No vamos a entrar en el desgastado debate de lo innecesario que en ocasiones puede ser hacer remakes de según qué obras clásicas, es una discusión perdida. La industria cinematográfica tiene la economía suficiente como para realizar remakes de lo que le venga en gana. Además, los remakes llevan haciendose durante décadas. Sin embargo, el público juega con ventaja, tiene plena libertad y la solución al problema al alcance de su mano, omitir el visionado si así lo considera oportuno. Eso ya dependerá de cada espectador y su nivel de curiosidad.
El remake de Suspiria, el clásico sobrenatural del maestro del giallo, Dario Argento, conocido por obras como El pájaro de las plumas de cristal o Rojo Profundo, lleva años gestándose con sus pormenores en el casting, y muchos cinéfilos son los que pusieron el grito en el cielo ante semejante noticia. Personalmente, la curiosidad me ha llevado a visionar esta nueva lectura, ya que las honestas declaraciones y ante la aparición del trailer, el film se me antojaba bastante atractivo de buenas a primeras. Luca Guadagnino, director de Call Me Be Your Name, film del que hablan muy bien entre círculos cinéfilos, ha sido el responsable de llevar a cabo lo que él ha descrito como un homenaje a la cinta del director italiano.
Dicha afirmación queda perfectamente rubricada a los pocos minutos del inicio tras ver los dos prólogos que desmarcan completamente esta nueva lectura de la obra original. La Suspiria de 2018 no es un remake al uso y consumo rápido que cualquiera pudiera esperar. Los detalles del guión original son utilizados con total libertad dando apertura a una nueva versión modernizada con mucho más glamour. A su manera la película ha sabido plasmar un apartado visual portentoso, sin necesidad de clonar absolutamente ningún elemento de la obra referente.
Hacía bastantes años desde la última vez que me adentré en los saturados y chillones colores de la obra de 1977, justo hasta cuatro días antes de comenzar el Festival de Sitges en su 51ª edición cuando decidí revisionar el clásico para ponerme un poco en situación, ya que el certamen había elegido la nueva Suspiria para abrir e inaugurar los 11 días que dura el festival.
Escrita por el guionista de La masacre de Town Creek, David Kajganich, el nuevo libreto nos cuenta una historia paralela sobre la división de alemania con el muro, que utiliza como inspiración el guión original de Dario Argento y Daria Nicolodi para crear una versión con muchos más matices y detalles de los que contiene la original, incluso, se atreve a hacer referencia a las tres madres, Tenebrarum, Suspirarium y Lacrimarum, algo que se extendió y mencionó en Inferno y La terza madre, secuelas de la obra original.
A grandes rasgos la historia viene a ser la misma que la de la obra original pero con muchos adornos y partes nuevas que ralentizan el hilo narrativo de las escuela de danza y la brujería. Un tratamiento que se revela a la primera de cambio nada más comenzar el film, supongo que el director es consciente o que da por hecho, que todo el público conoce ese pequeño secreto que la original guardaba bajo llave hasta casi la mitad de la película.
No se puede negar que en la complejidad artística que imprime Guadagnino en la mayoría de secuencias, la película cumple sobradamente, pero en conjunto se me ha hecho terriblemente irregular, tan rápido estás ensimismado y adentrándote cada vez más en los entresijos de la historia principal, como que te ves sustraído y arrancado ferozmente con secuencias que alargan innecesariamente la duración final, dos horas y media de duración a las que personalmente le hubiese recortado en la sala de montaje más de 30 minutos y habrían dejado una película dinámica y cautivadora.
El reparto es un punto destacable en la poca enjundia argumental que nos muestra la película. Actrices como Tilda Swinton (Snowpiercer) y Dakota Johnson (Cincuenta sombras de Grey) en sus personajes de Madame Blanc y Susie Bannion son las más destacables entre el pintoresco plantel de actrices escogidas para representar a toda la compañía de bailarinas y profesoras de la escuela de danza.
En cuanto a la aparición de Jessica Harper, la actriz principal de la obra original, es una mera excusa argumental con un personaje creado para justificar su inserción expresa en la historia. Personalmente, me hubiera sido más creíble como una profesora de la escuela de danza.
Como curiosidad, Tilda Swinton interpreta un segundo papel que es difícil darse cuenta de que es ella debido a la caracterización. Aunque su segundo personaje, me parece la causa principal por la que todo el ritmo y el dinamismo del film se ve mermado por unas virtudes artísticas más que evidentes.
Otrora punto a destacar es la enigmática banda sonora creada para la ocasión que poco tiene que envidiar a esas melodías creadas por el grupo Goblin en la obra de Dario Argento. Thom Yorke ha sido el responsable de unificar la cantidad de secuencias notables con la partitura enigmática y oscura que requiere cada plano del film, y lo más importante, sin sonar a lo que ya todos conocemos de la película de Argento.
Esta nueva Suspiria es un buen ejercicio en el que se demuestra una técnica y estilismo muy depurado con una buena ejecución y puesta en escena, pero que, lamentablemente, se pierde en subtramas que no aportan nada al resto de valores positivos. La idea de insertar el guión original en una época realista y menos fantástica (al menos fuera de la trama de la escuela) es buena, pero redunda demasiadas veces en lo mismo, acortando la sensación de continuidad argumental. Al final tanto bombo y platillo no ha conseguido resonar en la lejanía, tan solo a unos pocos metros de distancia.
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