En general, este blog tiene el ritmo de mi propio proceso para alcanzar el bienestar. En ese sentido, no sigo lo que habitualmente se denominaría una "estrategia de contenidos" sino que voy dejándome llevar por lo que necesito escribir en determinado momento, por los hechos que se suceden y me conmueven, por la interacción contigo y los aportes con los cuales vas cambiando mi forma de mirar o entender. Gracias por escribirme contándome tu historia, cada una tan única y todas mujeres intensionales. Hoy quiero contarte otra historia más y proponerte un ejercicio simple de visualización. Nada más. Y nada menos.
El relato como herramienta de auto-conocimiento.
El interés en el relato como herramienta para sanar nuestra perspectiva del pasado y en consecuencia nuestra comprensión del presente, es para mí una nueva forma de pensar en la materia que ocupa cada uno de mis días, la interpretación del discurso. Tengo la total certeza de que cuando escribimos sin un esfuerzo de edición consciente, dejamos huellas de emociones encontradas, conflictos, pasiones no resueltas o deseos que ni siquiera sabemos que están latentes. La escritura los revela. Llevo años haciendo este tipo de análisis espontánea e intuitivamente. De hecho, mis amigas suelen acercarme determinados mensajes escritos para que les de mi punto de vista. No desde el vínculo que tenemos sino la visión "objetiva" del uso del lenguaje. Es curioso que nunca haya reparado con mayor atención en esta situación. Sin embargo, iniciar el Proyecto Intensional me ayudó a re-descubrir que, pase lo que pase y sea cual sea mi relación actual con la enseñanza institucional, tanto enseñar como escribir e interpretar son de mis pasiones primordiales. Sin peros ni reparos. Así esté de vacaciones en la mitad de una sierra desierta y sin conexión a internet, seguramente voy a encontrar la forma de escribir, interpretar y dar rienda suelta al espíritu didáctico. También descubrí que en esta pasión por los relatos, está la respuesta a muchas interrogantes que no obtienen una conclusión de otro modo.
La anécdota de rigor.
Te voy a contar una anécdota. No quisiera abusar de tu paciencia como lectora, sin embargo, la anécdota es ilustrativa. Cuando inicié la educación secundaria, las jornadas para alumnos eran un recurso muy socorrido: de integración, deportivas, de "educación para el amor" (increíble el nombre que eligieron para no llamarles talleres de educación sexual). Me gustaría decir que recuerdo claramente en cuál de esas jornadas se contextualiza mi relato, pero lo cierto es que tengo una vaga noción al respecto. Sin embargo, tengo un recuerdo grabado a fuego en la memoria. Una impronta. En este recuerdo estoy en un taller vocacional dirigido por la adscripta del curso, con la mitad de mi grupo de compañeros de clase. Es un salón chico, sin luz natural pero que remodelaron recientemente, así que no me desagrada del todo (sí, tengo un toc estético pero ése es otro tema) Marta -que para más datos era adscripta y psicóloga- tiene un buzo color mostaza y un pañuelo de color violeta. Probablemente no la estaba escuchando, porque de sus palabras retengo únicamente la formulación del ejercicio de visualización que nos propone:
"Imaginen que tienen un frasquito. Ese frasquito tiene unas gotas mágicas. Si toman una gota, se trasladan cinco años en el tiempo. Si toman tres gotas, se ven a sí mismos dentro de quince años y así sucesivamente. Piensen qué cantidad de gotas quieren tomar. Ahora, cierren los ojos y visualicen qué están haciendo".
Era adolescente. De las que adolecen en serio. Sin embargo, no me resistí al ejercicio. Como soy una ansiosa importante, me visualicé tomando tres gotas. Porque para desmesurada, yo. Entonces podía imaginarme a mí misma en una habitación con mucha luz, libros, plantas, pinturas, hojas y mi máquina de escribir (sí, en ese momento tenía una máquina de escribir). Transportada quince años en el futuro, estoy sentada en una banqueta de madera, sé que es mi casa, me veo muy tranquila y mi única acción es hamacar un coche de bebé. Es probable que pienses que no tiene nada de particular que una adolescente proyecte el momento de ser madre. Creéme que en esta mujer sí tiene mucho de peculiar. Mi primer deseo de ser madre data de los veintisiete años. Antes de eso, la maternidad era casi un obstáculo para mis propósitos.
A partir de ese momento, no puedo recordar la puesta en común, ni el cierre del ejercicio. Pero nunca olvidé esa visualización. Hace poco le pregunté a mi mejor amiga si tenía algún recuerdo de esta experiencia. Obviamente tiene un vago recuerdo de "esas cosas de cuando Marta jugaba a la psicóloga" . Ninguna huella en especial. No te voy a decir que es una memoria omnipresente para mí, pero te aseguro que cada vez que siento movilizarse la insatisfacción para cuestionarme la vida que llevo, reaparece la mujer rubia en su taller meciendo el carrito. Esa mujer no es otra, soy yo. Claramente en esa visualización están todos los elementos que me identifican y lo que amo: la luz, las plantas, los materiales creativos, la lectura y la escritura, mi hijo.Visualizo hoy.
Si pienso en una situación ideal para mí en el presente, se parece mucho a esa visualización. Ponele que la máquina de escribir es únicamente un objeto decorativo (todavía la tengo) sustituida por la laptop y mi bebé ya no entra en el carrito...creció y corre por el jardín con una pelota adosada al pie. Sin embargo, las variantes serían detalles, información complementaria:
1- Esa habitación-taller está en Piriápolis, sin duda.
2- Trabajo escribiendo y lo disfruto.
3- Tengo tiempo para otras aficiones y las comparto, quizás en talleres o en un círculo de pertenencia.
¿Por qué lo tenía tan claro hace más de veinte años? ¿En qué momento me dejé llevar por otro camino para volver finalmente a los mismos deseos primarios? Y más importante aún: qué me impide hacer realidad esa imagen persistente por tantos años. De esto se trata Intensional, de responder las preguntas incómodas y preguntarte ¿visualizaste cómo va a ser tu vida dentro de cinco años?