Hace algún tiempo, decidí que nunca más escribiría por escribir, que todo tendría un sentido, un significado. Que cerraría un círculo completo lleno de sensatez y locura a la vez, que trataría de lograr algo mágico. Y ese intento de “perfección” (una muy entrecomillada perfección) hace que la naturalidad se pierda. ¿Sabéis qué? El otro día hice algo que hace mucho tiempo no hacía, por falta de tiempo y de ganas, la verdad: visitar blogs (de moda y personales) a diestro y siniestro. Y he de decir que no me gustó lo que vi. Los de moda, ya no son chicas como tú y como yo que se ponen sus trapitos y hablan como si le hablaran a sus amigas. Ahora son revistas, publicidad, consejos pagados, prendas regaladas que seguro, hace años, no se habrían puesto ni aunque fueran precisamente eso… regaladas. Ahora las chicas no cogen una plantilla de Blogger o WordPress y tratan de hacer algo bonito con sus propias manos, no. Ahora no empiezan de la nada visitando otros blogs, currándose de verdad el comienzo. Ahora pagan a informáticos y hacen cursillos de SEO y leen artículos sobre cómo ganar dinero con sus blogs. Y creen que en dos días serán Lovely Pepa o Dulceida. Y se afanan en comprar modelitos en Zara para hacerse la foto y luego vienen a devolverlos pensando que somos tontas. CONSEJO desde aquí si eres blogger de moda: recuerda que Instagram tiene memoria, y las cajeras, también. (Ah, y otra cosa, cuando os hacéis fotos en los probadores, pensad en la gente que está haciendo cola, no es grato estar esperando hasta que salga LA foto que os dará muchos likes).
Echo de menos esos blogs que eran como entrar en tu casa y no como visitar la de Elle Macpherson. ¿Vosotr@s no? No sé, creo que un blog tiene que ser siempre sinónimo de naturalidad y vaya, cada vez escasea más. Porque ya no te sientes identificada cuando entras en uno. Ahora muchas bloggeras se hacen llamar “figura pública” o cosas así, incluso he visto algunas que tienen el morro de autodenominarse It girls. Es como si yo pusiera en mi biografía “La escritora del año” o algo similar. No sé, pero pienso que hay cosas que tendrían que decir los demás de ti, y no tú de ti misma.
Y casi lo mismo, aunque diferente, pensé de los blogs personales que visité. Dónde está esa gente que te contaba dónde comía (sin tener trato de favor por parte del restaurante), esa gente que te contaba lo que se le pasaba por la cabeza, a qué lugares iba o lo que estaba haciendo sin plagar sus espacios de banners y mensajes de “suscríbete y no te pierdas nada” apareciendo como espectros cada dos segundos. Es un horror querer leer una entrada y que te interrumpan mil veces con chorradas como esas. ¿No se dan cuenta que lo último que va a querer alguien es suscribirse si le dan tanto por saco?
Y el contenido. Buah. El contenido es otro cantar. El contenido, en muchos casos, ya no es un vaciarse por dentro y expresar lo que uno siente. Ahora es al revés: ¿qué puede hacer que el lector quiera leer? ¿Qué tema conseguirá que le salte la lagrimita o que se parta de la risa? ¿Cómo tendré más visitas? Así que llevo unos días pensando que tener un blog ya no mola. No mola. No. Despertad. Antes los blogs eran algo guay, cada uno era diferente a otro, eran la esencia de la persona. Ahora son publicidad de la tele. Y yo, al menos, estoy harta de que me intenten vender cosas.
Porque alguien me dijo una vez que cuando se tiene un tesoro, uno no puede venderlo.
No debe venderlo.
Pero el caso, la cuestión, la realidad, es esta: todos queremos vender algo.
Y, sobre todo, todos queremos destacar, que se oiga nuestra voz, ser los primeros, escalar puestos, arrancar emociones, buenas palabras, buenas estadísticas. Por eso precisamente ya no mola tener blog, porque pasas tanto tiempo pensando en la meta, que olvidas el camino.
Y yo ahora estoy en ello.
En volver a mi camino, me refiero.
Yo ahora ya he cumplido mi sueño: publicar un libro. Hace años, siempre que entraba con quien fuera al Corte Inglés o a cualquier librería decía: “Mira, de aquí a unos años, verás mi libro en esa mesa”. Y vamos, eso justamente no ha pasado. Pero sí tengo libro, y está en la tienda más grande del mundo: Amazon. Y me llena de orgullo decir que estas dos manos han podido hacerlo (con ayuda), pero que han sido capaces. Y me llena el corazón haber luchado por ello, haberme fijado ese objetivo, no haberme rendido, aunque algunos días se me pasara por la cabeza.
Y ahora que esa meta, que mi meta durante tantos meses (y años) la he cumplido, ahora voy a hacer lo que me hace más feliz del mundo, lo que me llena de alegría cuando tengo días
Y me llena de alegría sentir que todos mis sueños, mis ilusiones y mis fantasmas, vuelvan a estar dedicados íntegramente a vagar por este pisito que me he montado durante casi tres años. Porque esto es mi casa. No es la casa de Elle Macpherson ni de Paulo Coelho. Y vuelvo al ritmo con más ganas que nunca, con las ganas de quien siente que ha cumplido un sueño y que todo, absolutamente todo, es posible si de verdad se desea y se trabaja en ello.
Nunca nada es imposible.
Nunca nada es improbable.
Nunca nada es lo bastante difícil como para dejarlo a medias.
Así que sueña. Nunca dejes de soñar. Nunca creas que tus sueños son demasiado grandes. Nunca creas que estás demasiado loc@.
Y cuando cumplas tus sueños…
Vuelve a casa.
Esta entrada está dedicada a quienes nunca me han dejado de leer aunque el ritmo cayera o aunque algunas entradas se asemejaran a eso que tanto critico.
Esta entrada va dedicada a quienes han echado de menos mi compañía durante las horas en las que fui bicho bola escritor.
Esta entrada va dedicada a la gente que lucha por mantener un blog siendo fiel a si mismo.
Esta entrada va dedicada a todos los soñadores.
Felices días a todos.
M.
Archivado en: Relatos Tagged: Blogs, lachicadelosjueves, libro, obrasdearteyotrosrelatos, personalidad, sueños