Solo nos quedaban dos días para acabar nuestras vacaciones en familia en esta preciosa zona de Italia, y cuando ya lo habíamos dado por imposible, mira por donde para nuestra gran sorpresa, nos encontramos con otro precioso lugar pero además con una enorme playa, y lo mejor es que no era de piedras sino de arena ¡chupiiiiii ¿Quieres saber Dónde?
En el puerto de Sorrento nos daban la posibilidad de realizar diferentes excursiones, y uno de los últimos días optamos por la isla de Ischia. Esta isla es quizás una de las grandes desconocidas de la Costa Amalfitana y por ello resulta ser mas exclusiva. Nos llevamos una gran sorpresa cuando llegamos allí y vimos lo bonita que era, que además contaba con playas totalmente diferentes al resto de la costa y que no habían tantos turistas como en las demás, resultó ser diferente.
A medida que nos íbamos acercando con el ferry a la isla, ibamos divisando el Castillo Aragonés que nos daba la bienvenida, así como un pequeño y pintoresco pueblo italiano, que nos encantó descubrir.
Con un montón de ganas, curiosidad y crema protectora, nos preparamos para ir a descubrir la playa de Citara, una de las que el taxista nos recomendó ir.
Pasamos allí todo el día. El ferry desde sorrento tardó aproximadamente unos 40 minutos, y lo primero que hicimos nada mas llegar allí fue contratar los servicios de un taxi para que nos llevara a la famosa playa de Ischia, pasamos allí toda la mañana disfrutando del sol de sus aguas y al contrario de los anteriores días que hemos degustado la rica gastronomía de la Costa, ésta vez en la playita hemos probado ricas frutas que nos llegaban de la mano de una simpática señora y su cesta ¡Qué rico!
Coco, cerezas, melocotones, uva....un poquito de todo y para elegir, optamos por comprar unos ricos y frescos trozos de cocos. ¡Qué bien se estaba en la playa y sin dolor de pies! ¡Increíble!
Sobre las 14:00 horas pasó de nuevo nuestro taxi para recogernos y acercarnos de nuevo al pueblo que estaba muy cerca del puerto y así aprovechar a visitar la Ischia mas auténtica.
Entre sus callejuelas descubrimos; bonitas tiendas, puestos de fruta con intensos colores, puestos de limones, souvenirs, restaurantes etc, y para terminar, antes de volver a coger el ferry a las 19:00, nos dirigimos hacia el castillo de donde se obtienen unas preciosas vistas del pueblo.
Nos dimos un último chapuzón, cogimos unos cangrejitos mientras esperábamos el ferry para volver a Sorrento, y finalizamos el día, mas contentos que unas castañuelas.
Nos íbamos al día siguiente hacia Roma, con una inexplicable sensación de satisfacción ¡habíamos descubierto una preciosa parte de Italia, pero además habíamos descubierto algo que casi nos parecía imposible encontrar en una zona donde las piedras son las protagonistas de sus playas, una Isla, que se diferenciaba de las demás ¡No estuvo nada mal!
¿Quién dijo que en La Costa Amalfitana no habían playas con arena?