Se consumía el tiempo en el viaje y se notaba. Aun quedaba mucho que ver y disfrutar pero la sensación ya era que nos quedaba poco tiempo. No queríamos llegar al final del viaje. Éste día tocaba los Museos Vaticanos y la Basílica de San Pedro y por la tarde otro largo paseo por el Trastevere.
Nos levantamos pronto para aprovechar toda la mañana en los museos y aun así se hizo una visita muy corta. Llegamos a la Plaza de San Pedro por la imponente Vía della Conciliazione, una ancha avenida coronada por la gran cúpula de San Pedro. Una vez en la plaza, posiblemente la más importante del mundo, es imposible evitar la piel de gallina. Dos grandes semicírculos formados por inmensas columnas abrazan la plaza y a todos sus fieles, turistas y peregrinos. Nada más llegar a la Plaza de San Pedro se nos acercaron decenas de personas que ofrecían visitas guiadas por el museo y la basílica. Además hay que llevarse cuidado porque su misión es engañarte para que pagues más. Hay que evitar cabrearse y disfrutar de esa imagen que seguro es única. Nosotros tuvimos una mala experiencia que contaré más adelante.
Plaza de San Pedro
La entrada de los museos no está en la misma plaza. Hay que bordear el recinto por el lateral derecho hasta llegar a la entrada y es una locura hacer la cola tanto para entrar a los museos como a la basílica. Una vez en el museo, pasamos unos arcos de seguridad y ya estamos dentro!
Lo que más odio en el mundo es que me metan prisa en un museo y aquí estaba mi madre para decirme que fuésemos a ver lo principal y nos saltásemos exposiciones que me interesaban y mucho. Cuando visité el Louvre a penas tenía algo de idea de historia ni valoraba lo que tenía delante. Y ésto fue un cambio radical. Llegué incluso a sentir agobio por querer verlo todo y tener que eliminar salas que visitar ¡no hay derecho!
Es un laberinto de estancias, capillas y salas con obras de todas las épocas de la historia: tapices, pinturas, esculturas, murales, grabados... todas ellas conservadas muy cuidadosamente con iluminaciones tenues y humedad regulada, que muestran su fragilidad. La sala egipcia, asiria y mesopotámica fueron las que más me gustaron, aunque también reconozco que me emocionó ver las esculturas de la Antigua Roma que estuvimos dibujando casi 4 años entre bachiller y universidad. Son bellas, reales, grandes, de mármol, algunas anónimas, casi milenarias... son perfectas. También vimos capillas y algunas estancias como las de Rafael, donde las pinturas se te vienen encima. Obras donde domina tanto la pintura como el dibujo, con representaciones arquitectónicas perfectas gracias a una técnica súper refinada, estilo que predominó en la época clásica. La visita terminó con la Capilla Sixtina; siglos de antigüedad que perduran para ser contemplada a lo largo de la historia. Es una gran capilla pintada por Miguel Ángel 360º donde se euentra el Juicio Final o el gran símbolo de la historia de la pintura: La Creación. Sin embargo resulta imposible disfrutar de su gran esplendor, pues la agobiante capilla está abarrotada de gente y recomiendan no pararse. Mucho menos está permitido sentarse a contemplarla. Desde que la visita al museo toma camino de capillas y salas como la de Rafael, ya no hay quien pueda tomar un suspiro; todo de carrerilla hasta el final.
Torso de Belvedere
La Escuela de Atenas de Rafael
La Creación de Miguel Ángel en la Capilla Sixtina
Estuvimos unas 3 horas, pero no es nada para la cantidad de espacios que hay para ver. Desde los museos accedimos a la Basílica de San Pedro ya cuando más apretaba el sol. Aun con calor nos quedamos perplejos ante la inmensidad de la basílica. Para sacar una buena foto en primera fila de La Piedad de Miguel Ángel tuvimos que esperar con paciencia, pero la conseguimos. Tocamos el pie de San Pedro sentado en su trono y nos acercamos a ver el baldaquino de Bernini de cerca y el altar. Incluso para los poco devotos, observar el altar roza lo divino. Es algo mágico, hipnotizador... es indescriptible la paz que trasmite la luz cálida que entra por la vidriera del altar.
Vimos las tumbas de todos los papas que se encuentran en unas salas bajo tierra y un cambio de la Guardia Suiza en la salida de la basílica. Reconozco que me hacía mucha gracia verlos vestidos así,
Después mi hermano y yo subimos a la cúpula. Hay posibilidad de subirla a pie (5 €) o por ascensor (7 €) pero mi hermano y yo nos hicimos los valientes y optamos por subir a pie los más de 500 escalones porque: 1º somos jóvenes ¿si no lo hacemos ahora, cuando?. 2º El deporte es bueno. 3º nos ahorramos 2 € por cabeza que venían genial para un helado por la tarde jijiji... y maldijimos el momento que optamos por las escaleras. El recorrido era infinito y cada vez nos faltaba más la respiración! por fin llegamos a la base de la cúpula, cuando parecía que ya habíamos llegado. Aquí nos juntamos con la gente que subría fresca por ascensor. Nosotros acalorados y llenos de sudor y ellos frescos cual lechugas. Pero ellos tampoco se libraban, estábamos en la base de la cúpula para ver el interior de la catedral, pero había que subir a la parte superior. Quedaban 200 escalones más que además se iban estrechando cada vez más y las paredes se iban inclinando. Fue tan incómodo como agobiante, pero la recompensa mereció la pena, y mucho.
Interior de la Basílica de San Pedro
La Piedad de Miguel Ángel
La cúpula de San Pedro, obra de Miguel Ángel
Roma a los pies de la cúpula de San Pedro
Es como sentirse un pájaro sobrevolando la ciudad eterna. Ni un solo rincón de Roma se escapa a la vista de la cúpula de San Pedro. Al bajar, nos encontramos con mi mis padres y por la orilla del río pusimos rumbo al Trastevere, a buscar un nuevo sitio donde comer de los que teníamos recomendados. El paseo por el río fue largo pero se hizo corto. Eran las 16 h. pero mientras el paisaje del río Tíber nos entretenía no sentíamos hambre. Llegamos al lugar que buscábamos y nos sentamos en nuestra primera terracita en la calle con mantelito de cuadros, pero EMPEZÓ A LLOVER!! ¿¡de dónde!? ¡Si hacía un sol horrible! así que tuvimos que meternos dentro. Pero fue lo de menos, la comida, al igual que en el resto de lugares, estaba delicioooosa. Yo me decanté esta vez por tortelinis con parmesano y salsa de setas y de postre panna cotta con frutos del bosque. Aprovechamos este ritual de comida italiana deliciosa para descansar las piernas porque después dimos un paseo breve por el auténtico y castizo barrio del Trastevere (parte de atrás del río Tíber, en italiano río Tevere).
Comiendo raviolis en el Trastevere
Después inevitablemente nos fuimos unas horas a descansar al apartamento porque nuestras piernas ni siquiera respondían! ya andaban solas sin rumbo fijo y sin sentir... desde las 8 de la mañana estaba claro que necesitábamos una siesta por lo menos de 2 horas. A las 18 h. nos acostamos a dormir y después de esas horas salimos a dar una vuelta, aunque esta vez estábamos tan cansados y habíamos comido tan tarde que ni siquiera quisimos cenar... bueno, excepto por un helado gigantesco que nos tomamos. Antes o después, la hora del helado tenía que llegar y se hizo esperar demasiado aunque lo perdonamos porque ¡estaba buenísimo!
Después del momento gelato nos sentamos un rato en la Piazza Navona a ver a los artistas , tanto pintores como bailarines, procurando vender sus últimas láminas y cuadros y haciendo sus shows en la plaza. El musical en plena calle de Michael Jackson dejó a todo el mundo con la boca abierta. Además de lo perfecto-fenomenal-súperbien que bailaba, era increíble su parecido físico. Era como tener al mismo Michael Jackson delante. Pero la cosa no acaba aquí. Una mujer muy bohemia le bailaba claqué a la gente que cenaba en las terrazas, por si el espectáculo fue poco, cogió un micro y empezó a cantar canciones preciosas en italiano. Algunas nos las sabíamos así que inocentemente empezamos a hacerle coros. Cuando la mujer se dio cuenta señaló a mi madre con el micro y le animó a cantar (oh dios mio), y mi madre sin cortarse ni un pelo empezó a cantarle a toda la plaza Navona con el altavoz... que poca vergüenza, con lo mal que canta!! jajaja...
Piazza Navona por la noche
Terrazas de la Piazza Navona
Anécdotas de última hora antes de irnos a dormir. De camino de vuelta al apartamento nos volvimos a perder para variar. Pero gracias a eso conseguimos esta maravilla de foto del Castel SantAngelo. Última noche en nuestro apartamento :(
Castel SantAngelo
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