminamos de comer ya era de noche y se estaba bien calentito.
No quedó más remedio que salir o perderíamos toda la tarde. Ya era completamente de noche pero igualmente optamos por subir a la colina de Buda para ver la ciudad iluminada desde lo alto y fue todo un acierto. Eran las 17 h. cuando estábamos cruzando el Puente de las Cadenas y la ciudad estaba preciosa, tanto que ni nos dimos cuenta que las temperaturas iban bajando. Ver el Danubio desde el centro del puente también fue una pasada.
Al otro lado del río, la cuesta y escaleras que subían al Castillo estaban muy oscuras y daba un poquillo de miedo pero a pesar de ello, subía y bajaba mucha gente como nosotros así que nos pusimos en marcha para subir la cuesta. Las vistas... de película. Daba igual el frío porque lo que veíamos era precioso :)
Paseamos desde el castillo hasta la Iglesia de Matías y el Bastión de los Pescadores pero no podíamos retrasarnos mucho porque antes de que cerrasen los súpermercados teníamos que comprar provisiones para nuestro apartamento. Volvimos a pie cruzando toda la ciudad, entramos al Spar que había justo debajo de nuestro piso y nos acomodamos en nuestra madriguera. Era muy cálida y acogedora aunque tuvimos un grave problema de olores con el baño que nos obligaba a tener la puerta siempre cerrada. Excepto por eso, la casita era perfecta para quedarnos a vivir allí. Estaba en la última planta de un antiguo edificio de escalinatas enormes que ni siquiera tenía ascensor. La entrada de nuestro pisito estaba al exterior en un patio de luces al que se accedía por una enorme puerta de madera y cristal. Lástima que no hiciese foto porque era súper coqueto, aunque sí que puedo colgar algún vídeo.
Fuera abrigos, guantes y bufandas, era un placer ir en pijama y descalzos por el apartamento sin una pizca de frío. Nos enchufamos la tele en un canal húngaro cualquiera y nos tomamos unos cafés de vainilla bien calientes que compramos en el súper. Así terminamos nuestro día por la ciudad. Al día siguiente la intención era ir a pasar el día a Bratislava aunque no teníamos idea de horarios, precios ni nada. Si por cualqueir cosa no llegásemos a subir al tren, teníamos un plan B preparado para ver más cosas por Budapest. Eso sí, el madrugón no nos lo iba a quitar nadie. ¿Llegaríamos a Bratislava? por supuesto!! :) en el siguiente post os contaré como.
Sed felices!!
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