La primera noticia que se tuvo en Europa de los hoy célebres templos de Angkor Wat data de 1601. Un franciscano español llamado Marcelo de Ribadeneyra se refería en un libro a «una gran ciudad en el reino de Camboya», con «muros curiosamente labrados» y grandes edificios de los que tan sólo quedaban ruinas.
A unos 5 km al norte de la ciudad de Siem Riep, en Camboya, Angkor Wat forma parte del complejo de templos construidos en la zona de Angkor, la antigua capital del Imperio jemer durante su época de esplendor, entre los siglos IX y XV. La zona arqueológica barca una extensión en torno a los 200 km², aunque recientes investigaciones consideran que podría ser mayor.
Historia
Desde su construcción a principios del siglo XII y hasta el traslado de la sede real al cercano Bayón, a finales del mismo siglo, Angkor Wat fue el centro político y religioso del imperio. Entre sus muros se ha calculado que vivían 20 000 personas. Cumplía las funciones de templo principal, y albergaba además el palacio real.
Dedicado inicialmente al dios Vishnú, arquitectónicamente el templo combina la tipología hinduista del templo-monte —representando el Monte Meru, morada de los dioses— con la tipología de galerías propia de períodos posteriores. El templo consta de tres recintos rectangulares concéntricos de altura creciente, rodeados por un lago perimetral de 3,6 km de longitud y de una anchura de 200 m. En el recinto interior se elevan cinco torres en forma de loto, alcanzando la torre central una altura de 42 m sobre el santuario, y 65 m sobre el nivel del suelo.
Angkor Wat se ha convertido en un símbolo de Camboya, hasta el punto de figurar en la bandera de su país. El 14 de diciembre de 1992 fue declarado por la Unesco Patrimonio de la Humanidad.
Angkor Wat sigue el esquema “clásico” del templo-monte jemer, consistente en un prasat (templo piramidal) central rodeado de varios patios concéntricos de altura descendente y forma cuadrangular (el cuadrado simbolizaba la perfección), y rematados en sus esquinas con templos menores. Completan el conjunto dos bibliotecas exentas en simetría con el eje central, siendo todo ello finalmente circunvalado por un nuevo muro y un lago.
Esto recrea un microcosmos del universo hindú: su gran lago perimetral evoca los océanos, mientras que los distintos recintos concéntricos simbolizan las distintas alturas del Monte Meru. Los Prasats o torres piramidales simulan los picos de las montañas, siendo el prasat central el propio monte Meru y los demás las montañas que lo circundan. El recorrido, con sus subidas de empinadísimas escaleras, representa la ascensión al monte.
Desde la distancia quedamos con la boca abierta apreciando la magnificencia del templo.
Batido del océano de leche.
Un friso de 49 m que reproduce una escena del Bhagavata-Purana en la que los dioses y los asuras se unen para batir el mítico “océano de leche” (kshirodadhi), utilizando para ello una montaña y a Vasuki, la reina de las nagas, como cuerda para hacerla girar. El relieve muestra cómo una vez que, tras batir el océano durante miles de años, aparece una copa llena de amrita o néctar de la inmortalidad, los dioses y los asuras empiezan a pelear por ella.
Muestra el clímax del libro Ramayana, en el que el dios Rama (encarnación de Vishnú), ayudado por un ejército de monos, derrota al demonio Ravana y rescata a su esposa Sita.
Las apsaras eran ninfas acuáticas de la mitología hindú. Se las representaba siempre en torno a elementos musicales, como danzarinas en la corte del semidiós Indra en su reino divino, en el pico de la montaña sagrada Meru.
Indra fue un dios védico. En la religión védica (la primera religión conocida de la India) el dios guerrero Indra era la divinidad principal, pero luego fue desbancado de su puesto por Brahma y especialmente por Visnú, y se le relegó a dios de la lluvia. Bajo sus instrucciones, las apsaras sedujeron a mortales, reyes y sabios, a quienes Indra consideraba amenazantes por su poder.
El público brinda ofrendas y velas.
Desde la parte más alta, además de ser la zona más “sagrada” del templo, se observa una magnífica vista del entorno.