Alto. Quiero que sepas algo antes de continuar: este no es un capítulo para las definiciones. No voy a darte las claves para programar tu relato empresarial en pos de la abundancia material. No es el objetivo en este momento. Tampoco voy a “sorprenderte” con una visión alentadora del éxito para que te consueles en los momentos de “desesperación” emprendedora. No. Lo nuestro es intensional: buscar más allá de las fórmulas de uso. Indagar donde no llegan las propuestas básicas de las páginas de marketng. ¿Dónde? En esos espacios en los que el lenguaje emprendedor rara vez llega: la memoria, las creencias y la búsqueda profundaantes que la solución fácil.
Creo, luego cobro.
Como parte del Proyecto Intensional, revisé en profundidad mis propias creencias limitantes y, a decir verdad, descubrí unas cuantas relacionadas con el éxito y la abundancia. ¿Me sorprendí? Para nada. Con una mirada superficial a la educación que recibí se explica de forma bastante natural este vínculo. Tanto los valores como el ejemplo –mucho más importante que las palabras- en mi crianza estuvieron orientados hacia el cultivo de las virtudes intelectuales y la generosidad espiritual. La persecución del desarrollo cognoscitivo, de las metas académicas y los triunfos en el área del pensamiento. Me inculcaron la honestidad y la solidaridad pero nunca me hablaron de aprender a recibir.
No sería raro que haya sido el modelo en tu propia vida. De hecho es uno de los patrones más extendidos entre mujeres educadas de clase media, especialmente si recibieron una formación cristiana o apegada a preceptos religiosos que catalogan la posesión material como un impedimento más que como una forma de realización.
Te sonará en demasía freudiano pero en general no falla: cuando identificás cómo se relacionaba con el dinero tu referente familiar (pudo ser mamá, papá u otra figura adulta preponderante) es más sencillo observar tus propios patrones de conducta en relación a la prosperidad material. ¿Te ayudo un poquito? Quizás escuchaste aún antes de tener memoria alguna de estas frases:
- No toques la plata que es sucia.
- No es de buen gusto hablar de plata.
- No podemos comprarlo: somos pobres.
- Dios proveerá.
- El dinero no hace la felicidad.
- El dinero no puede comprar la felicidad.
Seguramente podés añadir además tus propios ejemplos en la lista… ¿me equivoco?
Seguimos buscando…
Después de hacer esto -recordando palabras, frases y conceptos vinculados al dinero- date un rato para hacer memoria emotiva del pasado y buscar las experiencias frustrantes vinculadas con la posesión material y no tengo duda: vas a encontrar más de una y seguro es reveladora.
La muñeca que no te compraron, el viaje que no pudiste hacer con tus amigas o esa prenda que no pudiste comprar. La boda que no pudiste tener, la casa que no pudiste comprar y quien sabe que in crescendo de experiencias en las cuales el dinero fue un impedimento y la causa originaria de toda frustración.
¿Encontraste alguna de estas experiencias en tu haber? No tiene por qué ser ahora. De pronto necesitás algunos días para recopilar memorias. Si es así, no dejes de escribirlas y luego revisar la lista final. Algunas de las que encuentres en este proceso seguro están estrechamente vinculadas con tus creencias limitantes respecto al dinero.
Un paso más y vas a establecer un patrón simple: suelen estar asociadas a valores inmateriales que consideramos superiores. Dicho de esta forma parece tan evidente que incluso puede leerse como un insulto a tu percepción. No lo es. Si así fuera, no habría tantas mujeres talentosas e inteligentes que tropiezan una y otra vez con la misma piedra en cada proyecto personal que emprenden. Literalmente son ciegas a ese “qué” que frena su prosperidad como emprendedoras. Por si te ayuda, podés guiarte indagando cuál es tu reacción frente a las siguientes afirmaciones:
1- Las personas con dinero son… seguramente tenés un adjetivo preferido e intuyo que no es positivo.
2- Tener dinero genera más problemas –o ansiedad- que beneficios reales.
3- El dinero es un bien superficial. Yo no soy una persona materialista.
Mi propia limitación supone una variante de las anteriores: una resistencia irracional a recibir dinero a cambio de un servicio. Nunca lo había verbalizado claramente hasta que me dispuse a escribir conscientemente sobre las limitaciones que impedían la “abundancia” de mi propio emprendimiento. No demoré demasiado en descubrir que existía un modelo claro: en cada trabajo que acepto intento dar más de mí misma y cobrar menos para compensar la culpa que me provoca obtener un beneficio económico por un servicio que le ofrezco a otro ser humano.
De esta forma aparentemente sencilla, después de cinco años emprendiendo, comprendí que nunca cobré lo justo -ni para mí ni para mi socia- por una limitación anclada en una creencia falsa. Una creencia sin ningún tipo de sustento racional. A ver, no es que en estos cinco años no me cuestionara al respecto: me auto-castigué cientos de veces por “no saber” presupuestar, sentí el peso de la culpa por mis empleados y llegué a entregar mi propia ganancia para compensar la de las personas que trabajaban conmigo.
Claro, como todo en este mundo emprendedor, mi actitud tiene un nombre: soy una emprendedora compasiva. Una y otra vez caí en los mismos comportamientos porque, aunque soy capaz de racionalizar el proceso, el impedimento no está a nivel de la razón sino de las emociones.
Hacer un curso intensivo sobre finanzas, control de gastos, presupuestación o emprendimientos online exitosos no tiene incidencia real en tu solvencia material si primero no encontrás la creencia que te limita. El factor emocional que traba toda posible prosperidad en tu proyecto personal.
El factor emocional.
Me siento un cliché pero tengo que escribirlo: como en todo proceso, ser consciente es el primer paso. Ya está. Lo dije y no me transformé en nada. Eso creo…
¿Por qué creo que es tan importante verbalizar tus creencias limitantes respecto al éxito y la abundancia? Porque revelan más que el motivo por el cual tu emprendimiento personal no prospera. Son las huellas que va dejando a su paso tu impostora. Conociendo por dónde transita esa sombra saboteadora es más fácil atajarla antes de que se haga presente y te arruine el próximo paso.
No sé qué tan sorprendente será para vos, pero hay una pregunta obvia para encontrar el vínculo emocional entre tus limitaciones y la abundancia que se te niega: ¿qué perderías obteniendo el éxito material? Te juro que leí el interrogante varias veces antes de entender que tenía sentido. Mucho sentido. Te soy honesta: al principio me pareció otra pregunta estandarizada de los procesos de coaching para el éxito. Pero decidí darle una oportunidad al cuestionamiento mientras esperaba en una sala de espera, para no desentonar con el tono del último trimestre.
Para establecer los límites de tu relación con la riqueza en todas sus manifestaciones es más revelador lo que creés que perderías al lograrla que lo que suponés que podrías ganar. De pronto el ejemplo práctico es más revelador que el concepto en sí mismo. Desde el 2010 tengo un servicio de organización de fiestas. Claramente es un servicio suntuario y con esto quiero decir que no es como otro tipo de negocios que llegan como una flecha a donde le “duele” a los clientes, a sus necesidades profundas.
A eso, se añade que desde el momento cero, concebí que yo no ofrecía fiestas temáticas ni ambientaciones sino experiencias, recuerdos felices vividos en familia y con amigos. Muy romántico el planteo…pero lo tierno no lo hace funcional. Es un nicho competitivo en un país de pocos habitantes que no tienen una cultura del festejo muy arraigada. En general, el “hacelo vos mismo y a tu manera” es un patrón entre los uruguayos que celebran con un asado y tres globos de colores colgados quince minutos antes de que lleguen los invitados.
No me malentiendas. No creo que esté mal hacer un asado y colgar tres globos. Me parece genial porque lo que importa es el encuentro y no la ambientación o los bocados gourmet. Entonces tomé la decisión más obvia y más equivocada: bajar los precios al límite de lo ridículo para mantenernos trabajando. Y en los momentos de “temporada baja” ni te cuento…
A título personal puedo decir que cobrar muy sobre la línea de los gastos, hizo que mi emprendimiento se perpetuara en el tiempo más allá de lo que era sostenible con este modelo. También me generó muchos lazos de camaradería con quienes fueron mis clientas y la satisfacción personal de haber formado parte de sus recuerdos más importantes muchos mensajes de cumpleaños y un aluvión de apoyo cuando me sentí mal. Pero de plata…poca. Y de prosperidad y abundancia menos que menos porque en estas condiciones la sensación de “burn-out” (o sentirse “quemado” por un trabajo) llega tarde o temprano. Si sos emprendedora creativa tendrás muy presente sobre lo que estoy escribiendo.
Ahora puede ser que entiendas el planteo y aún así te preguntes dónde está el beneficio retorcido en mantener un negocio que no prospera. No te sostengo la expectativa: cuando tenés todas tu expectativas cifradas en un emprendimiento (del cual no realizaste una valoración previa, ni plan de negocio, ni nada que se le parezca) reconocer que no es económicamente funcional duele en la autoestima. Duele de verdad. Por vos misma y por quienes te rodean y confiaron o no confiaron… y es peor aún. Es más sencillo ser la emprendedora solidaria y compasiva que hace un increíble trabajo cobrando barato que ser la empresaria realista que piensa en su empresa como negocio.
Intentar generar un planteo serio y escalable para tu negocio te saca de esta rutina cómoda y perversa de autocompasión o peor de queja continua. En conclusión lo que estás “perdiendo” con tus logros materiales puede ser una falsa imagen de tu autoestima, o el temor a opacar la imagen de tu marido que gana menos –o está desempleado- o el miedo a destacar más allá de los promedios de tu familia…Vos encontrarás respuesta a lo que perderías. Sin duda, tenés que empezar por ahí.
Y con esto…¿qué?
Claro que con reconocer y ser consciente solo damos el primer paso…y nosotras tenemos un trayecto por recorrer para dejar atrás el primer hito (una relación tensa con el dinero) y acercarnos al segundo (una relación sana con tu propia abundancia) sin que la impostora nos mine el camino de dudas e inseguridades.
Entonces… ¿cómo hacemos? ¿Por dónde la atajamos para que no se fortalezca? ¡Cómo me gustaría tener respuestas formularias y consoladoras! No las tengo. Pero sí aprendí algunas cosas de la convivencia con mi impostora y del esfuerzo por mantenerla alejada de mis propósitos. Son todos consejos prácticos de la relación con el dinero:
1- Hay que interiorizar una nueva creencia: el dinero sí importa. Necesitar y anhelar la prosperidad económica no transforma a una persona en un ser ambicioso y superficial. El dinero no es tu vida pero la financia dice una de las personas más realistas y prácticas que conozco. Llevo años escuchándolo, me llevo años incluirlo en mis patrones de pensamiento.
2- Si tus palabras van por un lado y tus creencias por otro… ¿quién creés que se va a colar en el medio? Sí: ella. La impostora. No se necesita demasiada imaginación para adivinar de qué lado se coloca y hacia dónde hace la fuerza la muy condenada… Exactamente: para el lado opuesto a tu voluntad de tener una vida de abundancia. Así que mi santa, alineamos palabras y creencias.
3- ¿Cómo ponemos a todos los patitos en fila? Obtengo lo que necesito y quiero sin conformarme es tu nuevo mantra. No es solo una afirmación, tiene que ser tu nueva forma de entender el mundo en dinero, tiempo, vínculos y placeres personales.
4- Hacé material lo inmaterial. La idea del dinero en sí misma es abstracta así que transformala en acciones y objetos concretos. Ese valor de cambio que no es más que números consensuados, convertilo en situaciones u objetos de valor para vos. Cuando tengas que realizar un presupuesto, cotizar un servicio o un producto, no lo pienses en moneda sino en hechos y experiencias: un viaje, una noche en pareja, una salida con tus hijos. Esa cartera divina de cuero…Perdón, me fui (me pueden las carteras…)
5- O más importante aún: medí tus servicios o productos por el tiempo de vida que significa su valor de cambio. Si estás pensando “menuda novedad, me estás repitiendo la base del capitalismo”…quiero que pienses que el valor de cambio en el sistema laboral son las “horas”, yo te pido que piensen en vida: las horas que estás lejos de tu familia, tus aficiones o placeres personales. Eso.
Practicá apenas tengas oportunidad y contame. Realizá un comentario con tus propias creencias limitantes o con la forma en la cual lidiás con ellas para mantener bajo control a la impostora. Recibir noticias tuyas es siempre una alegría!