Hoy en día, la magia nos sigue acompañando a través de todas la rutas jacobeas. Sólo tienes que sintonizar tus cinco sentidos en la misma frecuencia que los estímulos del Camino generan para ti.
Mojón con vieira en el Camino Francés
El pasado marzo inicié, con un primer post, mi viaje iniciático hacia los secretos de un Camino de Santiago repleto de historias, magia, mitos y leyendas.
Puedes leerlo aquí: Símbolos del Camino de Santiago: Los secretos de una ruta mágica. Parte I
Me propuse un reto: encontrar cuál de las encomiendas templarias escondía el secreto sobre el emplazamiento del tesoro de la Orden de los Pobres Caballeros de Cristo y del Templo de Salomón.
Dejé algunas pistas, como las miguitas de pan de un cuento anderseniano, por si alguno de vosotros pusisteis empeño en encontrarlas y voluntad en seguirlas hasta el yacimiento.
Entonces ¿Alguien ha localizado el tesoro de los templarios? Si la respuesta es aún no, os voy a proponer mientras otro de los secretos de una ruta tan mágica como es el Camino de Santiago.
A ver si esta vez la suerte os sea menos esquiva, y encontráis justa recompensa a tan continuado esfuerzo.
El secreto de San Juan de Ortega
Existe una etapa del Camino de Santiago Francés, que inicia su tramo en la ciudad de Belorado y acaba en el monasterio de San Juan de Ortega.Tramo del Camino Francés cerca de Belorado
Sobre este tramo comencé mi particular búsqueda de este secreto monacal, sin más herramientas de nuevo que el Códice Calixtino como improvisada guía histórica de relatos y leyendas del Camino Francés.
Tras dejar atrás el antiguo hospital de peregrinos de San Antonio Abad, que pese a su dicho “Villafranca Montes de Oca, alta de camas y pobre de ropa”, fue un reputado lugar en el socorro de peregrinos hasta bien entrado el siglo XVII, me encaminé hacia los temidos Montes de Oca.
Ruinas del monasterio de San Félix al pie de los Montes de Oca
La travesía por los Montes de Oca
Comencé mi subida a los Montes de Oca. Durante la Edad Media fue una de las travesías más inquietantes, incluso para los peregrinos más intrépidos.Aquellos parajes fueron refugio de ladrones, salteadores y rufianes, muy difíciles de encarar empuñando sólo un simple bordón de avellano en la diestra.
Tramo del Camino Francés por los Montes de Oca
Entendible es que surgiera así el popular dicho: “Si quieres robar, vete a Montes de Oca”. Expresión que quedaría grabada a fuego en el ánimo de cada peregrino que se adentrara por aquellos parajes.
No sólo era refugio de ladrones, sino también de pícaros, uno de mis géneros literarios preferidos, por cierto tan bien perfeccionado en nuestro Siglo de Oro español.
Sentada bajo el tronco de un inmenso pino al pie de la senda del Camino, imaginé con nitidez cómo podría haber sido la aquella habitual escena entre pícaros y peregrinos:
Dos pícaros tiran una moneda falsa de plomo y simulan discutir quién de ellos la ha visto primero, hasta que el ingenuo peregrino aparece.
La propia ingenuidad del peregrino se encarga de dar cambio para poderse repartir el valor de la moneda entre los pícaros, dejándole a él con la moneda falsa.
Hecha la obligada parada de descanso, pasado el puerto de la Pedraja, ya inmersa en el interior de los Montes de Oca, se encuentra el privilegiado emplazamiento del monasterio de San Juan de Ortega.
Fachada del templo del monasterio de San Juan de Ortega
El fundador del monasterio de Ortega
Bien es sabido que los monasterios suelen erigirse en lugares bendecidos por la naturaleza y por los propios monjes.Sin embargo, a este lugar algunos peregrinos lo han comparado con el fin del mundo. Y quizá no les faltase razón, sabedores de los peligros que escondían estos indómitos parajes.
San Juan de Ortega fue su fundador. Fue arquitecto de puentes, calzadas y hospitales, desecador de pantanos, pero también discípulo de un viejo conocido nuestro: Santo Domingo de la Calzada; por todo ello es el actual patrono de los aparejadores.
Claustro interior del hospital de peregrinos de San Juan de Ortega
Su cuerpo descansa en su cenobio homónimo, aquí en los maldecidos Montes de Oca, bajo un baldaquino gótico considerado, por algunos expertos en arte, como uno de los mejores del mundo. Otra razón más para visitar este mítico monasterio.
Quizá la parte que más me llama la atención es que el propio San Juan de Ortega fue un gran viajero. Llegó nada mas y nada menos hasta la mismísima Jerusalén y también a Compostela como peregrino.
Con la singular experiencia adquirida durante estas peregrinaciones se unió a otro burgalés, Domingo de Viloria, también conocido como Santo Domingo de la Calzada, para conformar el trazado del Camino Francés que hoy todos disfrutamos.
Así los dos juntos frente al Camino de Santiago, se pusieron al servicio de los peregrinos como pontífices, que no es que fueran jerarcas papales, sino constructores de puentes sobre la vía del Francés.
Puente de piedra sobre el tramo del Camino Francés cerca del monasterio de San Juan de Ortega
Después se retiró como ermitaño a la población de Ortega sobre los malditos Montes de Oca, fundando este santuario donde me encuentro, que ha servido ininterrumpidamente como hospital de peregrinos hasta nuestros días.
El misterio del monasterio
Precisamente en el interior de este templo románico, es donde se realiza el “milagro” que he venido a relatar.Durante los equinoccios se produce un fenómeno singular: en el justo momento del ocaso, cuando el sol pende sobre el horizonte, un rayo de sol entra por una ventana de la fachada, incidiendo sobre el capitel con la figura de la Virgen.
Dicho así, parece que no tiene mucho de particular; esto de hacer pasar un rayo de sol por un punto determinado ya ocurre en otros lugares, incluso dentro del propio Camino Francés.
Sin embargo en Ortega se produce un hecho asombroso, a poco que uno sea curioso, y un peregrino debería serlo por conciencia.
Peregrinos descansando frente al albergue de San Juan de Ortega
Un suceso sorprendente
Uno se da cuenta de que la iglesia románica se levantó pensando en este fenómeno, calculando no ya la fecha precisa de los equinoccios, por otro lado difícil tarea para los conocimientos de astronomía de la época, sino para que también coincidiera el último rayo del sol poniente sobre el único capitel historiado de todo este cenobio.Pero no acaba aquí lo inusual, resulta que en todas las demás iconografías de la Anunciación de María, la Virgen está mirando al ángel, en nuestro caso no. Aquí la madre de Jesús mira directamente al haz de luz solar que ilumina su vientre, recibiéndolo entre sus brazos.
Capitel historiado de la Virgen dentro del templo de San Juan de Ortega
Y en ese crucial momento las facciones fríastos del rostro, tan típicas del románico, parecen suavizarse casi en una media sonrisa mientras sus ojos parecen deslumbrados por el sol.
No te vayas aún del lugar, aún hay un detalle más; este fenómeno de la luz se produce justamente nueve meses antes de la Navidad, que como bien sabéis se celebra el nacimiento de Jesús, con lo cual el círculo arquitectónico e histórico se cierra en este perfecto misterio del haz de luz.
No era de extrañar entonces que el santo se hiciera tan popular porque, al parecer, su intercesión favorecía la fertilidad y el buen término de los embarazos. ¿Os parece parte de los secretos de una ruta que no nos podemos perder?
Un breve epílogo
Siendo sincera, aún no he tenido la oportunidad de trasladarme al monasterio en fecha de equinoccio, y observar el insólito “milagro”.Sin embargo sí he llegado como peregrina a San Juan de Ortega, superando los Montes de Oca ya libres de bandidos, y he podido disfrutar del “milagro” de ser atendida como antaño dentro de un auténtico hospital de peregrinos medieval.
Si queréis revivir mi experiencia por aquellos parajes os dejo un episodio de radio de El Sonido del Camino en el que relatamos la etapa desde Belorado a San Juan de Ortega.
¡Los secretos de una ruta mágica te están esperando!
¡Buen Camino!