Y sí...Como lo sospechaste. Las últimas dos semanas me dejaron escasos momentos de libertad para escribir. Para ser fiel a la verdad: me dejaron escasos momentos de libertad. Y punto. Fueron días intensos y de mucho aprendizaje a todos los niveles que se puedan imaginar, en las tareas más dispares:
- Elaboré y corregí los diagnósticos de mis alumnos en Uruguay.
- El quinto aniversario de Natalia y Gabriel tuvo "ese" toque especial.
- Hicimos realidad la fiesta de casamiento de María José y Luis.
- Acompañamos a Tamara en sus 15 años.
- Actué como correctora para una institución internacional (cientos de trabajos, que llegaron de todas partes del mundo y, obviamente dejé para último momento)
Claro que, por si no lo recuerdan, tengo un no-marido, mi propio intenso de cinco años y una madre que, finalmente, compró su propio departamento y está viviendo los últimos días en mi casa con un nivel de ansiedad que si le inyectaran una dosis mortal de valium apenas le produciría un leve cosquilleo. Too much. Al menos para esta desmesurada que tiene limitada capacidad de concentración y un sentido de la responsabilidad fortalecido por años de educación cristiana como Dios manda: a pura culpa.La procrastinatuda.
Es la segunda vez en este año que paso por una situación similar. Afortunadamente, significa que mi emprendimiento crece saludablemente pero también que cada vez es más difícil -para mí, al menos- equilibrar el trabajo del cual obtengo un salario mensual seguro con mi Ciruela. Ni hablemos de los esenciales: casa y familia o de las estrategias de organización que jamás lograré implementar para realizar aquellas actividades que nada tienen que ver con la retribución financiera -o las actividades de mantenimiento en un hogar- pero me producen placer, como este blog. Digamos que tener que rezagar los post planificados para "otro momento" no contribuyó a mi bienestar. Sin embargo, lo sobrellevé "casi" sin auto-censura partiendo de la aceptación de mi propia procrastinatudez. Tengo un doctorado en las mil formas de la postergación y por una de esas maravillosas contradicciones del psiquismo humano, hay que ver para creer lo centrada que soy cuando tengo el agua al cuello. Sin embargo, recibir llamadas de proveedores y coordinar detalles de tres fiestas totalmente diferentes mientras corregía ensayos sobre "La insoportable levedad del ser", " La Metamorfosis" o "El Perfume" no va a constar en actas como uno de mis momentos memorables. Y me encantaría decir que aprendí la lección y a partir de este momento voy a actuar de forma previsora y metódica, pero estaría mintiendo. O al menos, estaría pronunciando una promesa que soy plenamente consciente de que no puedo cumplir con coherencia. Pero el episodio terminó y me preparo para lo que viene.La luz al final...
En fin... gocé de unos días de paz que pronto van a ser interrumpidos con la mudanza de mi madre y la re-organización familiar que supone. No solo por el trajín de muebles y objetos varios sino porque vamos a tener que darle nueva forma a nuestra rutina como familia. De hecho, algo tan simple como llevar a Camilo a la escuela va a pasar a ser una misión táctica cronometrada. Más allá de los detalles logísticos, estoy dispuesta transformar la situación en una oportunidad para desintoxicar la casa. Empezando por eliminar lo que no es necesario y conste que estoy hablando de "mis cosas" no de las de mi madre. Yo tengo clarísimo por dónde empezar, de todos modos la infografía de Vivir con menos, vale la pena. Me entretuve un rato leyendo el artículo y confirmado lo que ya sabía: con menos se vive mejor.